La ruptura de una balsa minera de la empresa Boliden contaminó el corredor del río Guadiamar y los vertidos llegaron a las puertas del Parque Nacional de Doñana, hace 25 años. En aquel momento, Miguel Ferrer era el director de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, una institución con un papel fundamental en su recuperación. En la actualidad, este paraje natural único sigue amenazado por la sequía y la sobreexplotación de acuíferos.
Un vertido mucho mayor que el del Prestige liberó en Aznalcóllar un 25 de abril de hace 18 años dos millones de metros cúbicos de lodos tóxicos ricos en metales pesados y cuatro de aguas ácidas, dejando a su paso un rastro de destrucción en las cuencas de los ríos Agrio y Guadiamar. Los estudios para evaluar los daños en el suelo, vegetación y fauna del lugar no han tenido tregua desde entonces. Mientras, la mina se prepara para su reapertura en 2018.
Capa de lodo gris contaminada bajo la cual se observan numerosos ejemplares adultos de Tapinoma nigérrima y sus larvas en contacto directo con la capa contaminada.
El riesgo existía y los científicos avisaron hasta seis meses antes. El 25 de abril de 1998 se produjo la mayor catástrofe ambiental de España: la ruptura de la balsa de la mina de pirita de Aznalcóllar que contaminó el corredor del río Guadiamar y llegó a las puertas del Parque Nacional de Doñana. Una década después del vertido, los niveles de contaminación son bajos gracias a los esfuerzos que, en su día, realizaron los investigadores, pero todavía no existen protocolos de actuación con asesoramiento científico para que las instituciones actúen en caso de crisis.
Diez años del vertido de Aznalcóllar (I)