Investigadores de varias universidades andaluzas han ideado una forma de integrar nanotubos de carbono en vigas y estructuras de hormigón, lo que puede ayudar a controlar el deterioro de las grandes infraestructuras públicas. El avance se enmarca dentro del diseño de nuevas estructuras inteligentes capaces de dar información sobre su estado estructural en tiempo real.
Investigadores del centro gallego CiQUS han creado dos piezas a escala nanométrica para que formen parte de máquinas moleculares, con las que se podrán ejecutar diferentes tareas. Se trata de una cápsula con la capacidad de atrapar o liberar moléculas, y un tubo molecular con una zona estrecha por el que circulan fluidos.
Con la ayuda de la luz del sincrotrón ALBA, cerca de Barcelona, un grupo de investigadores europeos ha demostrado que el mineral franckeita actúa de forma natural como un material bidimensional semiconductor. El avance podría tener aplicaciones en en el desarrollo de fotodetectores o celdas solares.
Investigadores de las universidades Rovira i Virgili, en Tarragona, y la Tecnológica de Brno, en la República Checa, han creado materiales tridimensionales a escala nanométrica con buenas propiedades fotoelectroquímicas para producir energía. El avance se centra en la descomposición fotoelectroquímica del agua para generar hidrógeno con la ayuda de óxidos de tungsteno, titanio y aluminio.
Un equipo internacional, en el que ha participado un físico de la Universidad Autónoma de Madrid, ha descubierto cómo se conduce el calor en circuitos eléctricos de tamaño atómico. Además de revelar que esta conducción está dominada por efectos cuánticos, el estudio asienta bases teóricas y experimentales para desarrollar una nueva generación de nanodispositivos.
Científicos españoles van a usar nanopartículas para detectar lesiones del sistema cardiovascular. Las aplicarán en el desarrollo de nanomateriales biocompatibles para mejorar las imágenes in vivo y desarrollar un sistema de detección rápida de marcadores moleculares en muestras de sangre.
Investigadores de la Universidad Jaume I y otros centros europeos han desarrollado una célula fotovoltaica orgánica que se puede imprimir, por lo que presenta una gran versatilidad para su aplicación industrial. El dispositivo se ha creado dentro del proyecto Sunflower, con el que se ha avanzado en la fabricación industrial de células solares más eficientes y económicas gracias al uso de disolventes no halogenados que evitan la contaminación.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) han ideado una forma de detener reacciones fotoquímicas mediante experimentos de ‘acoplamiento fuerte’, unos sistemas en los que interactúan moléculas orgánicas y luz confinada. Este avance teórico puede ser útil para desarrollar multitud de aplicaciones nanotecnológicas.
En la naturaleza se pueden encontrar moléculas trenzadas, como el ADN circular o diversas proteínas, pero a los científicos les cuesta mucho sintetizarlas en el laboratorio. Ahora, por primera vez, han conseguido crear una con tres hebras. La diminuta ‘nanotrenza’ tiene 192 átomos y ocho cruces, una estructura anudada que ayudará al desarrollo de materiales más resistentes.