La debilidad de los huesos aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Si hasta ahora el corazón y el sistema óseo parecían tener más bien pocas relaciones directas entre sí, la Unidad de Investigación del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) trabaja para afilar una visión integradora, que permita observar en detalle cómo se interrelacionan el “chasis” y el “motor” del cuerpo. El enlace es el proceso de calcificación vascular.
“Hemos observado que las personas que, a consecuencia de la osteoporosis, pierden más masa ósea y tienen mayor índice de fracturas, también presentan más calcificaciones vasculares”, indica Jorge Cannata Andía, Jefe del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del HUCA y Responsable del Grupo de Investigación. En este punto se perfila el vínculo entre el sistema óseo y el circulatorio. Y es así porque la calcificación hace que las arterias se vuelvan más rígidas, y que el corazón sufra un mayor desgaste, resultado de hacer un esfuerzo mayor para hacer llegar el riego sanguíneo a los órganos. Y, a pesar de este mayor esfuerzo cardíaco, el riego a través de arterias calcificadas no alcanza el rendimiento de un sistema circulatorio sano. Todo esto puede afectar a la calidad y esperanza de vida.
¿Cómo llega un organismo a este punto? el proceso por el que se produce la calcificación vascular es complejo y está en pleno periodo de investigación. En la juventud y madurez temprana se favorece la formación ósea y los vasos sanguíneos no tienen calcio, pero a partir de la madurez este equilibrio se rompe. Entonces, “el hueso empieza a perder masa, y el mineral se deposita donde no debería; es decir: en la pared de las arterias”, señala Cannata Andía. Y un fenómeno que contribuye a este proceso es la transformación genética de las células musculares de la pared de los vasos, que cambian y pasan a generar proteínas precursoras de hueso.
Precisamente, determinar cómo las células de los vasos sanguíneos se apoderan de la identidad de las células que fabrican hueso (osteoblastos), concentra gran parte de los esfuerzos de este grupo de investigación. “Dentro de cada célula está todo el material genético del individuo, y según los genes que exprese, tiene la potencialidad de convertirse en cualquier otra célula, y por tanto, puede empezar a producir proteínas muy diferentes”, afirma Cannata Andía desde su vertiente más didáctica de catedrático de Medicina Interna en la Universidad de Oviedo.
El colesterol del siglo XXI
El colesterol del nuevo siglo se podría llamar creatinina: “Los niveles elevados de creatinina aumentan el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular. En este sentido, este factor de riesgo tiene más peso que el colesterol”, explica Cannata Andía. Este hecho es todavía poco conocido entre la población, que sin embargo es consciente del peligro que supone tener un colesterol elevado, lo que ha dado lugar a toda una gama de productos alimentarios específicos.
El aumento de creatinina en sangre está directamente relacionado con la disminución de la función renal, un proceso que se acentúa con la edad, explica Cannata Andía: “a partir de la cuarta década de vida aproximadamente, la función del riñón comienza a disminuir, y este descenso puede llegar a ser del 50% sin que esto ocasione problemas. La edad produce este y muchos otros cambios, y el organismo se adapta a ellos. Estudios recientes indican que alrededor de un 10% de la población general tiene la creatinina por encima del valor normal, y por tanto, presenta algún grado de Enfermedad Renal Crónica”. En Asturias, hay entre 800 y 900 personas por millón que reciben tratamiento por diálisis debido a esta enfermedad, y cada año inician tratamiento entre 100 y 120 pacientes.
Pero las cifras desnudas no bastan para ofrecer una perspectiva del riesgo para la salud que supone el aumento de creatinina: si se divide el avance de la Enfermedad Renal Crónica (ERC) en cinco fases (de las que la primera representa la casi normalidad, y la última el tratamiento con diálisis o trasplante de riñón), los mayores porcentajes de la población con ERC se sitúan en los tres primeros estadios. Sin embargo, en las fases 4 y 5 hay un porcentaje muy inferior de población.
Aunque Cannata Andía insiste en que no hay que ser alarmistas, es claro al explicar por qué hay tan pocas personas en las últimas fases de la ERC: “se debe a que, según avanza el grado de ERC y por tanto, aumenta la concentración de creatinina, la mortalidad se incrementa por enfermedad cardiovascular secundaria.”
De ahí la importancia de vigilar el proceso en cuanto la creatinina empieza a subir, un enfoque que se ha convertido en uno de los principales objetivos de la Sociedad Europea de Nefrología, Diálisis y Transplante (ERA-EDTA), que preside Cannata Andía. Porque entre los factores de riesgo que disminuyen la función del riñón y por tanto, hacen aumentar la creatinina, hay algunos sobre los que cada persona puede actuar. Junto a la eliminación del sedentarismo y del tabaquismo, un buen control de la presión arterial, de la diabetes y del colesterol pueden mantener a raya este veneno para el corazón.