Entender la genética de este trastorno y la asociación con otras patologías ayudará a prevenir y diagnosticar precozmente a los y las pacientes y facilitará la investigación de nuevas terapias dirigidas.
La población infantil que vive en lugares con mayor concentración de partículas contaminantes PM2,5 y con pocas zonas verdes podría tener hasta un 62 % más de posibilidades de desarrollar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Por el contrario, la que vive en áreas más verdes y con menos polución tiene un 50 % menos riesgo, según un estudio realizado en Canadá.
Tras casi dos meses confinados, los niños y niñas menores de 14 años comienzan a disfrutar de su permiso para salir a la calle. Aquellos con necesidades especiales ya podían hacerlo, como excepción al Real Decreto del estado de alarma. Aunque fuera bueno para su bienestar, muchas familias no lo han aprovechado hasta ahora por temor a contagios o a represalias de los vecinos.
Un equipo multidisciplinar de científicos, con participación de la Universidad Politécnica de Madrid, ha desarrollado una nueva metodología para el prediagnóstico rápido de una de las patologías más frecuentes en niños de edad escolar, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). La prueba resulta muy sencilla de implentar en los centros escolares y sanitarios.
Incluso cumpliendo los límites permitidos por la Unión Europea, las partículas finas se asocian con una reducción del cuerpo calloso, una estructura relacionada con el TDAH y el espectro autista. Concretamente, un aumento de 7 μg/m3 en los niveles de estas partículas se asoció con una reducción de casi el 5 % del volumen medio del cuerpo calloso.
El riesgo de desarrollar síntomas de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) durante la infancia podría verse modulado por la dieta de la madre durante el embarazo. Así concluye un nuevo estudio, liderado por investigadores españoles, que revela que cuanto mayor es la proporción de omega-6 con respecto a la de omega-3, mayor es el riesgo de mostrar síntomas de TDAH a los 7 años.
Algunas variaciones en el gen LPHN3 –relacionado con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños y adultos– podrían favorecer la predisposición a consumir tabaco, alcohol, cannabis y otras sustancias adictivas, según un nuevo estudio. El hallazgo contribuirá a facilitar nuevas herramientas genéticas para mejorar la prevención de conductas adictivas en las personas afectadas por el TDAH.
Un estudio internacional con participación española ha identificado doce fragmentos de ADN relacionados con la probabilidad de padecer TDAH. El trabajo se ha centrado en el papel que tienen en este trastorno psiquiátrico las variantes genéticas frecuentes en la población general.
Investigadores de la Universidad de Girona aportan evidencias de la posible asociación entre el uso de fitosanitarios agrícolas y mayor incidencia de ELA y TDAH. También apuntan que el riesgo de ocurrencia de la patología y el trastorno asociado a vivir cerca de zonas agrícolas podría aumentar cuando coincide con la exposición a altos niveles de contaminantes derivados del tráfico.
Una investigación llevada a cabo por expertos de varios centros catalanes supone un nuevo avance sobre las bases genéticas del comportamiento agresivo en la especie humana. El trabajo también revela una base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y entre la agresividad en adultos y la depresión severa.