El 20 de julio, después de un fallido intento golpista, Turquía imponía un estado de emergencia que por ahora se mantiene. En estos tres meses, numerosos científicos han sido despedidos o llamados a volver del extranjero. Mientras que las autoridades turcas defienden estas actuaciones por sus conexiones con el levantamiento militar, la comunidad científica denuncia una purga excesiva, que puede hacer tambalear el avance en I+D de los últimos años.
Los científicos turcos están preocupados. Según datos oficiales, 2.346 académicos han sido despedidos de sus puestos de trabajo en las universidades turcas, incluidos catedráticos, profesores titulares, profesores ayudantes, ayudantes de investigación y conferenciantes. A eso hay que sumar los trabajadores de quince universidades privadas que han sido cerradas.
El Gobierno puede realizar estos despidos mediante decretos, puesto que el país se halla en estado de emergencia tras el golpe de Estado fallido del pasado 15 de julio, una situación que, en principio, duraría hasta el 20 de octubre, pero que según ha declarado el presidente turco, se prorrogará al menos tres meses más.
El consejero de la Embajada de Turquía en Madrid, Çağdaş Bilgin, justifica estos despidos argumentando que las personas cesadas tienen vinculaciones con el movimiento de Fethullah Gülen, quien, según el Gobierno, está detrás del intento golpista.
El problema es que esas relaciones son difíciles de demostrar. “Hay muchos científicos y profesores trabajando en universidades privadas conectadas con Gülen que no tienen nada que ver con el movimiento. Solo están haciendo su trabajo”, alega a Sinc un joven investigador turco que, como otros consultados para este reportaje, ha pedido permanecer en el anonimato.
Algunos científicos han sido retenidos y liberados poco después, y no existe ninguna cifra oficial sobre detenciones. Además de su presunta vinculación con Gülen, “tienen que haber participado en actos criminales para ser detenidos. No todos los académicos o funcionarios que fueron destituidos lo están”, explica Bilgin durante una entrevista con Sinc en su despacho de la Embajada.
La situación ha puesto en alerta a la comunidad científica internacional. A finales de julio, la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS por sus siglas en inglés) y otras siete sociedades enviaron una carta al presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, elegido democráticamente, en la que expresaban su preocupación por la libertad y los derechos de los científicos turcos después del golpe. La misiva no ha recibido respuesta por parte del Ejecutivo, según confirma a Sinc Tom Wang, responsable de la oficina internacional de AAAS.
En España, la organización que aglutina a las sociedades científicas, la COSCE, se ha sumado al documento. “La libertad es intrínseca al trabajo de un científico”, declara a Sinc Nazario Martín, presidente de la COSCE y catedrático de Química de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). A juicio del consejero de la Embajada, la libertad de los investigadores turcos no corre peligro. “Turquía sigue y va a seguir respetando todas las libertades. También las de los científicos, porque avanzar en ciencia es muy importante para nosotros”, asegura.
Pero, tras el intento golpista, se han producido regresos de científicos turcos que trabajaban en el extranjero y que recibieron la petición de volver a su país. “El Gobierno no da la orden directamente a los científicos, la dan los servicios administrativos de las universidades”, explica una investigadora que se encontraba en el CERN el 15 de julio. En su caso, el rectorado de su universidad aprobó que continuara en Suiza los dos meses que le quedaban de estancia.
Esta situación afecta a investigadores en el extranjero con un contrato en universidades turcas. No es el caso de Caghan Kizil, que, como trabaja en el Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas en Dresde, no ha recibido ninguna notificación para volver. “Pero una de mis estudiantes en prácticas, con una beca Erasmus, fue llamada y tuvo que regresar inmediatamente a su universidad”, afirma a Sinc Kizil.
El nuevo escenario podría suponer un frenazo para el creciente desarrollo científico del país. Si en 2001 la inversión que destinaba Turquía a investigación y desarrollo (I+D) representaba un tímido 0,54% del Producto Interior Bruto (PIB), en 2013 la cifra casi se duplicó hasta llegar al 0,95%, según datos de la UNESCO. En España, en 2015 este indicador se situó en el 1,24%, mientras que la media europea llega al 2,01%, como revela el Índice de Innovación Altran.
Esta gráfica de la UNESCO representa la evolución de la inversión en I+D respecto al PIB de los países del mar Negro desde 2001 hasta 2013. Turquía ha pasado de un 0,54 a un 0,95. Fuente: Instituto de Estadística de la UNESCO, marzo de 2015
De 2002 a 2016, el número de universidades en Turquía aumentó de 73 a 193. El número de investigadores se ha duplicado en poco más de una década, hasta llegar a los 2.217 por millón de habitantes en 2013. En cifras absolutas, los científicos alcanzaban los 166.097 en 2011, de los cuales el 36,2% eran mujeres.
