Un estudio liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales revela los microorganismos que viven dentro de las rocas de los ambientes hiperáridos. Para encontrar vida en estas áreas, hay que recurrir a los microambientes endolíticos, los hábitats localizados en los poros y fisuras del interior de las rocas.
¿Qué condiciones se requieren para que exista vida? ¿Y cuáles para que se origine un ecosistema? En los ambientes extremos, como los desiertos hiperáridos, la vida solo subsiste en raras ocasiones y para ello es imprescindible la presencia de agua.
Los investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) Jacek Wierzchos, Asunción de los Ríos y Carmen Ascaso nos descubren los microorganismos que viven dentro de las rocas de los ambientes hiperáridos.
Los desiertos cubren el 30% de los continentes. Dentro de estos existen zonas hiperáridas, con precipitaciones anuales inferiores a 5 mm e incluso de 2 mm anuales, donde la vida constituye un auténtico reto. Pero la escasez de agua no es el único desafío.
Los microorganismos que sobreviven en estos ambientes han de soportar una radiación solar letal, temperaturas que pueden oscilar 50⁰C en solo 12 horas, carencia de nutrientes y, con frecuencia, una elevada salinidad.
A pesar de las condiciones tan inhóspitas que se dan en los desiertos hiperáridos, los microorganismos han elaborado estrategias de colonización que les han permitido vivir en estos ambientes. Pero la vida en ellos en ningún caso es fácil, ya que el más mínimo cambio desfavorable rompe el sutil equilibrio y conduce a la extinción.
Para encontrar vida en los desiertos hiperáridos, hay que recurrir a los microambientes endolíticos –hábitats localizados en los poros y fisuras del interior de las rocas–. Es en estos microambientes donde, ocasionalmente, se puede condensar agua gracias a que las humedades relativas nocturnas suelen ser algo más altas.
El sistema de poros y fisuras naturales de la roca proporciona a los microorganismos unas condiciones de humedad más favorables que en el exterior, una protección frente a la radiación solar, una atenuación de las fluctuaciones de la temperatura, al tiempo que deja el paso de la radiación que permite la fotosíntesis.
Además, se cree que los depósitos de minerales junto con los microorganismos endolíticos pueden generar un ambiente relativamente aislado con un reciclaje eficiente de nutrientes.
El ejemplo de Atacama
Frente a la escasa precipitación en las zonas hiperáridas, en algunas zonas costeras del desierto de Atacama los microorganismos recurren a la humedad que proporciona la niebla o la condensación del rocío, produciéndose una colonización epilítica, principalmente por líquenes.
Cuando las condiciones se vuelven más áridas, la vida sobre las rocas desaparece y se 'mueve' a los hábitats hipolíticos, donde encuentran refugio cianobacterias unicelulares o filalmentosas, hongos, algas verdes y, a veces, algas diatomeas. Estos hábitats están formados por piedras semitransparentes compuestas de cuarzo.
Pero en las zonas hiperáridas la vida solo es segura en el interior de las rocas, cuyas fisuras y grietas conectadas con la superficie son colonizadas por algas, hongos, cianobacterias y bacterias heterótrofas. Los espacios porosos de la roca son ocupados por organismos criptoendolíticos, más frecuentes en las areniscas porosas de cuarzo. Estas comunidades criptoendolíticas, que se caracterizan por su complejidad y diversidad, fueron descritas por primera vez en Los Valles Secos de la Antártida, un desierto singular con una hiperaridez y frío extremos.
El área de Yungay, en el desierto de Atacama, es posiblemente el lugar más seco del planeta. Las rocas de halita –cloruro sódico– de esta zona están colonizadas por cianobacterias, bacterias heterótrofas y arqueas. Este sistema ecológico, que aprovecha las peculiares características de estas rocas evaporíticas e higroscópicas, puede considerarse único.
Si se confirmasen las evidencias de que en Marte hubo masas de agua salada que al evaporarse dieron lugar a depósitos de cloruros y yesos, cabría esperar que la potencial vida microbiana se hubiera refugiado en el interior de las rocas y costras evaporíticas, tal y como sugieren los estudios realizados en las últimas décadas en los desiertos de todo el mundo.
Referencia bibliográfica:
Wierzchos, J., de los Ríos, A., Ascaso, C. 2012. "Microorganismos en rocas: camellos de desiertos hiperáridos". En: Microbios en Acción. Casamayor, E. O., Gasol, J. M. coord. Pp.: 85-95. Ed. CSIC y La Catarata, Madrid.
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