La frecuencia con la que los animales voladores, sean aves, insectos o murciélagos, agitan sus alas es proporcional a la raíz cuadrada de su masa corporal dividida por el área alar. Investigadores daneses han dado con esta fórmula, que también se puede aplicar para animales nadadores como las ballenas y los pingüinos.
Los resultados de la investigación de un equipo de España y Noruega indican que las primeras actividades de este tipo estaban muy extendidas en toda Europa atlántica y contribuyeron a extinguir en esta zona a dos especies: la ballena franca atlántica y la ballena gris.
Un equipo internacional ha creado el modelo 3D de una nueva especie de cetáceo arcaico, descubierta en la costa sur de Perú. Bautizado como Perucetus colossus, los autores calculan que su peso y tamaño pudo haber superado al de la ballena azul, hasta ahora considerada la criatura más pesada jamás registrada. Los hallazgos arrojan luz sobre la historia evolutiva de estas criaturas acuáticas.
La foca monje del Mediterráneo, el marrajo negro o la angula son algunos de los animales en peligro a los que está afectando la presencia de estas partículas contaminantes en los océanos. Los científicos alertan de su impacto en el medioambiente y se afanan en estudiar las consecuencias de estos tóxicos en la salud, también en humanos, por su lugar en lo alto de la cadena trófica.
Un equipo de arqueólogos ha hallado en un yacimiento junto a la Catedral de Santander un disco intervertebral y un trozo de costilla de este mamífero marino datados entre el siglo XII y XIII. No se descarta el hallazgo de otros vestigios que vinculen una remota conexión entre las comunidades humanas de la zona y estos animales.
Investigadores de California han seguido en sus inmersiones a los grandes cetáceos, protagonistas de #Cienciaalobestia, y han medido la cantidad de plástico que hay en sus presas y en el agua. Los resultados de su estudio son sorprendentes: las ballenas azules consumen diariamente hasta 10 millones de partículas microplásticas, los rorcuales comunes entre 3 y 10 millones, y las ballenas jorobadas hasta 4 millones cuando se alimentan de kril.
Una extensa red de vasos sanguíneos conocida como rete mirabile (red maravillosa) ayuda a proteger el cerebro de las ballenas y delfines, protagonistas de nuestro #Cienciaalobestia,, cuando nadan bajo las olas. De esta forma, se salvaguardan de los pulsos de presión sanguínea generados al sumergirse a gran profundidad.