La Unión Europea es el principal nodo en ciencia y tecnología con el que coopera Turquía, por delante de Estados Unidos y Rusia. Como país asociado, forma parte del Espacio Europeo de Investigación y de diferentes programas marco, incluido COST (acrónimo de Cooperación Europea en Ciencia y Tecnología), que cuenta con un presupuesto de 300 millones de euros del programa de financiación Horizonte 2020 de la UE.
Con este impulso al avance científico, el año pasado Turquía se convirtió en Estado Miembro del CERN, lo que implica que tiene que contribuir económicamente al desarrollo del centro de investigación donde se descubrió el bosón de Higgs. Un compromiso que seguirá en pie: “El CERN es una institución muy importante a nivel mundial y sería un mensaje muy malo cortar relaciones con él”, admite el consejero de la Embajada.
Desde el gran laboratorio de física de partículas afirman estar en contacto con las autoridades turcas para ver qué impacto puede tener la nueva situación de emergencia en investigadores y estudiantes del CERN. “Por la información que tenemos, las restricciones para viajar se han reducido y, de momento, no hemos oído que ningún científico que haya querido venir aquí se haya visto afectado ni que haya sido llamado para volver al país”, informa a Sinc Arnaud Marsollier, jefe de prensa de la institución.
En estos momentos trabajan allí 120 científicos turcos, como usuarios de sus instalaciones o como miembros de los experimentos que están en marcha. Uno de ellos, ALICE, que cuenta con participación turca, no se va a ver afectado por lo que está pasando en el país, como confirma una física nacida en Turquía que trabajó durante seis años en el CERN y que viaja a Ginebra varias veces al año.
La comunidad científica internacional es consciente de las dificultades que están viviendo sus colegas turcos y trata de apoyarlos desde la distancia. Así ocurrió en la Asamblea General de la Sociedad Matemática Europea (EMS por sus siglas en inglés), celebrada en Berlín a mediados de julio, donde se eligió como miembro del Comité Ejecutivo a la matemática turca Betül Tanbay. La intentona golpista le impidió asistir.
“Primero se canceló su vuelo y luego, cuando había buscado una alternativa, se encontró con el pasaporte anulado”, cuenta a Sinc Adolfo Quirós, presidente del Comité de Ética de la EMS y profesor del departamento de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Investigadoras del centro de Genómica Avanzada y Bioinformática turco. En 2011 había 166.097 científicos en el país, de los cuales el 36,2% eran mujeres. Imagen: Tübitak
Tanbay, que es presidenta de la Sociedad Matemática Turca, no fue la única ausente de su país en el Congreso Europeo de Matemáticas que se celebró durante esos días en la capital alemana. “La EMS, por boca de su presidente, protestó por la situación en Turquía en el acto inaugural del congreso”, añade Quirós.
Hace solo unas semanas, la Federación Europea de Sociedades Bioquímicas suspendía el 41º congreso que iba a desarrollarse del 3 al 8 de septiembre en la ciudad turca de Kuşadasi. “Celebrar un congreso en un país que no ofrece las garantías suficientes no es aceptable”, mantiene el presidente de la COSCE, que ha viajado varias veces al país. “Me impresionó el ansia por aprender que tenía la gente joven. Si todo eso se cercena, la ciencia turca lo va a notar y mucho en los próximos años”, opina Martín.
Dejar de ser el escenario elegido para congresos internacionales es algo que preocupa a las autoridades turcas. Sin embargo, atribuyen las cancelaciones no solo a la situación generada tras el golpe de Estado fallido, sino también a los atentados terroristas que han tenido lugar en Turquía en los últimos años.
Desde la Embajada de España en Turquía confirman que no tienen conocimiento de investigadores españoles que vivan en el país y hayan sido despedidos u obligados a volver desde el extranjero.
“La comunidad española vive lo que está sucediendo con relativa, por no decir absoluta normalidad, aunque no carente de la preocupación lógica por lo que algunos estiman como una purga excesiva llevada a cabo por el Gobierno turco entre todo aquel que tenga conexiones del tipo que sean con la comunidad de Gülen”, indican fuentes diplomáticas a Sinc.
Y eso es precisamente lo que denuncian científicos que viven dentro y fuera del país. “Estamos viviendo un período de denuncias al azar. La gente resuelve sus rencillas personales calumniando al contrario como gülenista o como simpatizantes del PKK [el principal partido kurdo], lo que incluye al mundo académico”, sostiene un investigador extranjero en Estambul, y que se ha librado de la purga gracias a sus relaciones personales.
