Los retardantes de llama son productos que se utilizan para la extinción de los incendios porque potencian los efectos del agua. Comenzaron a emplearse en EE UU en los años 30 y tienen un uso cada vez más generalizado en todo el mundo. Tras analizar el impactos de tres de los retardantes más utilizados en España en los suelos y las plantas de Galicia, investigadores españoles revelan que sus efectos se mantienen a largo plazo.
El modelo matemático desarrollado por científicos catalanes, en colaboración con los bomberos de la Generalitat de Catalunya, es capaz de estimar la probabilidad que tiene un paisaje de tener un incendio conducido por el viento, según la forma del terreno o la cantidad de combustible disponible para el fuego. Esta herramienta puede servir para mejorar la planificación de las estrategias de extinción de los incendios y adaptar las medidas de prevención ante el nuevo escenario de cambio climático.
Investigadores de varios centros españoles han estudiado y valorado la respuesta de las seis especies de pino españolas a las condiciones de cambio climático en las primeras fases de su desarrollo. Según los resultados del estudio, las especies de las zonas bajas y medias del Mediterráneo están más adaptadas a las condiciones térmicas previstas en las proyecciones de cambio climático para este siglo, que las de zonas altas de montaña.
Los incendios forestales y la superficie quemada en Cataluña han descendido desde 1970, a pesar del aumento de las temperaturas y otras variables climáticas que elevan el riesgo de incendios. Este descenso se habría producido gracias a las medidas de gestión del fuego y a las campañas de prevención y concienciación de la población, según un estudio liderado por la Universidad de Barcelona y el Consejo Nacional de Investigación italiano, publicado en la revista Climatic Change.
Un grupo de la Universidad de Alcalá ha dibujado el panorama de la quema forestal a lo largo de 42 años a escala nacional. El trabajo sostiene que el abandono de las tierras agrícolas y la subida de las temperaturas han contribuido a avivar los fuegos.
Si en 2014 la temperatura global subiera 3,5 ºC de media, en Europa se multiplicarían por siete las sequías, por tres las inundaciones y la mortalidad se duplicaría. Estas son algunas de las conclusiones de un estudio del Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea, que ha modelizado qué pasaría si trasladáramos la Europa actual al escenario que se prevé para 2080.
El Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales ha colaborado en un artículo científico, publicado en la revista PlosOne, sobre los cambios en la composición y abundancia de 274 especies animales después de los incendios de agosto de 2003 en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. EI trabajo asegura que después del fuego han aparecido en estos espacios dos nuevas especies de especial interés de conservación, una especie de caracol y la perdiz roja.
Un estudio, en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, aboga por mantener el régimen de manejo tradicional del caballo gallego de monte.
Científicos del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia cuantificaron y analizaron los sedimentos erosionados en suelos afectados por incendios forestales y compararon las pérdidas de suelo y nutrientes en zonas sin tratamientos de restauración post-incendio y con dos técnicas: cubierta de paja y siembra con herbáceas. Por lo menos en zonas con elevado riesgo de erosión por precipitaciones recomiendan aplicar de inmediato la cubierta con paja, que reduce las pérdidas en un 90%.
Juli G. Pausas centra sus investigaciones en algo aparentemente contradictorio: la ecología del fuego. En su libro Incendios forestales, publicado por la Editorial CSIC y Los Libros de la Catarata, este biólogo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación de Valencia ofrece una visión diferente sobre el papel del fuego en los ecosistemas mediterráneos.