Los conos, unos caracoles carnívoros de aguas profundas, protagonistas del #Cienciaalobestia, rastrean los fondos marinos en busca de peces, gusanos y otros moluscos a los que inyectan una toxina que puede ser incluso fatal para el ser humano. Pero algunos de los compuestos de este veneno podrían tener aplicaciones farmacológicas como antiinflamatorios o analgésicos, según ha descubierto un equipo de científicos.
Para evitar que su principal depredador ataque sus nidos, las hormigas toro australianas, protagonistas del #Cienciaalobestia, han creado una molécula de veneno perfectamente adaptada para generar en este mamífero un dolor más duradero que una simple picadura. El estudio también podría tener implicaciones en la búsqueda de fármacos para personas con dolor crónico.
El veneno de un gran número de animales venenosos como los escorpiones, protagonistas del #Cienciaalobestia, apenas ha sido estudiado, y cuando se ha hecho, el animal ha tenido que ser sacrificado. Un nuevo método, aplicado directamente sobre el veneno, ha permitido analizar en profundidad cómo estos artrópodos producen esta sustancia sin que mueran.
Al contrario que otras especies de cobras, cuyo veneno es neurotóxico, el de las cobras escupidoras es citotóxico y puede causar ceguera. Un equipo con investigadores del CSIC publica la primera evidencia de que el comportamiento defensivo del género Naja influyó en la composición de su veneno.
Las sustancias venenosas no son exclusivas de reptiles, anfibios y peces. El ornitorrinco, algunas musarañas, los primates loris y los murciélagos vampiro las emplean con diferentes propósitos: depredación, defensa o competencia. Estos animales de aspecto inofensivo son protagonistas del #Cienciaalobestia en el Día Mundial de los Animales.
Un equipo científico, formado por varias instituciones españolas, ha detectado una relación directa entre la mortalidad del milano real por intoxicación y la reducción de la población reproductora, lo que ha llevado a esta especie amenazada incluso a la extinción local.
La mordedura de las serpientes venenosas puede causar la interrupción del flujo sanguíneo por coagulación y provocar daños degenerativos en órganos y tejidos para los que el antiveneno a veces llega tarde. Unos científicos han creado en ratones un tratamiento terapéutico prehospitalario, basado en compuestos químicos denominados quelantes metálicos, para proteger de los efectos del veneno.
Cada año se estima que más de 100.000 personas mueren por mordeduras de alguna de las 700 especies venenosas que existen en el mundo. Muchas de ellas, protagonistas de nuestro #Cienciaalobestia, actúan en defensa propia cuando se sienten amenazadas por los humanos u otros depredadores, pero en realidad su veneno evolucionó para dominar y matar a sus presas.
Los coleópteros meloideos generan un compuesto químico venenoso para, entre otras cosas, defenderse de sus predadores. Un equipo de investigación internacional, en el que participa la Universidad Complutense de Madrid, ha demostrado que la cantaridina es tóxica para varios tipos de parásitos comunes. Los resultados explican que algunas aves como, por ejemplo, la avutarda ingieren este tipo de escarabajos, entre otras propiedades beneficiosas, por la actividad antiparasitaria de la cantaridina.
La avispa de mar o medusa de caja es la criatura viva más mortífera del planeta. Cada uno de estos seres contiene suficiente veneno para matar hasta 600 personas. Ahora, científicos australianos han probado la eficacia en ratones de un antídoto que ha sido desarrollado mediante técnicas de edición genética CRISPR.