El origen de los salmones que se pescan en los ríos es tan clara como el agua en el que viven, y por eso la mayoría de las estrategias de protección de la especie se han dirigido a las cuencas fluviales. Pero ¿qué sucede con los salmones que caen en las redes durante su etapa marina? ¿Cómo se distribuyen los peces en el Atlántico y a qué río están ligados los que se pescan en alta mar? Evaluar la eficacia de la estrategia de repoblaciones y determinar cuáles son las mejores herramientas de protección de los peces migradores están entre los objetivos del Grupo de Genética de Recursos Naturales de la Universidad de Oviedo.
Estos investigadores, que dirige Eva García Vázquez, han colaborado con un equipo de la Universidad de Exeter (Reino Unido), y otro de la Universidad de Cork (Irlanda). Todos ellos han unido sus esfuerzos en el proyecto europeo ASAP (Atlantic Salmon Arc Project), que les ha permitido crear una base de datos genética en la que se recogen microsatélites, es decir: los fragmentos de ADN exclusivos de cada población. Para hacer el análisis genético ha bastado con extraer un trocito de aleta o un par de escamas de los salmones analizados, un método no agresivo con el animal. La ventaja de la extracción de escamas es que permite a los investigadores conocer cuánto tiempo han pasado los peces en el río y en el mar, y saber, por ejemplo, por qué puede haber fallado un año la producción de juveniles.