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Un equipo investigador en EE UU ha demostrado que una familia de citoquinas, moléculas del sistema de las defensas que combaten la inflamación, no solo actúa contra los patógenos: también modifica el comportamiento al actuar sobre distintas regiones del cerebro. El trabajo se ha llevado a cabo en ratones.
El estudio de más de 600 herramientas de la zona norte del asentamiento, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, indica que fue un poblado complejo y de larga duración, y no un mero lugar de reuniones temporales ni un santuario. La investigación también revela que se basaba en una economía cooperativa y diversificada.
Un nuevo estudio revela que ellas utilizan más el smartphone que otros géneros y presentan mayor temor a la crítica social en línea. Los autores apuntan que “podrían necesitar estrategias específicas de prevención y apoyo, ya que están más expuestas a sufrir por esta dependencia tecnológica”.
Dos estudios coliderados por el Instituto de Astrofísica de Andalucía han observado con un detalle sin precedentes la región Sagitario C, situada cerca del centro galáctico. Los hallazgos ayudan a entender por qué la tasa de formación estelar es más baja de lo esperado en una zona tan rica en gas.
Un estudio en modelos animales sugiere que las hormonas femeninas estimulan las células T reguladoras —linfocitos pertenecientes al sistema inmunitario— para que produzcan un tipo de opioide y así regular el dolor. Este hallazgo podría desarrollar nuevos enfoques para tratar el dolor crónico.
Un nuevo método combina inteligencia artificial generativa y técnicas cuánticas para diseñar secuencias de aminoácidos capaces de adherirse a distintos plásticos. El objetivo del nuevo estudio es desarrollar tecnologías basadas en péptidos que ayuden a encontrar, capturar y destruir estas partículas microscópicas que contaminan los ecosistemas y dañan la salud humana.
La industria textil se erige como una de las mayores fuentes de estas partículas. A través del lavado de tejidos sintéticos, contaminan océanos y suelos y afectan a sus organismos. Además, se meten en la cadena alimentaria y pueden ingerirse a través del pescado y el marisco.
Desde que fueron identificados por primera vez en el intestino y las heces, los científicos han hallado microplásticos en cada rincón de nuestro cuerpo. El último ha sido el cerebro. Sin embargo, todavía no están claras las consecuencias de esta acumulación para nuestra salud.
Cada año se vierten al medio natural millones de toneladas de fragmentos de plástico, una polución que se ha extendido por todo el planeta. Pero con miles de estudios publicados, los científicos aún están investigando cuáles son los efectos concretos de la contaminación microplástica en el medio ambiente.
Un nuevo estudio señala que estos animales en estado salvaje han desarrollado un sistema de comunicación basado en estructuras semánticas complejas. Este hallazgo podría ayudar a descifrar la evolución de las formas de expresión humana.