Representación de algunos puntos recogidos por el sistema. Imagen: P. L.
Vista del SIG con la información de uno de los puntos recogidos por el sistema. Imagen cedida por Pablo Luque.
No todos los daños de un terremoto en los edificios son tan inmediatos y visibles como las grietas y cascotes. Un movimiento sísmico puede provocar una “enfermedad” estructural oculta que los haga más vulnerables frente a futuros seísmos. Para identificar los síntomas, investigadores de las Universidades de Oviedo y de Zaragoza combinan técnicas de ingeniería y nuevas matemáticas.
A los dos días de volver a funcionar, el Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra (LHC) ya ha batido sus marcas. El viernes comenzó a circular el primer haz estable de protones por el anillo kilométrico del acelerador y en la tarde de ayer lunes se produjeron las primeras colisiones entre los dos haces circulando en sentido opuesto. Algo que no se había logrado durante su primer período de funcionamiento, en septiembre de 2008.
Saber cómo se comporta cada modelo de vehículo antes, durante y después de la colisión; y además, lograr una mayor precisión frente a los sistemas actuales, todo ello simplificando los cálculos al máximo. Así podría resumirse las aportaciones del nuevo sistema que está desarrollando en la Universidad de Oviedo un grupo de profesores de Ingeniería e Infraestructura de los Transportes y de Ingeniería Mecánica.
Modelo complejo de reconstrucción de accidentes. Cedida por Daniel Álvarez Mántaras
Investigadores, técnicos y estudiantes de veinte países se dan cita en Oviedo hasta el próximo viernes. A lo largo de la semana, analizarán las técnicas de tratamiento, purificación y gestión del agua en países mediterráneos y difundirán resultados de sus investigaciones. Con el apoyo del programa “Ciencia para la Paz y la Seguridad” de la OTAN, los científicos esperan contribuir a la estabilidad social en Oriente Próximo y el Norte de África a través de la puesta en común de soluciones científicas y tecnológicas que faciliten el acceso al agua.