Descubierto hace siete años en el yacimiento de las Hoyas (Cuenca), Concavenator corcovatus es un nuevo dinosaurio carnívoro que Francisco Ortega, Fernando Escaso y José Luis Sanz describen hoy en la revista Nature. Un esqueleto “exquisitamente preservado del Cretácico Inferior que representa un nuevo género y especie de carcarodontosáurido”. SINC habla con el primer autor e investigador de la UNED sobre el hallazgo de este terópodo de seis metros, uno de los más completos de Europa.
Francisco Ortega, investigador principal del estudio y profesor en la Universidad de Educación a Distancia (UNED) se muestra orgulloso del hallazgo. El animal de seis metros de longitud tiene una especie de joroba en su espalda, una característica nunca antes descrita en los dinosaurios, así como estructuras que comparten caracteres con las plumas en los antebrazos. Concavenator corcovatus da información detallada sobre la evolución temprana de algunas estructuras de los terópodos y podría ayudar a identificar algunos restos fragmentarios del Cretácico Inferior europeo, hace entre 145 y 99 millones de años.
¿Qué aportan los restos de este nuevo carcarodontosáurido al estudio del Cretácico inferior europeo?
Desconocemos muchos aspectos de la composición de los ecosistemas del Cretácico Inferior europeo, por lo que la presencia de un nuevo grupo de animales de gran tamaño resulta relevante para la interpretación de su estructura y su composición. Concavenator nos enseña cómo eran algunos de los depredadores que ocupaban la parte más alta de las pirámides tróficas en el sur de Europa en ese momento. Además, este animal aporta información sobre el origen del linaje al que pertenece, los carcarodontosaurios, de los que es uno de los representantes más primitivos. También nos permite conocer algunos aspectos de la historia evolutiva temprana de los terópodos modernos, sobre todo los reaccionados con el origen de las plumas, y documenta la presencia de estructuras desconocidas hasta el momento en dinosaurios, como una pequeña joroba por delante de la cintura.
En concreto, ¿qué información proporcionan estos restos fósiles sobre la evolución de los terópodos en Europa?
Pues realmente poca. Es cierto que son formas primitivas, pero si queremos entender la evolución temprana de los terópodos, no es el mejor contexto. No obstante, Concavenator aporta datos sobre la evolución temprana de algunas estructuras típicas de los terópodos modernos, como son las plumas. En este sentido es la evidencia más primitiva en el grupo de una estructura que comparte caracteres con las plumas modernas. Este hallazgo abre varias líneas interesantes. Por ejemplo, nos dice que estas estructuras aparecen en animales de gran tamaño contradiciendo cualquier función aerodinámica, y nos dice que estas estructuras estaban mucho más extendidas entre los dinosaurios carnívoros de lo que se pensaba. A partir de la evidencia facilitada por Concavenator, tendríamos que empezar a pensar que, excepto los grupos basales (los más antiguos), todos los dinosaurios carnívoros estaban, al menos parcialmente, cubiertos de plumas, y no sólo las formas más modernas y emparentadas con las aves, como se consideraba hasta ahora.
¿Por qué tenía joroba un dinosaurio carnívoro?
Para saberlo necesitaríamos tener una hipótesis robusta sobre la función de esta estructura, y no es fácil. Lo vemos en el animal, y es una de las características singulares de Concavenator, desconocida en cualquier otro dinosaurio descubierto hasta ahora. Las dos últimas vértebras por delante de la pelvis (zona de las caderas) proyectan sus espinas neurales sobre el dorso del animal formando una espina aguda. No tenemos información sobre qué tejidos rodeaban a esta proyección de las vértebras, pero analizando las estructuras desarrolladas en el dorso de los animales actuales, podríamos especular con que las vértebras de Concavenator pueden estar relacionadas con un almacén de grasa semejante al que presentan, por ejemplo, los cebúes. Sin embargo, existen muchas diferencias entra las jorobas de los mamíferos y lo que conocemos de Concavenator, como, por ejemplo, la presencia de un potente soporte óseo. Por supuesto, una estructura tan evidente como la que presenta Concavenator, podría cumplir también con un papel en la comunicación entre individuos de la misma especie o estar implicada en el soporte de un pliegue de la piel que ayudase en las estrategias de termoregulación de estos animales. Por el momento, podemos considerar que todas estas opciones son interpretaciones razonables, pero aún permanecen en el ámbito de la especulación.
¿Qué otras características morfológicas extrañas tenía además de la joroba?
