Los modelos de conservación de la biodiversidad de los bosques tropicales dificultan el acceso de los indígenas a los recursos forestales como la caza y las plantas silvestres. Un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, que vivió durante un año y medio con varias comunidades de Indonesia, la cuenca del Congo y la Amazonia boliviana, recomienda la implementación de políticas de conservación bioculturales que tengan en cuenta no solo la salud de los bosques, sino también el bienestar de las sociedades indígenas, su cultura y los cambios a los que están sometidos.
A pesar de su contacto cada vez más frecuente con los objetos del mercado, los pueblos indígenas que viven en bosques tropicales continúan dependiendo de los recursos forestales para su supervivencia, especialmente de la caza y la recolección de plantas silvestres, así como de materias primas para la fabricación de sus casas y enseres domésticos.
Sin embargo, las actuales políticas de conservación que apuestan por restringir el uso humano de los bosques tropicales para facilitar la protección de su diversidad biológica dificultan el acceso de las sociedades indígenas contemporáneas a estos recursos de primera necesidad. Así lo constata una investigación desarrollada por un grupo de científicos del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) liderados por Victoria Reyes-García.
El proyecto ha permitido estudiar las formas actuales de conservación de la biodiversidad y su repercusión en las sociedades indígenas contemporáneas que residen en estas zonas, así como los cambios culturales y económicos que amenazan su estrecha relación con el medio ambiente y que, al mismo tiempo, ponen en peligro el éxito de la conservación. El estudio se ha realizado a partir del análisis de tres sociedades indígenas de Borneo, la cuenca del Congo y la Amazonia.
Subvencionado con un importe de un millón de euros a través de una Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación (en el VII Programa Marco de la Unión Europea) concedida a Reyes-García, el proyecto ha analizado en profundidad estas tres sociedades indígenas durante cinco años para entender mejor sus sistemas de conocimiento, a menudo olvidados.
Comunidad de los baka, semi-nómadas de la cuenca del río Congo. / Romain Duda
“Las políticas de conservación de los bosques tropicales obstaculizan el uso de recursos del bosque con finalidad comercial, como por ejemplo la tala de madera, pero también los usos orientados a la subsistencia de las comunidades locales, incluidos los pueblos indígenas que han manejado los bosques durante milenios” indica Reyes- García, quien explica que son precisamente estas sociedades las mejores guardianas de estas zonas y las más interesadas en su conservación debido a su elevada dependencia de ellas.
Un uso irregular de los bosques
A pesar de su gran dependencia de los recursos forestales, el estudio determina que los pueblos indígenas utilizan los bosques tropicales de forma muy difusa, dejando muchas áreas sin frecuentar. La baja densidad demográfica de estos grupos también contribuye a que su impacto en los ecosistemas forestales sea débil y poco intensivo.
Para obtener esta información, los investigadores vivieron durante año y medio integrados en las comunidades de los punan Tubu (cazadores recolectores de Borneo, en Indonesia), los baka (semi-nómadas de la cuenca del río Congo) y los tsimane’ (recolectores-horticultores de la Amazonia boliviana).
Sus estudios consistieron en monitorizar mediante sistemas GPS las actividades de los pobladores de varias comunidades, detallando a qué zonas boscosas se desplazaban y dónde pasaban más tiempo, cuantificando así el impacto de sus actividades. La caza y la recolección de plantas, tanto para su consumo como para la elaboración de viviendas y enseres domésticos (ratán o palma, por ejemplo) o el comercio, son las principales actividades que realizan en los bosques.
No obstante, los científicos constataron que los pueblos indígenas se enfrentan a presiones externas e internas que afectan a la forma en la que utilizan el bosque. Se trata de cambios culturales y económicos que amenazan su estrecha relación con el medio ambiente. El equipo indica que los cambios culturales derivados del contacto con otras formas de vida mediante el acceso –aunque limitado– a la escuela o a sistemas de salud modernos, el aprendizaje de la lengua nacional o la integración de la economía de mercado, generan también cambios en sus creencias, percepciones y en la biodiversidad, muy probablemente eso se manifieste en cambios en los usos del bosque.
Comunidad de los tsimane, recolectores-horticultores de la Amazonia boliviana. / Álvaro Fernández Llamazares
Asimismo, los cambios en el ecosistema tienden a ser subestimados por las generaciones más jóvenes, debido a una falta de transmisión de conocimientos y de comunicación intergeneracional. “Las nuevas generaciones a menudo no perciben los cambios que ha habido en el ecosistema, porque al perderse la comunicación intergeneracional, se pierden las referencias a cómo era el ecosistema antes”, explica Reyes-García, quien añade que el desarrollo de un mercado regional y nacional de productos del bosque, como por ejemplo la carne de caza, se están convirtiendo en nuevas fuentes de ingreso, aunque también resultan en una extracción insostenible.
Como conclusión, los investigadores proponen a las autoridades la implementación de nuevos modelos de conservación de la biodiversidad que sustituyan el enfoque puramente biológico actual por un enfoque biocultural que tenga en cuenta a las sociedades indígenas que residen en estas zonas y sus necesidades para la subsistencia. Estos nuevos modelos deberían incorporar su cultura y sus sistemas de conocimiento promoviendo su transmisión entre generaciones, pero teniendo en cuenta el dinamismo de los sistemas de conocimiento y los desafíos a los que se enfrentan los pueblos indígenas.
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