Más conocidas por nadar en aguas tropicales poco profundas, dos serpientes marinas han sido grabadas por un robot submarino no tripulado a profundidades de 245 y 239 metros, batiendo el récord anterior de buceo situado en 133 metros. Estos reptiles venenosos son los protagonistas del #Cienciaalobestia.
La secuenciación de todas las moléculas de ARN mensajero encontradas en el tejido de una anémona marina ha permitido a un equipo de investigación internacional descubrir una nueva toxina de este animal. Se trata de una proteína que forma parte de su veneno y cuya función tóxica consiste en crear poros en las membranas de otros organismos para atacarlos, o para defenderse de ellos. Su hallazgo expande su repertorio armamentístico y nos acerca a su posible utilización terapéutica.
Un fragmento del péptido crotalidicina, procedente del veneno de una serpiente de cascabel de América del Sur, puede matar bacterias sin afectar a las células sanas. Así se desprende de un trabajo sobre cepas de bacterias que causan infecciones graves en los hospitales.
Las arañas en Australia son uno de los animales más temidos sobre todo por las llamadas arañas de tela de embudo, capaces de matar a un humano en menos de media hora. Por las características de su veneno y la secuenciación de los genomas, un equipo de científicos ha descubierto que estas arañas, protagonistas de #Cienciaalobestia, y otro linaje de estos artrópodos al oeste del país están más emparentados de lo que se pensaba. Los resultados ayudarán a desarrollar nuevos antídotos más amplios e insecticidas.
Un equipo de científicos del Reino Unido, entre los que se encuentra el experto español José Vicente Torres Pérez, ha comprobado en ratones cómo al bloquear un canal de sodio mediante una inyección de ProTxII –una toxina presente en el veneno de una tarántula– se redujo la activación neuronal causada por una quemadura. Este tratamiento posee un efecto similar a la morfina y menos efectos secundarios que los opioides.
Un equipo de investigación, liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales ha estudiado el veneno de las aceiteras, escarabajos de la familia Meloidae capaces de sintetizar cantaridina, un veneno muy tóxico. La pérdida de rayas rojas es un proceso evolutivamente reciente que no va acompañado de una reducción de la toxicidad.
El uso del veneno reduce puntualmente la abundancia de topillos pero también la presencia de sus depredadores naturales, según un estudio en el que participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Las crías de los cernícalos afectados pesan menos, lo que podría repercutir en su futura supervivencia.
Mide un poco más de diez centímetros pero el blénido dientes de sable, un pez de arrecife de coral, inyecta un veneno capaz de inmovilizar a los depredadores que le acechan produciéndoles un efecto calmante, como el de la heroína. Un equipo internacional de científicos ha analizado la composición de esta toxina que no produce dolor y que podría emplearse para el desarrollo de nuevos analgésicos.
Las cobras atacan escupiendo o inyectando su veneno con consecuencias letales para sus víctimas. Las personas que sobreviven a su mordedura en África y Asia sufren amputaciones a causa del potente efecto necrosante del veneno en tejidos y células. Un nuevo estudio revela ahora cómo ha evolucionado este método de defensa para convertir a las cobras, protagonistas de #Cienciaalobestia, en uno de los animales más temidos.
Un equipo internacional de investigadores en el que participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales ha logrado por primera vez secuenciar el ADN de la neurotoxina que produce una especie de anélidos poliquetos. Además de dar el primer paso para utilizar este veneno como medicamento, los científicos han descubierto el sistema de órganos y tejidos venenoso de esta familia de gusanos marinos.