Con motivo del 50 aniversario de la Facultad de Ceincias de la Universidad de Navarra, Francisco J. Ayala, uno de los expertos en evolución y autor de Darwin y el diseño inteligente, ofreció un ciclo de conferencias donde recordó que la ciencia es, además de muchas cosas, "una inversión fabulosa".
150 años después de la publicación de El origen de las especies, ¿cuánto ha evolucionado la Teoría de la Evolución de Darwin?
Ahora conocemos cien veces mejor los procesos evolutivos descubiertos por Darwin hace más de 150 años. Claro está que el 1% descubierto por él fue el más importante. Sin embargo, lo que queda por saber es todavía muchísimo más, con enormes aplicaciones en genética, química o agricultura.
A pesar del tiempo transcurrido, hay quien duda todavía sobre la veracidad de la teoría de la evolución...
La Historia de la Evolución ha sido sobradamente comprobada y ratificada a través del estudio de restos fósiles, anatomía comparada de diversas especies y, sobre todo, mediante el avance de la biología molecular.
Con esta última podremos reconstruir la historia de las especies con absoluta precisión, si se invierten esfuerzos y recursos para desentrañar los 3.000 millones de letras que componen el ADN de cada especie. Es decir, la información que cabría en 1.000 volúmenes del tamaño de la Biblia.
¿Qué preguntas quedan entonces por responder?
Muchísimas: ¿Cómo funcionan las señales químicas mediante las que se comunican las neuronas para transformarse en ideas y conceptos?, o ¿qué genes nos diferencian de los chimpancés, más parecidos a nosotros que los gorilas, y de los que apenas diferimos en el 1% del genoma?
¿Y cómo nos afecta este avance en el conocimiento en nuestra vida diaria?
Por ejemplo, en el consumo de los alimentos llamados transgénicos. Por supuesto, la variación genética puede utilizarse de forma errónea, pero en EE UU la población no se asusta al saber que más del 80% de las plantas que consume están modificadas genéticamente. En mi opinión, los transgénicos han sufrido una campaña de descrédito que obedece a intereses políticos, no a razones científicas.
Como antiguo presidente de la American Association for the Advancement of Science -editora de la revista Science- y asesor científico del presidente Clinton, ¿su experiencia es que los políticos están concienciados sobre ciencia o sólo sobre las inversiones que les resultan rentables?
Es absolutamente necesario que los países inviertan en ciencia. EE. UU. dedica el 3% del PIB a investigación y obtiene rendimientos del 50% de su Producto Interior Bruto. La ciencia es también una inversión fabulosa.
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