Los estereotipos se forman a una edad temprana y varían según el género y la raza. Un estudio publicado por investigadores de la Universidad de Nueva York muestra que, aunque los escolares de su ciudad asocian la brillantez con hombres más que con mujeres, este prejuicio se revierte cuando la comparación es con personas negras. Además, el grupo étnico de los pequeños no influye en esta decisión.
Un equipo internacional de científicos ha recopilado datos sobre la representación de las mujeres en más de 500 instituciones y los resultados muestran que el problema fundamental se encuentra en la escasa presencia de las mujeres en los puestos de mayor responsabilidad. España ha mostrado políticas progresistas respecto a otros países, con un calificación de 5,3 que supera a la media.
Siempre le han apasionado los mapas. De pequeña aprendió a cartografiar las estrellas del cielo de Nueva Delhi con el Commodore 64 que le regaló su padre cuando nadie tenía ordenador. Ahora mapea lo invisible del universo, la materia oscura. Es profesora de astronomía en la Universidad de Yale, donde también investiga sobre agujeros negros.
Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Sevilla ha investigado los orígenes de la desigualdad de género en la prehistoria peninsular. La principal conclusión es que fue en el Neolítico cuando se hizo evidente la dominación masculina que se mantuvo en posteriores periodos históricos.
Cada publicación sobre si hay o no variaciones importantes en el cerebro de hombres y mujeres genera encendidas reacciones incluso entre la comunidad científica. Muchos alertan de que el área avanza lastrada por sesgos que inducen a ignorar las evidencias, a un mal diseño de los experimentos y a errores de interpretación, en un círculo vicioso que perpetúa los estereotipos.
Un estudio llevado a cabo en colegios chinos muestra que las jóvenes mosuo, una etnia matrilineal en la que las mujeres toman las decisiones económicas, muestran menos aversión al riesgo que sus compañeras procedentes de familias patriarcales. A pesar de sus limitaciones, el trabajo sugiere que el contexto sociocultural desempeña un papel clave en las diferencias sexuales en estos comportamientos.
Un año más celebramos el Día Internacional de la Mujer. Aún con la resaca del 11 de febrero, el día específico de la mujer y la niña en la ciencia, es indudable que estas conmemoraciones están adquiriendo cada vez más importancia junto a las reivindicaciones feministas y los debates que las acompañan.
Para la revista Science, uno de los hitos de 2018 fue la denuncia y persecución del acoso sexual en el ámbito científico. En EE UU, la investigadora Julie Libarkin ha creado una base de datos abierta sobre casos confirmados y la neurocientífica Beth Anne McLaughling ha impulsado el movimiento #MeTooSTEM. Varias universidades españolas ya han estudiado el acoso sexual en sus campus.
La divulgadora británica publica en español su libro Testosterona rex, en el que analiza modelos científicos obsoletos que refuerzan falsos mitos tan establecidos como el de la supuesta preferencia de los hombres por el riesgo. Ella defiende que las diferencias entre sexos son mucho más dinámicas de lo que creemos.
Un estudio de la Universidad Pompeu Fabra ha analizado los factores que infuyen en la infrarrepresentación de las mujeres en los cargos políticos ejecutivos. La investigación pone de relieve que este desequilibrio no se deriva de cualidades tangibles como el mérito. Además, indica que cuando ellas compiten por el liderazgo de su partido tienen que vencer a sus rivales masculinos por un amplio margen de votos, es decir, deben ser líderes indiscutibles. En diciembre de 2017 solo había trece mujeres al frente de su país.