Siempre se había pensado que la tortuga boba llegó al Mediterráneo desde América del Norte y el Caribe después de la última glaciación. Todo apunta, sin embargo, a que esta especie marina colonizó el Mediterráneo hace entre 20.000 y 200.000 años y, por tanto, antes del último máximo glacial, según revelan nuevos trabajos científicos en los que participan la Universidad de Barcelona.
La revista Science acaba de publicar los resultados de la Expedición 339 del Integrated Ocean Drilling Project, compuesta por 35 científicos de 14 nacionalidades, y que se realizó a bordo del buque oceanográfico Joides Resolution entre entre noviembre de 2011 y enero de 2012. Los investigadores han demostrado, a partir de las muestras recogidas, que la circulación inicial de las aguas de salida del Mediterráneo hacia el Atlántico tras la apertura del estrecho de Gibraltar, fue relativamente débil y no comenzó hasta finales del Plioceno (en torno a los 3 millones de años).
El bosque atlántico de Brasil es una de las regiones del planeta más ricas en biodiversidad y acoge un gran número de especies endémicas de gran valor ecológico y naturalístico. Conocer cuáles son los procesos que generan y mantienen la biodiversidad en los ecosistemas es una cuestión fundamental y controvertida en biología evolutiva y en la vertiente de la gestión de la conservación. En este escenario de trabajo, un equipo científico de la UB ha hecho un estudio filogeográfico integral analizando los patrones y niveles de diversidad genética de la planaria terrestre (Cephaloflexa bergi) en once localidades diferentes, dentro y fuera del corredor de Serra do Mar, en el bosque atlántico.
Un muestreo del fondo del mar, en el que han participado investigadores del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, demuestra que en algunos puntos del Mediterráneo y Atlántico se extrae más basura que biomasa.
Siete buques oceanográficos y tres avionetas del proyecto SCANSII han registrado la abundancia y distribución de pequeños cetáceos en aguas de la plataforma atlántica europea. Sus resultados indican que la marsopa común (Phocoena phocoena) es la más abundante en estas costas y la única especie que se ha trasladado a vivir más al sur.
Suelo rocoso donde habita el nuevo trambollo. / Francini Filho
A diferencia de otros trambollos, la nueva especie posee puntos rojos a lo largo de su cuerpo. / H. Pinheiro.
Un equipo internacional de científicos ha observado el comportamiento de varios grupos de cetáceos de la especie Globicephala melas –conocidos como calderones comunes o ballenas piloto de aleta larga– en el Estrecho de Gibraltar y Cabo Bretón (Canadá). Sus resultados indican que estas ballenas nadan de forma sincronizada cuando reconocen una amenaza externa.
Los cefalópodos tienen una vida muy breve, una memoria muy simple y son muy sensibles a los cambios en la acidez y temperatura del mar. Lejos de parecer desventajas, los científicos que los estudian ven en ellos un mundo de posibilidades para saber más sobre la memoria, el envejecimiento y el cambio climático. Estos y otros temas se han tratado en el mayor evento científico sobre cefalópodos que se ha celebrado en Brasil.
Es tentador utilizar generalizaciones a gran escala para referirse a una realidad como el calentamiento de los océanos, pero la naturaleza no entiende de promedios. Investigadores de la Universidad de Oviedo han analizado los datos obtenidos por boyas y satélites en todo el mundo durante 30 años, y por primera vez han tenido en cuenta variables especialmente relacionadas con el impacto del cambio climático en los organismos marinos.