A principios de los 90, Cynthia Kenyon revolucionó la investigación al descubrir que mutaciones genéticas en un minúsculo gusano duplicaban la duración de su vida. Hoy Kenyon es referente mundial en longevidad y forma parte de Calico, la compañía de Google que estudia el envejecimiento. La científica confía en que sus hallazgos ayuden a ralentizar enfermedades como el alzhéimer.
El cofundador de Google, Larry Page, puso en marcha en 2013 Calico, una compañía que investiga el envejecimiento y sus enfermedades asociadas. En los cinco años que lleva en funcionamiento la compañía ha publicado quince notas de prensa.
Esta comunicación con cuentagotas provoca que varios medios internacionales la acusen de estar rodeada de secretismo, algo que niega tajantemente Cynthia Kenyon, su vicepresidenta de Investigación en Envejecimiento.
“No es muy diferente de una compañía farmacéutica. No creo que en Calico haya secretismo en absoluto”, responde a Sinc en un encuentro con medios con motivo del ciclo de conferencias CNIO-“la Caixa” Frontiers Meeting celebrado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas con el apoyo de la Fundación “la Caixa”.
Según la bióloga molecular, las empresas pequeñas financiadas con capital riesgo tienen que recaudar fondos y publicitar lo que van a hacer –tenga éxito o no–; pero Calico, al contar con el apoyo económico de Google, solo publica aquello que sale adelante, como resultados de investigaciones o acuerdos con otras compañías.
Un ejemplo es el experimento que hicieron con los ratopines rasurados (ratas topo desnudas), con el que descubrieron que su riesgo de muerte no aumentaba con la edad. Kenyon lleva 25 años estudiando el envejecimiento de otro modelo animal, un diminuto gusano “más pequeño que una coma” llamado Caenorhabditis elegans.
A principios de los 90 descubrió que mutaciones en el gen daf-2 duplicaban la vida del animal. “Fue asombroso. Podías ralentizar drásticamente el ritmo de envejecimiento”, recuerda. Sus investigaciones y las de otros laboratorios encontraron más genes relacionados con la longevidad, una extensa red que parece estar presente en todos los animales, incluidas las personas. “Descubrimos un sistema de control universal del envejecimiento”, subraya.
Los científicos también han encontrado que los mismos mecanismos que protegen al animal del desgaste del envejecimiento lo fortalecen frente al estrés ambiental. En experimentos de laboratorio han averiguado que los que tienen mutaciones en algunos de estos genes resisten condiciones adversas como falta de comida, mucho calor o presencia de toxinas.
También han comprobado que cuando se ralentiza el proceso de envejecimiento en modelos animales, las enfermedades relacionadas con la edad, como el cáncer, cardiopatías o diabetes, aparecen más tarde. “Las condiciones que alargan la vida en estos animales posponen la enfermedad de Alzheimer o la hacen más débil”, concreta Kenyon.
Uno de los fármacos que los científicos utilizan para alargar la vida de estos modelos está aprobado para su uso en humanos pero con una finalidad muy diferente. Es la rapamicina, un inmunosupresor que se utiliza en trasplantes para evitar que el sistema inmune rechace al nuevo órgano.
También se usa como tratamiento de algunos cánceres, al frenar el crecimiento de los tumores. El problema son sus fuertes efectos secundarios algo que, según Kenyon, están tratando de mejorar las compañías farmacéuticas.
La científica valora con optimismo lo conseguido en las dos últimas décadas. “Los estudios que comenzaron en gusanos en nuestro laboratorio y que han seguido otros conducen a nuevas rutas para retrasar el envejecimiento humano”, destaca.
Sobre la hipotética inmortalidad que pregonan algunos gurús científicos como Aubrey de Grey o José Luis Cordeiro, la investigadora no puede estar más en desacuerdo.
“Soy muy agnóstica al respecto. Creo que las personas que dicen que en algún momento de la vida seremos inmortales simplemente hablan por hablar”, señala a Sinc. A diferencia del ratopín rasurado que, como han descubierto en Calico, tiene las mismas posibilidades de morir cada día, los humanos y otros animales presentan un mayor riesgo de fallecer según envejecen.
En su caso personal, la clave para estar saludable a sus 64 años es seguir una dieta baja en azúcar y practicar ejercicio. No obstante, recalca hablar como ciudadana, “no como científica” cuando se le pregunta sobre sus secretos para estar sana.
Toma aspirina infantil y no ingiere ningún componente antiedad. En su opinión, hacen falta buenos ensayos clínicos para que las compañías de alimentos puedan vender productos naturales que desaceleren el envejecimiento, si los hubiera. El problema es que estas pruebas implican financiación. Como alternativas, Kenyon propone el crowdfunding o que sean los gobiernos quienes las sufraguen.
La bióloga molecular menciona los avances hechos por María Blasco, directora del CNIO, al alargar los telómeros de ratones y con ello, su esperanza de vida. “En última instancia, podría haber una manera de aprovechar toda esta investigación para mejorar la salud de las personas”, concluye.