La decisión de dar teta o biberón es una de las que más inquietan a las madres recientes. Una opción personal se ha convertido en objeto de un debate social donde se cruzan razones científicas con modelos de crianza y conciliación. Mientras unos acusan a las que no amamantan por privar a sus bebés de una fuente de salud y apego, otros murmuran cuando un niño con dientes baja el sostén a su madre. Hoy nadie duda de los efectos positivos de la lactancia materna; sin embargo, algunos estudios cuestionan sus propiedades protectoras a largo plazo.
En un estudio realizado en 1.250 niños y niñas madrileños de entre 3 y 42 meses, investigadores de la Universidad Complutense de Madrid han descubierto que sus dientes primarios aparecen más tarde de lo se consideraba hasta ahora. La cronología de este proceso dental es un indicador de normalidad en el desarrollo de los menores. Si estos tiempos difieren mucho de la media, podrían indicar algún problema de salud.
Científicos del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación han añadido a la dieta de las ovejas una fuente de ácidos grasos poliinsaturados procedente de semilla de lino. El resultado es una leche y un queso con menos contenido en colesterol, un avance que demandan muchos consumidores.
Investigadores españoles han comprobado en laboratorio que la fermentación y la ultrafiltración, un proceso para concentrar el lácteo, aumentan la cantidad de nutrientes de la leche de cabra que el aparato digestivo utiliza en sus funciones. Los resultados se recogen en un estudio publicado en la revista Food Chemistry.
Un compuesto presente en la leche materna, llamado factor de crecimiento fibroblástico 21 (FGF21), desempeña un papel clave en la absorción de nutrientes y la regulación de la función intestinal de los recién nacidos. Asimismo, contribuye a mejorar su crecimiento durante las primeras semanas de vida, así como su perfil metabólico, según un estudio publicado en la revista Scientific Reports.
A pesar de la limitación de su uso, las sustancias químicas utilizadas en productos antiadherentes y resistentes al agua –llamados compuestos perfluorados– siguen presentes en nuestra vida cotidiana donde entran en el organismo a través del agua. Por primera vez, un estudio demuestra que estos químicos también se transfieren de madres a hijos a través de la lactancia materna.
Las recomendaciones dietéticas apoyan el consumo de productos lácteos como parte de una dieta saludable. Sin embargo, tras analizar la relación entre la ingesta regular de yogur y la calidad de vida relacionada con la salud, un estudio español en más de 4.000 personas sostiene que no se asocia con la mejora de los parámetros físicos y mentales analizados.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Granada y el centro tecnológico Azti-Tecnalia han manipulado mediante luz pulsada la β-lactoglobulina, responsable del 10% de las alergias a los lácteos, de tal forma que resulta mucho más digestiva. La técnica no influye en las propiedades de la leche.
Las personas que habitualmente consumen productos lácteos desnatados presentan mejores parámetros de salud cardiovascular que aquellas que toman lácteos enteros, de acuerdo con un estudio que acaba de ser publicado por el Nutrition Journal. Hasta ahora se había estudiado la asociación entre el consumo de lácteos y los malos resultados en varios parámetros cardiovasculares, pero no se había diferenciado entre los productos enteros y desnatados.
Varios estudios en macacos Rhesus han mostrado que la leche que produce una madre tiene distinta composición de grasas, proteínas y minerales si la criatura que amamanta es macho o hembra. La autora de estos trabajos cree que si se demostrara lo mismo en humanos, las leches artificiales tendrían que adaptar sus fórmulas para niños y niñas.