Julio Casado Linarejos y Alberto Arce Arce, investigadores y evaluadores científicos de referencia, se han reunido en Oviedo para valorar los proyectos de investigación que darán lugar a la próxima generación de doctores en Asturias. Los dos son veteranos en esta tarea, y la sintonía entre ambos es palpable. Casado, catedrático de Química Física de la Universidad de Salamanca y director de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP) entre 1996 y 2000, no pierde ocasión para lanzar una broma sabia. Arce, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Santiago, afable y tranquilo, responde a las preguntas atentamente pero no pierde de vista el montón de proyectos que debe evaluar.
En los años que llevan evaluando los proyectos de investigación predoctorales, ¿han observado alguna tendencia particular?
Julio Casado: Sería muy interesante hacer un análisis en profundidad sobre por qué en toda España el número de estudiantes de licenciaturas está disminuyendo sensiblemente, mientras que aumenta la cantidad de doctorandos. En los países mediterráneos esto se analiza de forma positiva, porque implica que aumenta el número de personas que se dedican a la investigación. De hecho, y según un estudio de la American Chemical Society, entre 1995 y 2005, si tomamos como referencia el índice 100 para 1995, el índice de licenciados pasa a ser de 83,4, en 2005, mientras que el de doctores llega al 132. Y esto significa que el nivel está subiendo.
Alberto Arce: En cuanto a Asturias, es difícil detectar cambios sustanciales en la investigación predoctoral, porque los grupos de investigación continúan sus líneas de trabajo y parten de los datos y recursos que ya han conseguido.
¿Qué decir de la química física y la ingeniería química, sus campos de trabajo?
J.C.:Me llama mucho la atención que en química, España es el segundo país del mundo en el que más ha aumentado el número de artículos científicos que se publican en revistas de alto impacto. En concreto, en los últimos diez años el volumen se ha multiplicado por 1,9, sólo por detrás de China.
A.A.: He observado que la solicitud de becas predoctorales para Asturias en ingeniería química ha disminuido algo. Pero en este campo, los últimos datos del análisis bibliométrico del Journal of Chemical Engineering apuntan a que estamos por delante de países como Francia o Alemania, y sospecho que en estos momentos estamos aún mejor.
J.C.: Sí, en España el 36% de la población ocupada entre los 25 y los 34 años tiene un nivel de educación superior, mientras que la media en la UE es del 28%. Son datos del Informe COTEC de 2005, que muestran que en España ha habido un avance sin precedentes en el mundo. Pero si la atención a la evaluación de la investigación en España está creciendo, la atención a la evaluación de la docencia está disminuyendo. Y la enseñanza es la base de la vocación científica.
Y, hablando de vocación científica, ¿en qué investigación les tiene enredados la suya en estos momentos?
J.C.: Estoy dirigiendo un proyecto que estudia cómo se forman algunas especies [químicas] cancerígenas, y cómo inhibir sus mecanismos de formación. Estos compuestos están presentes en alimentos, y en el medio ambiente hay precursores de nitrosocompuestos, que a veces son necesarios como aditivos y para prevenir ciertas patologías. Pero en otras ocasiones pueden ser cancerígenos debido a procesos de nitrosación, que dan lugar a mecanismos de alquilación en ácidos nucleicos (ADN y ARN), que generan mutaciones y cáncer.
A.A.: El objetivo de la investigación que dirijo es desarrollar nuevos disolventes para aplicarlos a procesos industriales de separación de compuestos. Estos nuevos disolventes son líquidos iónicos, y son representantes de la llamada química verde. Su principal característica es que, aunque son líquidos a temperatura ambiente, no se pueden volatilizar. Y por eso, su mayor ventaja es que son de fácil recuperación y que producen menos daño al medio ambiente que los disolventes convencionales.
¿Han llegado a decir eso de “¡Eureka!”?
J.C.: En la investigación que dirijo, hemos encontrado que, en los experimentos in vitro que estamos haciendo, hay gran correlación entre el comportamiento de estas sustancias cancerígenas y su capacidad para generar mutaciones in vivo, es decir: sobre los organismos. Ello ayuda a encontrar cómo detener los procesos de formación de agentes cancerígenos. Además del interés social de esta investigación, algunos resultados nos están permitiendo eliminar o reducir en gran medida los ensayos con animales.
A.A.: En mi caso, ahora estamos separando compuestos de azufre para que el petróleo tenga menos contenido de esta sustancia en un proceso más respetuoso con el medio ambiente.
¿Qué les parece la creación del nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación?
J.C.: Lo observo con mucho optimismo, esperanza y hasta ilusión, porque es un hecho que los fondos para la ciencia están aumentando en los últimos años, aunque tenemos que seguir progresando: aún nos queda camino hasta acercarnos al nivel de los países punteros. Por otra parte, la colaboración con la industria es esencial, y ahí todavía estamos un poco flojos. En este sentido, aunar ciencia y la innovación empresarial en el mismo ministerio me parece un gran acierto.
A.A.: Me parece bien que se siga manteniendo la unidad de gestión de las universidades, bien sea desde el antiguo Ministerio de Educación y Ciencia, o desde el nuevo de Investigación e Innovación, porque no se puede separar enseñanza e investigación en la Universidad y crear un organismo de gestión bicéfalo. No obstante, el antiguo concepto, el de Educación y Ciencia, es muy amplio y también podría haber contenido la innovación empresarial.