Estos enigmáticos patrones circulares rodeados de vegetación no son exclusivos de Namibia y Australia como se pensaba. Con imágenes por satélite e inteligencia artificial, investigadores españoles los han localizado en 263 zonas desérticas de más de 15 países en tres continentes.
Un estudio liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales revela los microorganismos que viven dentro de las rocas de los ambientes hiperáridos. Para encontrar vida en estas áreas, hay que recurrir a los microambientes endolíticos, los hábitats localizados en los poros y fisuras del interior de las rocas.
Los científicos llevaban décadas tratando de explicar los anillos de pasto conocidos como ’circulos de hadas’ que aparecen en los desiertos del sudoeste de África. Ahora un investigador alemán parece haber dado con la clave: las termitas. Estos insectos retiran la vegetación del interior del círculo, lo que evita la transpiración de la escasa agua subterránea y, así, la pueden aprovechar.
A unos días de la celebración de la Cumbre Rio+20 en Brasil, cerca de 40 científicos han escrito una carta en la revista Science para reivindicar el valor de los desiertos, que cubren el 17% de la superficie terrestre. Para Mar Cano, una de las autoras del escrito e investigadora en la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA/CSIC), la conservación de especies es crucial para un desarrollo sostenible.
Los paisajes desérticos con cactus columnares, llamados cardonales, podrían verse amenazados por el ganado ávido de comida y agua. En el desierto argentino, el ganado asilvestrado es responsable de serios daños en la corteza de los cactus. Así lo demuestra un estudio liderado por ecólogos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
En el genoma, los genes que codifican por proteínas similares y que se regulan conjuntamente suelen encontrarse cerca. Pero también hay genes que no tienen esta particularidad y, aun así, se mantienen juntos en el genoma. Por qué se separan, o no, algunos genes, ligados ancestralmente en el genoma, es una incógnita que ahora tiene una nueva respuesta científica, según se desprende de un artículo publicado en la revista Genome Research.