La sensación de riesgo de las presas influye en la descomposición de sus cuerpos cuando fallecen. Un equipo internacional de científicos demuestra que el papel que desempeña el predador modifica los procesos de regeneración del suelo de la misma forma que lo hacen los materiales derivados de las plantas.
Los saltamontes (Melanoplus femurrubrum) tienen muchos enemigos en los prados de América del Norte: pájaros insectívoros, mantis religiosas y arañas. La percepción del peligro somete su organismo a cambios metabólicos y químicos que alterarían los procesos del ecosistema, según los resultados publicados en Science por un equipo de científicos estadounidenses y un israelí.
De forma general “el hallazgo permite predecir cómo los diferentes cambios de entorno alteran la fisiología de los animales y, por consiguiente pueden afectar al funcionamiento del ecosistema”, dice a SINC Dror Hawlena, científico de la Universidad de Yale (EE UU) y de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), y primer autor del estudio.
Las conclusiones contradicen la visión de que los materiales derivados de las plantas son el elemento más importante en la regulación de los procesos cíclicos de los nutrientes del suelo y, por lo tanto, en los procesos del ecosistema.
Según este trabajo, las alteraciones en los cambios fisiológicos de los saltamontes estresados modifica el proceso de descomposición de sus organismos una vez muertos.
El apetito de los microbios disminuye y, en consecuencia, “se ralentiza el proceso de convertir el carbono orgánico de los azúcares y proteínas del organismo fallecido a carbono inorgánico o minerales de los que se alimentan las plantas”, explica Hawlena.
El nuevo modelo teórico analiza la respuesta de estrés de la presa al riesgo de depredación en la cadena alimentaria y los procesos biológicos, geológicos y químicos del ecosistema.
Arañas ‘inofensivas’ asustan a los saltamontes
Para probarlo empíricamente, los investigadores reprodujeron el ecosistema natural de los saltamontes en cajas. Los científicos pegaron partes de la boca de las arañas, bajo un microscopio de disección, para evitar que se comieran a sus presas y conseguir el efecto de la percepción del riesgo.
Cuando los saltamontes fallecieron, los expertos los dejaron en descomposición durante 40 días antes de añadir material vegetal muerto. Gracias a una técnica láser de alta sensibilidad, midieron una parte fundamental del proceso de descomposición en el que intervienen las bacterias y así vieron cómo disminuyó el ritmo.
En estudios anteriores, Dror Hawlena ya había demostrado las consecuencias de la presión de depredación en el ecosistema. Uno de ellos, firmado junto con el español Valentín Pérez-Mellado de la Universidad de Salamanca, concluyó que una especie de lagartija (Acanthodactylus beershebensis) del desierto de Negev, en Oriente Próximo, cambiaba su dieta para evitar a los predadores.
Referencia bibliográfica:
Hawlena, D.; Strickland, M.S.; Bradford, M.A.; Schmitz, O.J. “Fear of predation slows plant-litter decomposition”. Science (336): 1434-1438, 15 de junio de 2012.
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