Cuando ingresó en la RAE con la letra G, “la de la constante universal de la gravitación”, dijo que quería “situar a la ciencia dentro de la vida”. En su despacho, Sánchez Ron opina sobre la formación de los políticos, alerta de los riesgos de basar nuestras decisiones en la inteligencia artificial, y habla de su nuevo libro, 'Ciencia y Filosofía', el que analiza si una ha muerto a manos de la otra.
En pocos días, el Congreso de los Diputados de España abrirá sus puertas a #CienciaenelParlamento, una iniciativa ciudadana para lograr que el conocimiento científico se tome en cuenta en las decisiones políticas. Uno de sus referentes es la oficina de ciencia y tecnología del Parlamento Británico, POST, que desde hace 30 años proporciona a los legisladores información sobre temas como la edición genómica y los microplásticos. En Londres, los asesores de POST nos cuentan cómo trabajan.
Pensamos que tomamos las decisiones de manera racional, pero no es así. La tendencia política de cada ciudadano influye en su actitud frente a las falsas informaciones. Ante datos que ponen en tela de juicio al partido en el que confiamos, somos más críticos que si perjudican a la oposición. Incluso en cuestiones científicas priorizamos nuestro referente gubernativo a las verdades contrastadas.
En 2015, los irlandeses se echaron a las calles contra una nueva tasa de agua movidos por la frustración y la desconfianza, y sin tener en cuenta el análisis de costes y beneficios de esta medida. Investigadores de la Universidad de Alicante y la University College de Dublín han analizado el fenómeno y concluyen que los sentimientos influyen más en la aceptación o rechazo de las nuevas directrices que los argumentos racionales. La clave es la credibilidad.
Alimentos abundantes, agua limpia y el aire saludable se encuentran entre los beneficios más valiosos y visibles que la naturaleza brinda a la gente. Esto ha reforzado la creencia generalizada, pero a su vez controvertida, de que la naturaleza es principalmente una fuente de servicios. Unai Pascual, investigador del Basque Centre for Climate Change, lidera la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas de las Naciones Unidas que acaba de publicar un artículo en la revista Science sobre cómo evaluar y utilizar las contribuciones de la naturaleza para la gente en su totalidad.
Los mensajes de redes sociales que aúnan un contenido moralizante y emocional incrementan su difusión de forma significativa, según el análisis de cientos de tuits realizado por investigadores de la Universidad de Nueva York. El estudio aporta nuevas claves para entender cómo se propagan las ideas morales durante las discusiones políticas on line.
El 20 de julio, después de un fallido intento golpista, Turquía imponía un estado de emergencia que por ahora se mantiene. En estos tres meses, numerosos científicos han sido despedidos o llamados a volver del extranjero. Mientras que las autoridades turcas defienden estas actuaciones por sus conexiones con el levantamiento militar, la comunidad científica denuncia una purga excesiva, que puede hacer tambalear el avance en I+D de los últimos años.
Los tratamientos que los facultativos de EE UU recomiendan a sus pacientes sobre problemas de salud relacionados con el aborto, la sexualidad y el consumo de marihuana son muy diferentes en función del partido al que votan. Así lo prueba un nuevo estudio llevado a cabo entre profesionales de la medicina republicanos y demócratas.
Una investigación de la Universidad de Alicante desvela el aumento de las desigualdades de género entre comunidades autónomas españolas en los últimos años. Según el estudio, en 2006 nuestro país ocupaba una de las mejores posiciones mundiales en el índice de equidad de género. Los autores advierten de los efectos negativos que han tenido los recortes presupuestarios en este ámbito, a lo que se ha añadido la eliminación de los organismos de igualdad estatal y de las CCAA.
El referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea ha tenido como resultado que el país saldrá de la Unión, aunque con un porcentaje de votos muy ajustado. El 51,9% de los votantes se ha mostrado a favor frente al 48,1% en contra. La consulta ha confirmado los riesgos de las decisiones populistas: ha dividido a la ciudadanía británica, la gente ha respondido de forma simple a un problema complejo y se pone en grave riesgo su economía, así como la estabilidad y el futuro de la Unión Europea.