En muchas aves actuales, el borde posterior de la ulna (uno de los dos huesos del antebrazo) presenta una serie de pequeños bultos alineados que sirven para la inserción de los ligamentos que sujetan los folículos de las plumas rémiges, que son las de mayor tamaño en las alas. Esta característica se había reconocido también en algunos dinosaurios carnívoros de pequeño tamaño y muy cercanamente emparentados con las aves, como Velociraptor. Lo sorprendente es que Concavenator, un animal cuatro veces más grande que Velociraptor y, en principio demasiado primitivo para tener plumas, presenta también estos pequeños bultos en la ulna. La presencia de estos bultos en la ulna de Concavenator indica que este dinosaurio conquense ya tenía estructuras en la piel que, si no son plumas, al menos comparten con ellas la posesión de un folículo fuertemente anclado mediante un ligamento a la ulna. Las escamas nunca presentan esta característica, por lo que es probable que este animal ya tuviese estructuras que constituyen un estadio ancestral de las plumas de las aves. El reconocimiento de estas estructuras en Concavenator permite ampliar el número de grupos de dinosaurios en los que, además de escamas, deberíamos considerar la presencia de estructuras antecesoras a las plumas de las aves.
¿Y cómo se ha conservado tan bien, tan completo?
Las Hoyas es un tipo de yacimiento que conocemos como “depósitos de conservación excepcional” y, como tal, los restos están exquisitamente conservados. Esto se debe las condiciones de fosilización implicadas en la formación del yacimiento, que incluyen una rápida incorporación de los restos orgánicos a tapices bacterianos. Los fósiles de Las Hoyas se caracterizan por una espectacular capacidad para reproducir los rasgos del organismo original. En este caso, la conservación de ejemplar es tan excepcional que, no sólo está prácticamente completo y articulado, sino que incluso es posible identificar algunas impresiones de la piel del animal, como las de las escamas de las patas o de la cola o parte de su contorno corporal.
¿Hay muchos restos fragmentados de terópodos del Cretácico Inferior en el yacimiento de las Hoyas?
Hay muchos restos de terópodos en otros yacimientos del Cretácico Inferior de la Península, pero no en Las Hoyas. Este yacimiento proporciona restos exquisitamente conservados, pero predominan los de pequeño tamaño (de peces, ranas, lagartos, aves…). No son comunes los animales de gran tamaño. De hecho el caso de un dinosaurio como Concavenator es, por ahora, único.
Esta familia de terópodos se creía que limita Europa de África, pero no es así…
Lo que ocurre con los carcarodontosaurios (evitando el concepto de familia) es que hasta hace unos año eran considerados como exclusivos de los continentes del sur (Gondwana: América del Sur, África, Australia…). Además, el grupo era célebre por contar con alguno de los dinosaurios carnívoros de mayor tamaño (Giganotosaurus, Carcharodontosaurus…), que popularmente podían considerarse como los “tiranosaurios del Sur”. Pero hemos empezado a encontrar carcarodontosaurios más antiguos que los de Gondwana en los continentes del Norte (Laurasia). Así que hemos comenzado a reinterpretar la historia de los dinosaurios carnívoros desarrollados en el Cretácico Inferior norteño que se hicieron grandes hiperdepredadores en los continentes del Sur a partir de la mitad del Cretácico. Una evidencia como la aportada por Concavenator nos ayuda a entender este tipo de procesos.
Tres líneas de investigación para los terópodos
Del griego theropoda (pie de bestia), este grupo de dinosaurios saurisquios (carnívoros de andar bípedo) apareció en el Triásico tardío (230 millones de años). Fueron los cazadores terrestres dominantes hasta la extinción de la mayoría en el Cretácico Superior (65 millones de años) junto todos los dinosaurios y la abundante fauna y flora de esa época. Su forma varía desde pequeños cazadores primitivos de no más de un metro, como el Eoraptor lunensis, a gigantescos depredadores de 15 metros de largo, como el Giganotosaurus carolini o el Carcharodontosaurus saharicus. El recién encontrado Concavenator corcovatus es un terópodo medio.
Hoy el grupo de la UNED de Francisco Ortega tiene abiertas tres líneas de investigación junto a científicos de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). La primera es estudiar la relación de las faunas a ambos lados del Atlántico norte durante el Jurásico Superior, para lo que mantienen excavaciones en la costa portuguesa y en los niveles de la misma edad en la Formación Morrison en el sur de Utah (EE UU).
La segunda línea trata de entender la diversidad de vertebrados terrestres en el Cretácico Inferior ibérico, analizando los vertebrados de Las Hoyas (Cuenca) y de Morella (Castellón). Y la tercera línea de trabajo se centra en analizar la composición de los ecosistemas del Cretácico Superior a partir la información que obtienen del yacimiento de Lo Hueco (Cuenca).