La covid-19 ha afianzado el trabajo desde casa. Esta modalidad supone ventajas para la empresa, el trabajador y la sociedad, pero también posibles riesgos. La disminución de la movilidad impacta en nuestra calidad de vida.
Aunque pueda parecer lo contrario, el teletrabajo ya existía antes de la actual pandemia. Sin embargo, desde hace un año resultó la alternativa más óptima durante los confinamientos y las medidas de restricción para continuar con la actividad laboral de muchas personas y empresas. Incluso en casos en los que antes no se consideraba viable, como indican varios estudios publicados en 2020.
De hecho, una vez superada la crisis sanitaria se espera que este método de trabajo se incorpore definitivamente, ya que aporta diversas ventajas: tanto para la empresa (reducción en costes para el puesto de trabajo) como para los y las trabajadoras (menor problemática de transportes, más flexibilidad horaria, ganancia neta de tiempo, etc.) y la sociedad (menos densidad de tráfico y contaminación).
“No obstante, también trae asociados cambios que pueden resultar negativos para nuestro bienestar”, explica a SINC Rocío Cupeiro Coto, profesora en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF), “como mayor incomunicación y aislamiento o la dificultad de separar el tiempo laboral del tiempo de ocio, entre otros”.
El cambio al teletrabajo no es para todos igual: en los puestos de trabajo desarrollados a pie de escritorio se nota menos diferencia que en aquellos en los que se requerían traslados o reuniones presenciales
Igualmente, el nivel de actividad diaria también puede influir sobre la salud y la calidad de vida, como ya se ha observado en modalidades tradicionales de trabajo. “El apoyo de la empresa y compañeros, el contacto social no laboral y los problemas de conciliación familiar pueden ser relevantes en el estado de los trabajadores, pero no podemos olvidar que la disminución de actividad física o la falta de adecuación del material de trabajo (como nuestra silla) pueden tener un gran impacto”, añade.
Tal y como se ha observado en otros países durante el confinamiento, es muy probable que no tener que salir de casa haya reducido el tiempo que pasamos moviéndonos, y eso lo nota nuestro organismo. “El cambio al teletrabajo no es para todas las personas igual: en los puestos de trabajo desarrollados casi exclusivamente a pie de escritorio se nota menos diferencia que en aquellos en los que se requerían traslados o reuniones presenciales, actualmente limitadas”.
Eso sí, como indica Cupeiro, miembro del grupo de investigación del Laboratorio de Fisiología del Esfuerzo de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), muy posiblemente en todos los puestos se haya reducido la actividad física diaria, ya que ni siquiera se da un desplazamiento desde el domicilio al lugar de trabajo.
“La inactividad física tiene grandes implicaciones en la salud y en la presencia de enfermedades no transmisibles, como subrayó en 2010 la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que es importante que seamos conscientes de su aumento debido al teletrabajo”, continúa la investigadora.
Una de las primeras consecuencias que se puede producir en el teletrabajo es el llamado desequilibrio energético positivo. Es decir, la falta de movimiento hace que la energía que gasta nuestro cuerpo cada día (el gasto energético diario) se reduzca, lo que puede generar una falta de armonía entre las calorías que ingerimos y las que gastamos. Y esto, según numerosas investigaciones, desencadena sobrepeso u obesidad.
“Más allá del componente estético que esta ganancia de peso pueda tener, es destacable por las enfermedades asociadas (como síndrome metabólico, hipertensión y trastornos cardiovasculares) y el consecuente aumento del gasto sanitario que ello conlleva, especialmente en nuestro país”, aclara Cupeiro.
Tanto si se produce un incremento de masa grasa o una disminución de masa muscular (ambas perjudiciales para el organismo), el sedentarismo aumenta el riesgo de diversos trastornos metabólicos, musculoesqueléticos o psicológicos, o de empeorar su sintomatología, tal y como revelan diversas publicaciones.
“El cuerpo humano está hecho para moverse. Y pasar la mayor parte del día sentado o tumbado es algo que le pasa una cara factura”, afirma la experta. De hecho, en un manifiesto del Consejo General de la Educación Física y Deportiva (Consejo COLEF), publicado el pasado año, se recordó cómo el ejercicio físico mejora el pronóstico de 26 patologías crónicas y se alertó sobre que, durante el confinamiento, empeoró el nivel de actividad física de población adulta, joven e infantil.
El teletrabajo, al imponer una posición sentada durante mucho tiempo, puede agravar trastornos musculoesqueléticos. / Pixabay
Según la Agencia Europea para la seguridad y salud en el trabajo (EU-OSHA), no todo se reduce al aspecto metabólico y de composición corporal. El teletrabajo, al imponer una posición sentada durante mucho tiempo, puede ocasionar o agravar trastornos musculoesqueléticos.
Un nuevo estudio realizado en dos universidades españolas relaciona el dolor de músculos y huesos con el teletrabajo en tiempos de la covid-19. Así, si la persona que teletrabaja no cuenta con las condiciones ergonómicas óptimas para el desarrollo de su actividad, puede estar predispuesto a presentar estas molestias, tanto musculares como en tendones y otras estructuras anatómicas. “Es frecuente la aparición de dolores en la zona lumbar. Estar de forma prolongada sentado es uno de los factores físicos que influyen en la aparición de estas molestias”, puntualiza Cupeiro.
Para la especialista, la solución pasa por hacer consciente a la persona trabajadora de los riesgos físicos del teletrabajo y facilitarle estrategias; además de por instar a las empresas empleadoras y a las instituciones públicas a facilitar la práctica de actividad física, preferiblemente de forma supervisada para reducir riesgos de lesión y aumentar su efectividad.
En 2018, una investigación publicada en la Revista Española de Salud Pública mostraba cómo la actividad física es una herramienta eficaz para reducir el absentismo laboral relacionado con enfermedades en empleados sedentarios. “Las propias empresas se beneficiarían de este fomento de la movilidad, ya que los datos relacionan mayores niveles de actividad en trabajadores con menores niveles de absentismo”, insiste la experta.
En cuanto a las instituciones, Cupeiro considera que un avance importante sería reconocer la prestación de servicios de ejercicio físico a cargo de profesionales cualificados como actividad esencial, sea federada o no, especialmente con la crisis sanitaria presente: “Esto, por un lado, permitiría realizar desplazamientos en zonas confinadas y facilitaría así la adherencia al deporte; y, por otro lado, abriría la puerta a la reducción de impuestos asociados a este tipo de tareas”.
El pasado noviembre, la OMS lanzó una nueva guía de recomendaciones de actividad física y hábitos sedentarios bajo el lema ‘cada movimiento cuenta’. En ella se explica que más de 5 millones de muertes al año podrían evitarse si la población mundial fuera más activa.
La estrategia individual más sencilla, según los expertos, es que las personas trabajadoras reduzcan el tiempo sentadas, tanto en la jornada laboral como fuera de esta: aprovechar las llamadas de teléfono para caminar, por ejemplo, o realizar recados andando o en bicicleta, lo que podría tener además un impacto positivo en la economía familiar y en el medioambiente.
“Una estupenda alternativa de cambio es comenzar a realizar ejercicio físico planificado de forma regular, y mucho mejor si es supervisado por profesionales certificados. Este personal nos indicará la cantidad, intensidad y tipo de actividad que mejor se adecúa a nuestras características y objetivos”, aconseja la profesora de INEF. “Algo de actividad física es siempre mejor que ninguna”, concluye.