Un grupo de expertos de universidades y centros de investigación internacionales analizan las interacciones en red local de los artefactos de Internet de las Cosas y las aplicaciones móviles. Demuestran que existen riesgos derivados de la creciente prevalencia de dispositivos opacos y técnicamente complejos.
Cuando un teléfono deja de funcionar, la mayoría compramos uno nuevo. Pocos piensan que ese aparato podría ser reparado, reutilizado o incluso reciclado. Millones de dispositivos acaban acumulados en hogares o vertederos, convirtiéndose en una amenaza emergente para el medio ambiente y la salud.
Un periférico sustituye al ratón y al teclado para controlar el ordenador con la cabeza, y un software hace que personas con autismo puedan comunicarse con pictogramas. Estos son algunos de los desarrollos que ha puesto a punto Esther García Garaluz, cofundadora de la firma Eneso. La empresaria ha sido una de las ganadoras del premio de MIT Technology Review para innovadores menores de 35 años.
Científicos de un equipo internacional han creado un material conductor que se adapta a la piel y que mantiene sus propiedades eléctricas incluso cuando se dobla o se estira hasta el doble de su longitud. El hallazgo facilitará la creación de nuevos dispositivos electrónicos vestibles y también podrá emplearse en aplicaciones médicas.
La multinacional IBM ha decidido ubicar la sede central de su unidad de negocio Watson para internet de las cosas en Múnich. En la nueva división alrededor de un millar de expertos, entre ellos desarrolladores, consultores, investigadores y diseñadores, utilizarán la potencia de la computación cognitiva para construir una nueva generación de soluciones conectadas.
Un proyecto piloto ha puesto en marcha en San Sebastian un sistema que mejora la gestión de las plazas de aparcamiento habilitadas para personas con movilidad reducida. El servicio se basa en tecnología de sensores y dispositivos interconectados.
Un equipo de investigadores franceses y españoles, entre los que se encuentra un profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), analizó la estructura electrónica de un nanotubo de carbono conectado a electrodos superconductores mediante medidas de espectroscopía túnel. El estudio fue portada de la revista Nature Physics el pasado mes de diciembre, y permitió identificar por primera vez los estados de electrones que transportan la supercorriente en un sistema que no es superconductor.