Carne cruda, vísceras y órganos componen la dieta BARF, que está de moda para alimentar a las mascotas de una manera “más natural y saludable”, según sus adeptos. Un nuevo estudio advierte que los productos comercializados con este nombre están contaminados por bacterias como Salmonella, Campylobacter y Enterobacteriaceae y son un riesgo para la salud, sobre todo, la de ancianos y niños.
La dieta de las mascotas se ha sumado a la moda de la comida “natural”. Desde hace años, algunos dueños optan por aportar a sus perros y gatos una alimentación basada en productos no industriales, con carne cruda, órganos, vísceras y vegetales. Es la conocida como dieta BARF (Alimentación Cruda Biológicamente Apropiada, en castellano).
La comida basada en carne y vísceras crudas, que puede prepararse de manera casera o producirse comercialmente, se ha vuelto cada vez más popular. Esta dieta es considerada una alternativa más saludable y natural que otros productos convencionales, como galletas secas o preparados de carne cocida.
Algunos incluso afirman que este tipo de alimentación mejora el sistema inmunitario, la piel, el pelaje y la dentición de sus mascotas, y que reduce la incidencia de alergias alimentarias.
Sin embargo, a diferencia del pienso y otros productos que encontramos habitualmente en las tiendas especializadas, los productos cárnicos crudos de la dieta BARF no se tratan con calor ni se liofilizan –en un proceso de deshidratación– para pasteurizar su contenido, y por tanto se enfrentan a un riesgo microbiológico.
Un estudio, publicado en la revista Vet Record, alerta de la presencia de altos niveles de bacterias como Salmonella, Clostridium perfringens, Enterobacteriaceae y Campylobacter en estos productos crudos para perros. Los científicos advierten de que presentan riesgos potenciales para la salud no solo para las mascotas, sino también para las personas, sobre todo bebés y ancianos, más vulnerables.
“Los perros en familias con bebés, personas mayores o personas inmunodeprimidas no deben ser alimentados con productos cárnicos crudos, ya que estos grupos son más susceptibles a las infecciones”, señalan los investigadores de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas y el Instituto Nacional de Veterinaria, ambos centros en Uppsala (Suecia).
Para probar y medir los niveles de bacterias en estos productos, los expertos tomaron muestras de 60 paquetes de productos cárnicos crudos, comprados en varias tiendas en un radio de 200 km de su laboratorio en Uppsala entre marzo y septiembre de 2017. Los productos contenían carne cruda, y huesos y órganos comestibles de vaca, pollo, cordero, pavo, cerdo, pato, reno o salmón. Algunos también incluían verduras, fibra vegetal y minerales.
Las muestras, procedentes de diez fabricantes diferentes de Suecia, Noruega, Finlandia, Alemania e Inglaterra, se analizaron en busca de bacterias que podrían representar un riesgo para la salud de los animales y las personas. Los resultados confirman que todas contenían especies de Enterobacteriaceae como la E. coli, indicadora de contaminación fecal y de los estándares de higiene.
El 52 % de las muestras analizadas contenía niveles que excedían el umbral máximo establecido por los reglamentos de la Unión Europea (UE) de 5.000 bacterias por gramo. Según el análisis, la mayoría de las especies identificadas no causan infección, salvo E. coli, que se encontró en aproximadamente un tercio de las muestras.
C. perfringens, otro marcador de contaminación fecal y estándares de higiene, se encontró en el 30 %. Dos de las muestras incluso superaron los límites máximos establecidos por las directrices suecas.
Las especies de Salmonella, que pueden provocar infecciones de animales a personas y que están prohibidas en cualquier producto destinado a la alimentación animal, se encontraron en el 7 %. Las de Campylobacter, muy sensibles a la congelación, se hallaron en solo tres muestras de tres fabricantes diferentes. “Es más probable que Campylobacter estuviera presente en más muestras antes de la congelación”, indican los autores.
El estudio resalta la importancia de almacenar y tratar adecuadamente estos alimentos crudos para perros debido a los riesgos potenciales para la salud que plantean.
Para disminuir el riesgo de infección y la resistencia a los antibióticos, los científicos suecos proponen en su trabajo una serie de recomendaciones:
- La comida cruda debe conservarse congelada hasta su uso y descongelarla a 10 ºC.
- Es necesario mantenerla separada de otros alimentos.
- Se debe manipular con utensilios de cocina diferentes o lavarlos bien después de cada uso.
- Mantener una buena higiene en todo momento y no dejar que los perros laman a sus dueños después de darles de comer.
- No alimentar a los perros con dieta BARF si están siendo tratados con antibióticos. Esto aumentaría el riesgo de resistencia a los antibióticos.
Referencia bibliográfica:
Josefin Hellgren et al. "Occurrence of Salmonella, Campylobacter, Clostridium and Enterobacteriaceae in raw meat-based diets for dogs" Vet Record 4 de marzo de 2019