A punto de cumplirse un mes de esta catástrofe, los duelos por las hasta ahora 221 víctimas mortales y las incontables pérdidas materiales están lejos de cerrarse. Hablamos con Montserrat Lacalle, doctora en Psicología, sobre cómo manejar las reacciones y las intervenciones psicológicas más efectivas en situaciones como esta.
Miles de personas fallecieron y resultaron heridas en los ataques del 11 de septiembre en Nueva York. La cifra de afectados creció con el tiempo debido a las intoxicaciones. A ellos hay que añadir otras víctimas silenciosas, los seres queridos que arrastran trastornos por la traumática pérdida.
Sin funerales. Durante la cuarentena debido a la pandemia por covid-19 no hay sitio para el duelo. Las familias no acompañan a los enfermos ni organizan los velatorios de las víctimas; tampoco están con el resto de personas con las que comparten el dolor de la pérdida. Estas son las consecuencias de no decir adiós.
Si la muerte es un tabú, la de un recién nacido lo es aún más. Un reciente informe señala las carencias del sistema de salud español a la hora de dar respuestas a las familias que pierden a su bebé. Otro trabajo señala que uno de cada tres embarazos fallidos quedan fuera de las estadísticas internacionales.
Los seres humanos no son los únicos que comprenden la muerte y que sienten respeto hacia sus familiares fallecidos. Unos investigadores observaron en China a unos monos dorados de nariz chata, protagonistas de #Cienciaalobestia esta semana, que manifestaron muestras de afecto y compasión hacia una hembra moribunda, miembro de su grupo. Hasta ahora, aparte de los grandes simios, no se sabía que otros primates pudieran tener comportamientos de empatía ante la muerte.
Inmediatamente después de la muerte de un allegado, la probabilidad de sufrir un infarto es 21 veces superior a la normal. Con el paso de los días este riesgo se aminora, pero aun así, a lo largo de una semana permanece multiplicado por seis.