El carbonero común que vive en el medio urbano ha evolucionado para tener más capacidad de exploración y muestra menos temor a las cosas nuevas que los compañeros de especie que viven en el medio natural. Así lo revela una investigación liderada por el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, en la que confirman que los pájaros de ciudad son más valientes.
¿Es muy diferente el comportamiento de los habitantes del ámbito rural del que tienen los que viven en las ciudades? En el caso de las aves, parece que sí. Los que viven en ciudades son más atrevidos y valientes a la hora de explorar y tienen menos miedo de las novedades. Lo han demostrado investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, con la colaboración de científicos de otros centros y universidades.
La mitad de la población mundial ya vive en ciudades y este porcentaje se incrementa con rapidez. Esto significa más urbanización del territorio. A menudo se ha dicho que esto perjudica a las especies que viven en el medio natural, que ven cada vez más restringido y degradado su hábitat. Pero también se ha observado que muchos individuos se adaptan al medio urbano, hasta el punto de que dentro de la misma especie acaban teniendo rasgos diferentes a los de sus compañeros que siguen viviendo en entornos no urbanizados.
Varios estudios han tratado de averiguar si el medio donde viven ciertos pájaros afecta a su personalidad. El comportamiento relacionado con la exploración del territorio, la precaución y la neofobia –temor a las cosas nuevas– tiene, según observaron los ornitólogos, un fuerte componente hereditario. Pero otros trabajos muestran resultados contradictorios o no suficientemente claros que no permitían afirmar si los individuos que viven en hábitats urbanos son más osados o menos neofóbicos.
Joan Carles Senar y Sepand Riyah, del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona , junto con Mats Björklund, de la Universidad de Uppsala (Suecia), y Fernando Mateos-González, de la Universidad de Texas (EE UU) y del Instituto Max Planck de Constanza (Alemania), decidieron analizar estos comportamientos con el carbonero común (Parus major), un pájaro de unos 14 centímetros de tamaño que tiene sobre el pecho amarillo una banda negra, como si llevara corbata.
Los pájaros que no le tienen miedo a las linternas
Los investigadores capturaron 130 individuos en tres hábitats diferentes. Más de la mitad provenían del área de Can Catà, en el Parque Natural de Collserola, una zona boscosa dominada por robles y encinas en el fondo del valle y por pinos en las partes elevadas. Los 74 pájaros capturados aquí formaban la población rural. En el Parque de la Ciutadella se capturaron 21. Son los "urbanitas". Finalmente, había 35 que provenían de los Jardines de Can Sentmenat, junto al Desierto de Sarrià. Esta zona es parcialmente boscosa, pero también tiene varios edificios en su interior y alrededores. Sería un área periurbana.
A los pájaros se los colocó en unos espacios donde tenían el agua que quisieran y cacahuetes para comer. También se les suministraban, a través de un comedero, gusanos como complemento alimentario. Se les sometió a dos pruebas de comportamiento. Un día se introdujo en el comedero un bolígrafo linterna. Esto servía para medir el atrevimiento o la neofobia de los individuos, según el tiempo que tardaran en acercarse para obtener el alimento. Una segunda prueba consistió en abrirles la puerta de su habitáculo para que pudieran pasar a otra habitación donde había cinco árboles artificiales. Su comportamiento revelaba su tendencia a explorar un nuevo entorno.
Los resultados, publicados en Journal of Ethology, revelan que los pájaros del área urbana y de la periurbana eran más proclives a explorar el entorno y también se acercaban antes al objeto nuevo. También se les tomó sangre para estudiar diferencias genéticas.
Los científicos observaron que las aves urbanas mostraban en un gen determinado (DRD4), relacionado con el comportamiento, menos proporción de una variante que, en estudios anteriores, se había asociado a comportamiento más tendente a la exploración. Por tanto, en el caso de la genética los resultados parecen contradictorios.
“El estudio certifica que la urbanización es un elemento de presión que lleva a seleccionar individuos más dados a explorar, más atrevidos y que se asustan menos ante nuevos objetos. El medio rural suele ser más estable y, por tanto, estas cualidades no son tan necesarias”, explica Joan Carles Senar. En todo caso, la investigación demuestra que la presión selectiva que provoca la ciudad también facilita un experimento natural sobre la evolución de algunas especies, y permite ver cómo, sometidos a situaciones diferentes, cada población evoluciona para adaptarse al nuevo medio.