A principios de año, 1.128 Académicos por la Paz protestaron contra los crímenes y violaciones de los derechos humanos que el Gobierno turco estaría cometiendo contra la población kurda al sudeste del país. La denuncia tuvo consecuencias en forma de detenciones y despidos.
Número de investigadores por millón de habitantes en los países del mar Negro, desde 2001 hasta 2013. La densidad de investigadores de Turquía se ha duplicado en una década. *Los datos de Armenia, Bielorrusia y Ucrania están subestimados. Fuente: UNESCO
En este contexto, investigadores que han trabajado en el extranjero están planteándose marcharse o tomarse unos años sabáticos, a la espera de que la situación mejore. “El autoritarismo y la radicalización de la sociedad es un problema que va a sufrir Turquía durante bastante tiempo”, se lamenta un científico turco cuyo puesto de trabajo se ha mantenido.
Además de los despidos en las universidades, algunas fuentes apuntan a que han sido cesados de sus puestos unos 150 empleados de Tübitak, el Consejo de Investigación Tecnológica y Científica de Turquía. Esta agencia nacional, creada en 1963, es la responsable del desarrollo y la coordinación de la investigación científica en el país, con más de 2.500 investigadores en los quince centros que aglutina.
Según un artículo publicado en Science, se han suspendido becas y programas de financiación que dependen de la agencia. En el boletín que publicaron en el mes de agosto, después de la intentona golpista, el Comité Científico de Tübitak publicó un editorial donde mostraba su apoyo total al Gobierno de Erdogan.
Solo ha pasado un año del Premio Nobel de Química que ganó un científico turco, Aziz Sancar, por sus estudios sobre la reparación del ADN. Sancar, que estudió en la Universidad de Estambul, trabaja en EE UU y es el claro ejemplo de que la ciencia no entiende de fronteras. Como recuerda el presidente de la COSCE, “Turquía ha conseguido algo que los españoles estamos deseosos de tener, un Premio Nobel de Química”.
A los científicos españoles consultados en este reportaje, la situación que atraviesa Turquía les recuerda a la vivida en España hace solo unas décadas. “No puedo dejar de acordarme del erial que eran las matemáticas españolas antes de que llegara la democracia, nos abriésemos al mundo y entrásemos en contacto con las corrientes modernas de pensamiento y actividad matemáticos”, recuerda Quirós.
Científicos turcos como Kizil observan con amargura lo que está ocurriendo en su país y lo que temen que esté por llegar. “El número de compañeros que están dejando el país para poder hacer ciencia está aumentando cada día. No soy optimista sobre el futuro de la ciencia en Turquía”, reconoce.
Hablar del Imperio otomano en Turquía es una cuestión de orgullo nacional. Durante siete siglos, este Estado multiétnico se convirtió en el centro de los intercambios comerciales entre este y oeste, llegando a estar presente en tres continentes: Europa, África y Asia. “Hasta Copérnico, no hubo grandes diferencias entre la ciencia otomana y la de Europa occidental, salvo que en Oriente Medio sí estaba permitido poner en cuestión a las grandes autoridades científicas como Galeno y Ptolomeo”, declara a Sinc Rainer Brömer, investigador de la facultad de Medicina de la Universidad de Estambul (Turquía).
Ali Qushjī, astrónomo del siglo XV
Hasta el siglo XVI se construyeron numerosos observatorios astronómicos en tierras musulmanas. Los países occidentales traducían al latín las tablas producidas en esos centros. “En términos conceptuales, la ciencia en el periodo otomano fue menos ambiciosa que en Europa occidental, lo que no significa que los científicos de Oriente Medio fueran inactivos. Leían y discutían, observaban y tomaban mediciones”, apunta el historiador.
Tras la conquista de Constantinopla en 1453, el sultán Mehmed II quiso que la nueva capital fuera un nuevo centro intelectual islámico. Para ello, invitó a eruditos como Ali Qushjī, matemático y astrónomo. En los siguientes siglos, Estambul, la antigua Constantinopla, se convirtió en un vibrante centro intelectual que atraía a estudiosos e intelectuales de diferentes culturas.
Diferentes trabajos muestran cómo Copérnico usó varios modelos desarrollados por astrónomos islámicos, lo que indica que primero Constantinopla y después Estambul podrían haber sido agentes importantes en la transmisión de la astronomía islámica a Europa.
Algo similar ocurrió en el campo de las matemáticas. “El Imperio otomano desempeñó un importante papel como puente entre la matemática árabe y la europea, ya que en Estambul se traducían tanto textos árabes como húngaros”, subraya Adolfo Quirós, matemático de la UAM. Gracias a estos intercambios de conocimiento, Turquía atesora una de las mayores colecciones de manuscritos científicos islámicos de todo el mundo.