La nueva película de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud nos sumerge en un mundo de gran diversidad biológica, grandioso y a la vez desconocido: el océano. Con 50 millones de euros de presupuesto y ocho años de trabajo con científicos como Stéphane Durand, los 108 minutos que dura Océanos envuelven al espectador en una sinfonía natural donde los animales cobran protagonismo y revelan sus secretos mejor guardados. En este himno al océano la biodiversidad tiene la palabra.
Como si fuera un guiño al naturalista británico Charles Darwin, la película Océanos comienza con una iguana marina que se desliza entre las rocas y nada con gracia hacia la superficie, donde se reúne con sus compadres. Estamos en la isla Fernandina, al oeste del archipiélago de las Galápagos, un lugar de acceso prohibido al ser humano desde hace décadas, y a la que el equipo de rodaje ha accedido con un permiso especial.
Para Stéphane Durand, biólogo francés y uno de los guionistas del largometraje, nadar junto a estos animales ha sido una de las experiencias más maravillosas de su vida. “He tenido la gran suerte, gracias a Jacques Perrin, de viajar hasta Galápagos en un velero de madera. Nos hemos sentido como Darwin llegando a la isla en el siglo XIX. Los animales ni se inmutaron con nuestra presencia”, detalla a SINC Durand.
Como esta isla, Océanos retrata en cuatro “intensos” años de rodaje otros 49 lugares de excepción entre las más de 100 localizaciones elegidas en todo el mundo. Doce grupos de grabación han realizado cerca de 70 expediciones desde el Ártico hasta Australia para componer las notas de esta ópera salvaje en la que emergen 80 especies. “El tiempo ha sido el secreto de la película”, cuenta el biólogo.
Para lograr la imagen de la ballena azul que come el krill –una escena en la que el espectador se reencarna en el mamífero- se necesitaron 28 semanas en el mar. Tres viajes al Ártico canadiense también fueron precisos para captar la toma más tierna: una madre morsa abrazando y protegiendo a su cría recién nacida. El presupuesto de 50 millones de euros facilitó la tarea, y la música del compositor Bruno Coulais endulzó la escena.
Mediterráneo: ¿la belleza perdida?
Entre las casi 500 horas de imágenes, el filme también muestra el Mar Mediterráneo. Aunque el narrador procura no perturbar con sus palabras la belleza de las imágenes, el espectador no ve cosas tan bonitas. “Son las imágenes de los atunes rojos en las redes y los pescadores que se pelean con los peces. El Mediterráneo también es el pez espada frente a la red que no puede proseguir su camino”, lamenta Durand.
La película no sólo muestra la poesía que surge de los movimientos de los seres marinos, también hace una denuncia a la pesca ilegal y a la sobreexplotación de los recursos. “Pero podría haber una naturaleza rica y una pesca sostenible en el Mediterráneo gracias a las áreas marinas protegidas, como las que hay en España. Se podría conseguir limitando la presión pesquera”, advierte el coguionista francés.
Sthephane Durand, coguionista de la película.
A la sobreexplotación se une la captura de tiburones escenificada en el filme con animales robóticos de látex en una toma reconstruida. La escena, “más real que lo real”, denuncia la mutilación de escualos, que son devueltos al mar para morir desangrados después de que los pescadores les despojen sus aletas. “Para nosotros la película es un mensaje de esperanza; sólo hay que saber preservar la vida marina”, comenta optimista Durand.
Estrecha colaboración científica
Después de Microcosmos, la primera película de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, llegó Nómadas del Viento, nominada al Oscar al mejor documental en 2003. Allí los directores crearon una red de científicos especialistas que asesoró la realización de la película.
Para Océanos, la llamada telefónica de Jesse Ausubel, impulsor y organizador del Censo de la Vida Marina (EE UU) facilitó en 2002 la elección de las especies, y de los lugares que iban a aparecer en esta superproducción cinematográfica, y también creó mayor vínculo entre los expertos. “Fue nuestro punto de partida”, afirma el biólogo.
El Censo para la Vida Marina inició su proyecto en 2000 y será el 4 de octubre de 2010 cuando los científicos presenten en Londres la evaluación de la situación del mar sobre la biodiversidad marina desde un enfoque que recoge el pasado, presente y futuro del mar.
En esta década los expertos han descubierto nuevas especies. Con la colaboración del equipo de Océanos han encontrado “nuevas relaciones entre especies”, concreta Durand. Un ejemplo es el pulpo violáceo de color rojo, con un velo en sus tentáculos, y con un gran dimorfismo sexual –los machos miden sólo unos centímetros y las hembras alcanzan los dos metros-. “Era conocido pero sólo se habían encontrado ejemplares muertos. Hasta ahora nadie lo había visto vivo en su entorno natural”, afirma el guionista científico.
Solidaridad animal
En esta historia cinematográfica no hay ninguna manipulación de la naturaleza. Las relaciones de cooperación, ayuda, y simbiosis de los animales han emocionado a la comunidad científica. “Tenemos un número incalculable de imágenes que muestran estos vínculos, como los enormes tiburones que entran en el arrecife para que pequeños peces les limpien de sus parásitos”, explica Durand.
Otras relaciones vinculan a algunos animales alrededor de una misma presa, como las sardinas acorraladas desde las profundidades hasta la superficie, donde se benefician de ellas atunes, peces aguja, leones marinos, pájaros, tiburones, delfines y ballenas en una grandiosa batalla por la supervivencia. Para el científico cineasta, “es un equilibrio perfecto, pero nos hemos dado cuenta de que los pájaros sobreviven gracias a los delfines que llevan a las sardinas a la superficie”.
El frágil e indispensable equilibrio entre especies demuestra cómo al desaparecer una, pueden desaparecer las demás. “Cuando a esta zona aún virgen llegue la pesca industrial y se lleve las sardinas, estos animales desaparecerán”, apunta Durand.
Las últimas técnicas de grabación han permitido sacar a la luz los misterios y paraísos del océano, las relaciones entre animales, y las del mar con el ser humano. Mientras una parte de la humanidad se dedique a exterminar a la vida marina, aventureros modernos como Durand dedicarán su tiempo a mostrar la belleza que aún perdura bajo el mar y que aún estamos a tiempo de salvar.