Segundo prototipo de generador de ozono de alto rendimiento que desarrollan los investigadores de la Universidad de Oviedo, en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón / Foto: FICYT
José Marcos Alonso Álvarez, en su despacho de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón / Foto: FICYT
Los genes de uno de los animales más sorprendentes de la tierra, el ornitorrinco, ya no son un secreto. Y todo porque Glennie, una hembra de ornitorrinco, ha cedido a la ciencia su ADN. Eso ha permitido determinar la secuencia de los dos mil millones de bases que componen su genoma, que codifica más de 18.500 genes, un número similar al de humanos. Para hacer este trabajo, han colaborado treinta laboratorios de ocho países, que con su investigación han saltado a la portada más reciente de la prestigiosa revista Nature. Entre ellos, el grupo de científicos que dirige el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín. Y aunque 166 millones de años de evolución separan al lector de Glennie, el estudio supone un considerable avance para definir qué le hace humano. Pero ¿cómo ha sido el trabajo en el laboratorio para llegar hasta aquí?
Investigadores del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA) han contribuido a descifrar el genoma del ornitorrinco, un animal que se separó hace 166 millones de años del tronco evolutivo que daría lugar al ser humano. Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y miembro de la Real Academia de Ciencias, ha coordinado la contribución española a esta investigación, que hoy es portada de la revista Nature. El estudio aporta nuevas claves sobre la evolución de los mamíferos
La debilidad de los huesos aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Si hasta ahora el corazón y el sistema óseo parecían tener más bien pocas relaciones directas entre sí, la Unidad de Investigación del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) trabaja para afilar una visión integradora, que permita observar en detalle cómo se interrelacionan el “chasis” y el “motor” del cuerpo. El enlace es el proceso de calcificación vascular.
Bajo el aspecto poderoso de las grandes estructuras y obras de ingeniería, la fatiga por desgaste puede haber minado su resistencia. Una carga repetida, aunque su intensidad sea en proporción relativamente pequeña, como el tráfico sobre un puente, puede producir microfisuras. "Y éstas terminan convirtiéndose en una grieta ‘dominante’ que conduce a la rotura de la estructura. Es un fenómeno difícil de observar, y por tanto, muy peligroso”. Así resume Alfonso Fernández Canteli, catedrático de la Universidad de Oviedo, el proceso de deterioro más frecuente en los diseños y estructuras actuales.
Alfonso Fernández Canteli, catedrático de Mecánica de Medios Continuos y Teoría de las Estructuras de la Universidad de Oviedo
Julio Casado Linarejos y Alberto Arce Arce, investigadores y evaluadores científicos de referencia, se han reunido en Oviedo para valorar los proyectos de investigación que darán lugar a la próxima generación de doctores en Asturias. Los dos son veteranos en esta tarea, y la sintonía entre ambos es palpable. Casado, catedrático de Química Física de la Universidad de Salamanca y director de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP) entre 1996 y 2000, no pierde ocasión para lanzar una broma sabia. Arce, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Santiago, afable y tranquilo, responde a las preguntas atentamente pero no pierde de vista el montón de proyectos que debe evaluar.
Julio Casado (a la izquierda) y Alberto Arce, en Oviedo. Fotografía: FICYT.