El grupo de investigación dirigido por Félix Zamora, del Departamento de Química Inorgánica de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con el grupo de Julio Gómez del Departamento de Física de la Materia Condensada, pretende organizar polímeros inorgánicos conductores en superficies, con el fin de preparar nanocircutos basados en estas moléculas. En un trabajo publicado por este grupo, se han aislado y caracterizado morfológica y espectroscópicamente en superficie estas moléculas confirmando que mantienen su integridad estructural respecto al material de partida después de procesarlas.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han descubierto que la proteína ADN ligasa de Ferroplasma acidiphilum, un microorganismo primitivo capaz de sobrevivir en ácido sulfúrico, protege a las células frente a los factores que causan daños en el ADN y logra prevenir la muerte celular. Los autores del estudio, que aparece publicado en el último número de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, sugieren que esta proteína podría convertirse en un modelo para el estudio y tratamiento de las patologías donde los daños en el genoma cumplen un papel fundamental, entre ellos el cáncer.
Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha aprovechado recientes avances en nanotecnología para sentar las bases de un nuevo sensor de ADN ultrasensible que, en un futuro, podría utilizarse en el diagnóstico precoz de enfermedades que, como el cáncer, precisan de una detección rápida para maximizar las posibilidades de éxito en el tratamiento.
Investigadores del Centro Médico de la Universidad de Leiden (LUMC, con sede en Holanda) han sido los primeros en determinar la secuencia de ADN de una mujer, que se ha convertido, además, en el primer ciudadano europeo cuya secuencia se ha determinado. Los investigadores anunciaron su descubrimiento durante una conferencia en la 'Bessensap', una reunión entre científicos y la prensa que se celebra anualmente en Holanda.
Los genes de uno de los animales más sorprendentes de la tierra, el ornitorrinco, ya no son un secreto. Y todo porque Glennie, una hembra de ornitorrinco, ha cedido a la ciencia su ADN. Eso ha permitido determinar la secuencia de los dos mil millones de bases que componen su genoma, que codifica más de 18.500 genes, un número similar al de humanos. Para hacer este trabajo, han colaborado treinta laboratorios de ocho países, que con su investigación han saltado a la portada más reciente de la prestigiosa revista Nature. Entre ellos, el grupo de científicos que dirige el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín. Y aunque 166 millones de años de evolución separan al lector de Glennie, el estudio supone un considerable avance para definir qué le hace humano. Pero ¿cómo ha sido el trabajo en el laboratorio para llegar hasta aquí?
Investigadores del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA) han contribuido a descifrar el genoma del ornitorrinco, un animal que se separó hace 166 millones de años del tronco evolutivo que daría lugar al ser humano. Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y miembro de la Real Academia de Ciencias, ha coordinado la contribución española a esta investigación, que hoy es portada de la revista Nature. El estudio aporta nuevas claves sobre la evolución de los mamíferos