El cambio climático, la contaminación del aire, los incendios, las plagas y los cambios inducidos por la actividad del ser humano están deteriorando la salud de los bosques de todo el planeta. La revista Science recopila una serie de estudios en los que se examina cómo estas alteraciones están afectando a las masas forestales del mundo, desde los exuberantes y variados bosques tropicales hasta los antiguos y resistentes ecosistemas boreales del hemisferio norte.
Un artículo de la revista Ecology recoge datos de todos los continentes sobre producción de biomasa y su relación con el secuestro de carbono. En el estudio participa por España el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC), que ha realizado investigaciones sobre varias especies arbóreas en las provincias de Salamanca y Burgos.
Hasta ahora, los modelos de predicción del clima y la vegetación asumían que, tras una sequía, el crecimiento de los bosques se recuperaba rápidamente. Pero un nuevo estudio, con participación española, demuestra que los árboles tardan entre dos y cuatro años en recuperar la tasa de crecimiento anterior a la sequía, que también provoca una disminución en su capacidad para almacenar carbono.
Con tan solo 26 años, Jane Goodall empezó a investigar el comportamiento de los chimpancés salvajes de Gombe (Tanzania) para entender mejor la evolución humana. Estaba previsto que su proyecto culminara en seis meses, pero África y los chimpancés la cautivaron. Ya han pasado 55 años, y Jane –ahora con 81– sigue más activa que nunca: hoy sale en España su último libro. A su labor, se han unido científicos y voluntarios españoles que trabajan con su misma pasión en Congo y Senegal.
Una de las consecuencias del cambio climático es la intensificación del ciclo hidrológico, es decir, más sequías y tormentas más intensas y frecuentes, lo que provoca un aumento en la frecuencia de los ciclos de secado y rehumedecido del suelo. Un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, acaba de publicar un estudio en la revista Global Change Biology en el que se destaca el papel modulador de la deposición de nitrógeno sobre las respuestas de los suelos de bosques templados al cambio climático.
Han analizado en Doñana cómo el decaimiento de los bosques, provocado por las sequías asociadas al cambio climático, afecta a la composición microbiana de los suelos y modifica el ciclo del carbono aumentando las emisiones de CO2. Una de las mayores aportaciones de dióxido de carbono que recibe la atmósfera proviene de las comunidades microbianas del suelo.
Un estudio, publicado en Scientific Reports, se centra en la diversidad zoológica y la nutrición humana en los bosques de África, y vincula la malnutrición de los humanos con la sobreexplotación de carne silvestre en las selvas tropicales. Según los investigadores de la Universidad de Málaga (UMA), el uso racional de los recursos cinegéticos en estas zonas ayuda a garantizar la salud alimentaria de las personas.
Un equipo internacional de científicos ha comparado la respuesta fisiológica a años secos en 160 áreas forestales que representan cinco tipos diferentes de bosques. Los resultados demuestran que el aumento de la diversidad de especies arbóreas en varios bosques centroeuropeos no contrarresta los efectos del incremento de la aridez asociado al cambio climático, en contraste con lo que ocurre en los bosques mediterráneos.
Científicos de Argentina y Estados Unidos han elaborado un método que revela la densidad de la vegetación en épocas pasadas a través de los registros fósiles y lo han aplicado a la Patagonia para conocer las variaciones que sufrió esta región geográfica a lo largo de 38 millones de años. Esta información se puede relacionar con los cambios climáticos del pasado e incluso con las diferentes formas de los dientes de los animales herbívoros en distintas épocas.
Los erizos son invertebrados marinos que actúan como agentes modeladores de la riqueza biológica de los fondos oceánicos. Pero una proliferación excesiva de estos animales bentónicos también puede tener un grave impacto ecológico sobre los fondos marinos, que se convierten en blanquizales oceánicos porque se reduce la cobertura de algas, y en consecuencia se limita la supervivencia de otras especies marinas.