Los pacientes con los niveles de oteoprotegerina, osteopontina y una citoquina inflamatoria alterados poseen nueve veces más riesgo de sufrir una dolencia cardiovascular. Así concluye un estudio realizado en España que sugiere cómo estos biomarcadores deberían ser tenidos en cuenta en los algoritmos de predicción de riesgo cardiovascular, especialmente en pacientes con enfermedad renal crónica.
Esta semana, dos investigaciones actualizan los datos sobre la enfermedad renal crónica y aguda. Mientras que en la primera los científicos alertan de que 2,3 millones de personas mueren prematuramente por no tener acceso a tratamientos renales, en la segunda se asegura que la lesión renal aguda podría erradicarse en 10 años “si tanto los equipos para la diálisis como los suministros están disponibles a bajo coste”.
Un estudio liderado por el Instituto Nacional del Corazón, el Pulmón y la Sangre de EE UU desvela que los factores de riesgo para la enfermedad renal crónica se manifiestan 30 años antes de ser diagnosticada. Los resultados abren nuevas vías de investigación para determinar si ciertas intervenciones tempranas pueden prevenir esta dolencia.
Un equipo de investigación del Servicio de Nefrología del Hospital General de Segovia estudia desde hace años la enfermedad renal crónica (ERC), fundamentalmente en la población anciana, y ha obtenido importantes resultados. Esta patología se caracteriza por la pérdida progresiva de funciones renales, cuando los riñones disminuyen su capacidad de eliminar productos de desecho de la sangre y evacuarlos a través de la orina.
Los niños y niñas con insuficiencia renal crónica no crecen bien a pesar de los avances terapéuticos que consiguen corregir muchos factores que podrían potencialmente interferir en su crecimiento. La investigación de las alteraciones que se producen en la placa de crecimiento de los huesos largos, órgano donde se produce la ganancia en talla, debe contribuir a aclarar este problema.
La debilidad de los huesos aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Si hasta ahora el corazón y el sistema óseo parecían tener más bien pocas relaciones directas entre sí, la Unidad de Investigación del Servicio de Metabolismo Óseo y Mineral del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) trabaja para afilar una visión integradora, que permita observar en detalle cómo se interrelacionan el “chasis” y el “motor” del cuerpo. El enlace es el proceso de calcificación vascular.
El equipo de Metabolismo Óseo y Mineral del HUCA. Jorge Cannata Andía es el primero por la derecha. Imagen cedida por Cannata Andía.
El laboratorio de Metabolismo Óseo y Mineral del HUCA. Fotografía: FICYT