Con un parámetro sencillo, económico y de corta duración, investigadores de la Universidad de Alcalá han realizado un bioensayo que tiene en cuenta el comportamiento de alimentación de un caracol acuático expuesto a cadmio para evaluar cómo afecta este metal tóxico al comportamiento en su alimentación. Sus resultados podrían aplicarse para hacer informes de evaluación de riesgo ambiental.
El principal objetivo de la eco-toxicología es valorar el efecto que causan los compuestos químicos sobre los ecosistemas. Tradicionalmente se han realizado bioensayos de laboratorio con el objetivo de valorar la mortalidad que causan esos compuestos sobre diferentes especies. El problema es que estos bioensayos se emplean concentraciones muy elevadas, que no suelen encontrarse en los ecosistemas naturales, por lo que carecen de relevancia ecológica. También sucede que algunos parámetros necesitan mucho tiempo de experimentación (reproducción, crecimiento), lo que encarece y dificulta los bioensayos.
Investigadores de la Universidad de Alcalá han evaluado el efecto del cadmio sobre el comportamiento de alimentación de un caracol acuático (Potamopyrgus antipodarum), obteniendo como resultado un bioensayo sencillo y económico que en 11 días ofrece información sobre cómo este metal tóxico afecta el comportamiento de alimentación de estos caracoles. Estos bioensayos tiene además la ventaja de que se pueden utilizar bajas concentraciones de tóxico que no son letales, siendo ambientalmente realistas.
En el desarrollo del estudio los animales fueron expuestos a diferentes concentraciones de cadmio y se les ofreció comida dispersa en lugares diferentes. Después, los invertebrados fueron transferidos a agua sin tóxico y se les siguió ofreciendo comida. Los resultados mostraron que el cadmio reduce la capacidad de este caracol para localizar la comida, efecto adverso significativo tanto durante la exposición como durante el periodo de recuperación.
“El cadmio podría haber disminuido la capacidad de los caracoles de detectar las señales químicas que emite la comida o reducir su capacidad motora”, concluye Álvaro Alonso, profesor de Ecología de la Universidad de Alcalá y coautor del estudio. “Este tipo de bioensayos proporcionan datos científicos que sirven para hacer informes de evaluación del riesgo ambiental”, añade.
Una especie invasora de Nueva Zelanda
Potamopyrgus antipodarum, conocido como caracol del cieno, puede vivir en una amplia gama de hábitats de agua dulce, si bien tolera amplios rangos salinos. Los adultos miden de 5 a 10 milímetros, y es una especie invasora procedente de Nueva Zelanda que ha colonizado casi todos los continentes. Tiene una gran capacidad de colonización y alta tasa reproductiva, que produce poblaciones muy abundantes, produciendo una modificación de la cadena trófica de los ecosistemas acuáticos; desplazamiento y competencia con especies autóctonas y un impacto potencial en las infraestructuras acuáticas.
Una de las claves de su éxito como especie invasora es que su reproducción es partenogenética: la hembra puede tener descendencia sin ser fecundada por un macho (reproducción asexual), por lo que la llegada de una sola hembra a un río o lago puede potencialmente dar lugar a una población numerosa. Además, puede ser transportado por peces y aves, ya que resiste el paso por su tubo digestivo.
Referencia bibliográfica:
Alonso, Álvaro; Valle-Torres, Guillermo. “Feeding behavior of an aquatic snail as a simple endpoint to assess the exposure to cadmium”. Bulletin of Environmental Contamination and Toxicology, Vol. 100, No. 82–88 (enero 2018). DOI: 10.1007/s00128-017-2230-3.