Descubren la anisoplina, una nueva proteína producida por un hongo patógeno de insectos y ácaros que ofrece nuevas posibilidades en el diseño de herramientas biotecnológicas para el control de plagas. Este descubrimiento ha sido realizado por un equipo de investigadores de las universidades Politécnica y Complutense de Madrid.
Un equipo internacional de científicos, con participación de la Universidad Pompeu Fabra, presenta la reconstrucción de la historia filogenética de la fosforilación de proteínas de 18 especies de hongos que indica una rápida divergencia, con solo una pequeña fracción conservada durante cientos de millones de años.
Un grupo de científicos ha avanzado en la búsqueda de fármacos para luchar contra las infecciones. El equipo ha descubierto un principio activo que bloquea el crecimiento del hongo, pero para desarrollar el medicamento habrá que modificarlo químicamente para que sea menos tóxico para el ser humano y para que se distribuya adecuadamente por el organismo.
Las plantas pueden crecer más rápido a medida que aumentan las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, pero solo si tienen suficiente nitrógeno o si se asocian con hongos que las ayudan a conseguirlo, según una nueva investigación publicada en la revista Science, liderada por un español en Londres.
Un trabajo internacional, en el que participa la investigadora española María P. Martín del Real Jardín Botánico, ha detectado que una de las regiones del ADN designadas como código de barras genético puede presentar una anomalía en el proceso de identificación de los hongos. Este estudio acaba de ser publicado en la revista MycoKeys.
Científicos de Shanghái han mostrado que la gravedad de la caspa está más ligada a las bacterias que a los hongos, como se pensaba hasta ahora. Crear las condiciones fisiológicas adecuadas para el equilibrio de las poblaciones bacterianas ayudaría a disminuir este problema dermatológico.
Un estudio abre nuevas vías para el diagnóstico de infecciones causadas por el hongo patógeno Aspergillus fumigatus gracias a una tecnología que introduce nuevos conceptos químicos y biológicos en el uso de biomarcadores del grupo BODIPY, uno de los más empleados en biomedicina para diseñar sondas y etiquetas fluorescentes.
La Antártida alberga una gran diversidad de cuerpos de agua dulce y ecosistemas terrestres, donde comunidades microbianas cumplen una función esencial en términos de biomasa e incorporación de nutrientes que, posteriormente, circulan a lo largo de todo el ecosistema terrestre polar. Sin embargo, con el cambio climático, los científicos han observado la presencia de placas blanquecinas y redondeadas distribuidas a lo largo de los tapetes microbianos que dominan los ecosistemas acuáticos que afectan a la actividad biológica.
El metano es el segundo de los gases de efecto invernadero más importantes hoy en día, con un potencial de calentamiento global 25 veces mayor al del CO2. Investigadores de la Universidad de Valladolid han demostrado por primera vez la capacidad de un hongo, Graphium sp, para degradar metano.
Bacterias y hongos del suelo aportan fertilidad y actúan como sumideros de CO2. Para entender cómo un aumento de los microbios mejora la capacidad de los ecosistemas, un equipo, liderado por la Universidad Rey Juan Carlos, ha evaluado por primera vez los efectos de las comunidades de microorganismos en las funciones y servicios que realizan los ecosistemas terrestres. Lo resultados indican que cualquier pérdida de diversidad microbiana a consecuencia del cambio global tendrá una repercusión negativa en la provisión de estos servicios.