Incluso cumpliendo los límites permitidos por la Unión Europea, las partículas finas se asocian con una reducción del cuerpo calloso, una estructura relacionada con el TDAH y el espectro autista. Concretamente, un aumento de 7 μg/m3 en los niveles de estas partículas se asoció con una reducción de casi el 5 % del volumen medio del cuerpo calloso.
Cuando estás comiendo, tu mascota levanta las cejas y adopta un aire de tristeza, así sabes que te está pidiendo que compartas. Esa expresividad no la tenían los primeros perros domesticados. El movimiento de sus cejas evolucionó con el tiempo y ha permitido que ambas especies nos entendamos mejor.
Un equipo internacional ha investigado cómo el comportamiento y la conducta de los chimpancés se han visto afectados por la actividad humana. Los resultados son contundentes: la cultura de los chimpancés que adquieren durante generaciones está perdiendo diversidad debido a la creciente perturbación humana.
Investigadores del Instituto de Biología Evolutiva han analizado 300 elementos móviles del ADN en moscas de la fruta que podrían contribuir en la respuesta al estrés, el desarrollo embrionario y el comportamiento, claves para la evolución de las especies.
La imagen de un gran tiburón blanco saliendo con fuerza del agua para capturar a sus presas no es exclusiva de esta especie. El tiburón peregrino, el segundo pez más grande del mundo y pacífico consumidor de plancton, se eleva fuera del agua tanto como lo hace su primo depredador y a una velocidad de 5,1 metros por segundo. Es el protagonista de #Cienciaalobestia.
Cerca de 60 años han dedicado los científicos a estudiar el zorro y tratar de domesticarlo. Durante este experimento a largo plazo, el Instituto Ruso de Citología y Genética ha seleccionado grupos de zorros para recrear el proceso de domesticación como el que ocurrió de los lobos a los perros modernos. Ahora se ha secuenciado por primera vez su genoma y se han detectado 103 regiones responsables de su comportamiento dócil o agresivo.
Una investigación llevada a cabo por expertos de varios centros catalanes supone un nuevo avance sobre las bases genéticas del comportamiento agresivo en la especie humana. El trabajo también revela una base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y entre la agresividad en adultos y la depresión severa.
Los submarinistas nadan en los fondos marinos del Mediterráneo la mayoría de las veces en busca de peces para observarlos; en otras ocasiones, lo hacen para pescarlos. Frente al peligro, estos animales han aprendido a diferenciar entre unos intrusos y otros, y su comportamiento se vuelve más evasivo ante la presencia de un buzo con arpón. Son protagonistas del #Cienciaalobestia.
Vivir en grandes ciudades, experimentar abuso físico o sexual, consumir cannabis o abusar del alcohol durante la infancia o la adolescencia son algunos elementos que pueden determinar el riesgo de comportamiento violento en la edad adulta. Así concluye una nueva investigación, publicada en Molecular Psychiatry, que subraya como en los individuos con tres o más de estos factores se multiplica hasta diez veces la posibilidad de presentar actitudes agresivas.
A pesar de que los más pequeños no usan las redes sociales, sí se interesan por la imagen que la gente de su entorno tiene de ellos. Una revisión de estudios revela que a los cinco años ya planean su comportamiento para agradar a las personas que admiran. Por ejemplo, son más generosos si se saben observados por alguien con quien más tarde volverán a interaccionar que con desconocidos.