Una nueva especie de este grupo extinto de pez lagarto, descubierta por dos aficionados a la paleontología y analizado por científicos europeos, pudo llegar a medir más de 25 metros de largo. Su reinado no duró mucho: se cree que se extinguieron durante el evento de extinción masiva del Triásico tardío.
Gracias a ‘corredores azules’ fluviales estas poblaciones pudieron migrar hace menos de 100.000 años durante un período especialmente árido, después de la explosión de este supervolcán en Indonesia. Así lo indica una investigación que ha analizado restos de piedra y animales hallados en Etiopía.
Una investigación liderada por la Universidad Complutense de Madrid y el Instituto de Geociencias ha analizado el cambio en la dieta de los herbívoros a partir de esmalte dental de mamíferos fósiles. Por primera vez se evalúa la dieta de dos especies de carnívoros extintos de Sudamérica, determinando la relevancia de su diferencia de tamaño.
Gracias a tomógrafos cada vez más potentes, la paleoneurología está transformando nuestra comprensión de estos animales extintos. Investigaciones sobre el cerebro, el sistema nervioso y otros tejidos blandos que dejaron marcas en el cráneo de estas criaturas nos revelan sus capacidades cognitivas, así como también sus limitaciones.
En el mundo están registradas unas pocas decenas de yacimientos de icnitas —huellas en sedimentos o rocas— que demuestran la capacidad nadadora de estos animales. En este caso se trata de restos que se corresponden probablemente a espinosáuridos al intentar superar masas de agua.
Científicos españoles e italianos acaban de presentar los restos más antiguos conocidos de esta primera forma de homínido de trazos plenamente humanos. Se trata del fragmento de una mandíbula infantil, hallado en el frío altiplano etíope, lo que explicaría la adaptación del Homo erectus a esas condiciones climáticas antes de dar el salto fuera de África.
Los restos fósiles corresponden a ocho ejemplares de la especie Gomphotherium angustidens, de los que se han recuperado mandíbulas, colmillos, fémures y húmeros. Los trabajos de excavación suponen un importante hito no solo por la información obtenida, sino por el patrimonio recuperado, según el Ayuntamiento de Madrid.
Investigadores españoles analizaron rastros fósiles en Los Corrales del Pelejón, Galve (Teruel), y profundizaron en cómo era el ambiente y el modo en que afectaba al desplazamiento de los dinosaurios. Entre las nuevas aportaciones que arrojan aquellas huellas, se destaca la observación de que los animales caminaban en los márgenes de una pequeña laguna cercana a un cauce fluvial.
Hasta ahora, los fósiles de peces procedentes del fondo marino databan de 50 millones de años. La revista PNAS ha publicado un estudio, con participación española, sobre la existencia de trazas que habrían dejado tres especies de estos animales cuando se alimentaban o se movían.
La recién bautizada Burgessomedusa phasmiformis se ha encontrado en fósiles de 505 millones de años de antigüedad en Canadá. Los especímenes están muy bien conservados y demuestran lo poco que han cambiado estos depredadores blandos con tentáculos durante la historia de la vida en la Tierra.