Nuestra sociedad siempre ha visto con malos ojos los errores, especialmente en el mundo de los adultos, donde cometerlos supone un motivo de vergüenza y decepción. No obstante, varios estudios científicos analizan los beneficios que conlleva equivocarse y fomentan un aprendizaje que no podría darse sin ellos.
Investigadores del Instituto de Neurociencias de Alicante sostienen que la actitud de los subordinados es clave para incentivar esta conducta. Los resultados también señalan que la bidireccionalidad de las interacciones sociales es importante en la toma de decisiones.
Las redes sociales han jugado un papel crucial durante la crisis por la covid-19. Mientras que en ellas algunos científicos y científicas han divulgado su trabajo, otros perfiles las han aprovechado en beneficio propio, generando desinformación y crispación. Los debates en abierto deberían ser útiles, pero las dinámicas polarizadoras de las redes pueden socavar la confianza del público hacia la ciencia.
Al igual que existe la contracultura, también existen los contradatos, que son recogidos por la ciudadanía, organizaciones sociales y activistas al margen de las instituciones de recuento oficiales. Esta información ya se usa para exigir que los estados, los medios de comunicación y el público en general presten más atención a la lacra mundial de los crímenes machistas, según un nuevo estudio.
A la espera del final de la Estación Espacial Internacional en 2031, un equipo internacional de investigadores ha conducido, con la ayuda de astronautas en órbita, el primer experimento arqueológico en el espacio. Su misión: investigar por primera vez en sus tres décadas de historia los componentes sociales y culturales de esta “microsociedad”, que servirá para guiar el diseño de hábitats espaciales en el futuro.
Una investigación en EE UU revela que aquellas personas de razas, etnias, sexo u origen más beneficiadas socialmente creen que la igualdad les perjudica, aún cuando existen pruebas objetivas de lo contrario. El trabajo lo lidera la Universidad de Berkeley, en California.
Tradicionalmente, el sexo en las personas con discapacidad intelectual se ha visto envuelto en tabús que las alejan de su derecho a vivirlo. Al sobreprotegerlas y negar esta faceta de su vida, se propician experiencias dolorosas y de riesgo. Un estudio analiza las actitudes de diferentes grupos sociales respecto a ello.
Desde hace una semana el tapabocas ya no nos acompaña, salvo excepciones, en interiores. Su uso prolongado en los más de dos años de pandemia lo ha convertido en más que un elemento de protección frente al virus: también ha adquirido una función estética y simbólica. Ahora que ya no es obligatoria, muchas personas se resisten a abandonar a nuestra compañera pandémica.
Una investigación reciente publicada por investigadoras de la Universidad Carlos III de Madrid muestra que los individuos perciben menos el riesgo de infección por covid-19 y adoptan menos conductas de protección de la salud cuando asocian el riesgo con amigos cercanos, un fenómeno denominado "efecto amigo-escudo".
Las generaciones jóvenes ignoran lo que ha sido vivir con un horizonte dominado por un hongo atómico, la nube con forma de seta que simbolizaba el apocalipsis nuclear. Y lo desconocen porque este temor desapareció con la Guerra Fría y el desarme parcial de los misiles de EE UU y Rusia. De pronto, el espectro de una hecatombe ha sido convocado por Vladimir Putin, y el miedo nuclear, que se mantenía agazapado, se nos ha echado encima.