Hace ya más de cinco décadas que un estudio en Science alertaba de la presencia de pequeñas bolitas de plástico desperdigadas por aguas marinas. Igual que en el vertido que ahora afecta al norte de España. Repasamos la contribución de la ciencia en la respuesta a la emergencia y este problema de fondo que impacta en los ecosistemas y en la salud humana.
El vertido de pélets en las costas de Galicia tendrá, sin duda, negras consecuencias sobre la industria pesquera española. Aunque se pueda argumentar que ese sector puede no verse afectado, parece seguro que sí perjudicará la economía de pescadores y mariscadores.
El agua contaminada con la que se enfriaron los reactores nucleares ha sido tratada para retirarle los residuos radioactivos. La operación de verterla al Pacífico ha recibido críticas dentro y fuera de Japón.
Hace casi una década, el Golfo de México sufrió un enorme vertido por la explosión de una plataforma petrolífera, que afectó a cientos de animales marinos. Pero hasta ahora no se habían medido qué efectos fisiológicos sufrieron. Un estudio centrado en la raya del Atlántico –protagonista del #Cienciaalobestia– confirma que el derrame perjudicó su función olfativa, lo cual tine graves consecuencias para su supervivencia.
Investigadores de las universidades de Huelva y Oviedo han analizado el comportamiento natural del ecosistema costero tras un derrame de fuel y su capacidad para eliminar cualquier foco contaminante. Los resultados ayudarán a establecer protocolos de actuación ante vertidos de combustible en el litoral, como los que ocasionó el Prestige.
Un vertido mucho mayor que el del Prestige liberó en Aznalcóllar un 25 de abril de hace 18 años dos millones de metros cúbicos de lodos tóxicos ricos en metales pesados y cuatro de aguas ácidas, dejando a su paso un rastro de destrucción en las cuencas de los ríos Agrio y Guadiamar. Los estudios para evaluar los daños en el suelo, vegetación y fauna del lugar no han tenido tregua desde entonces. Mientras, la mina se prepara para su reapertura en 2018.
Imagen captada por el satélite Terra de la NASA donde se aprecia el vertido / NASA