Los conflictos armados de Siria, Ucrania o la República Democrática del Congo, entre otros países, suman cada día cientos de pérdidas humanas de civiles. A ellos se unen los animales salvajes, que se convierten en víctimas silenciosas de unas guerras en las que no han elegido bando. El ibis eremita en Siria o el elefante africano, amenazado por el comercio del marfil, quizá sean las últimas especies que causen baja.
Cuando en mayo de este año el Estado Islámico tomaba el control de la ciudad siria de Palmira, la comunidad internacional alertaba sobre la posible destrucción de las ruinas de un imperio de casi 2.000 años de antigüedad.
Sin embargo, es menos conocido que esta ciudad, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, albergaba un refugio con tres ejemplares de ibis eremita (Geronticus eremita), y una pequeña colonia de cría de esta ave, considerada en peligro crítico de extinción y de la que solo existen dos colonias más con estas características en Turquía y Marruecos.
Assad Serhal, director general de la Sociedad para la Protección de la Naturaleza en el Líbano, relata a SINC cómo los guardas del refugio tuvieron que huir de la ciudad por la llegada de los combatientes del Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés).
“Conozco a los guardias personalmente y estoy seguro de que pusieron a salvo a estos pájaros junto a sus propios familiares”, explica Serhal quien aclara que estas aves fueron un regalo de la colonia turca a Siria para reintroducirlas y establecer de nuevo la ruta de migración reproductora.
El trayecto entre Siria y Etiopía era lo que hacía Zenobah, una hembra adulta de ibis eremita que fue vista por última vez en la primavera de 2014 en el desierto de Palmira, controlado actualmente por el IS.
Ejemplar de Ibis eremita. / Encyclopedia of life
“Zenobah es el único ejemplar de Ibis que continuaba migrando hacia las zonas de reproducción en el altiplano etíope. Perderla sería trágico ya que disminuiría la variabilidad de ADN y esta no podría enseñar la ruta a los nuevos ejemplares”, indica Serhal.
Según las informaciones que este naturalista libanés maneja, no solo la zoología de esta región se está viendo afectada por el IS: “Los combatientes disparan a los animales para comer o por diversión pero además provocan incendios o contaminan los humedales con petróleo, influyendo no solo en la fauna residente, sino en la migración de aves y mamíferos”, apunta el experto.
El continuo avance del Estado Islámico ha provocado que más de un millón de sirios se desplacen a la frontera con el Líbano. “Estos movimientos de humanos suponen una enorme presión para los recursos naturales de ese país”, lamenta Serhal.
Elefantes y rinocerontes, objetivos de las guerrillas en África
Pero esta región no es la única en sufrir conflictos armados. El centro de África lleva décadas asolado por enfrentamientos de diversa índole. Esta vez, son los grandes mamíferos, como el rinoceronte blanco del norte (Ceratotherium simum cottoni) o el elefante africano (Loxodonta africana), los que se ven afectados por los daños colaterales.
"En esta región han muerto más de 3.000 elefantes africanos en apenas dos años y el rinoceronte blanco del norte está al borde de la extinción", informa a Sinc Luis Arranz, un biólogo español que lleva toda su vida dedicada a la conservación de la biodiversidad en zonas conflictivas. Fue director del parque nacional de Zakouma en el Chad de 2001 a 2007, y desde esa fecha hasta 2014 dirigió el de Garamba, en la República Democrática del Congo.
“Cuando dejé Zakouma en 2007 había unos 3.500 elefantes. Dos años más tarde quedaban 450. En Garamba, había 22.000 elefantes en 1976 y en el 2013 quedaban unos 2.000”, señala Arranz a Sinc con la contundencia que implican estos datos.
Para el experto, que desde finales del año pasado se encuentra de vuelta en España, el parque de Garamba es el que más conflictos armados soporta. “Existen muchos enfrentamientos internos dentro de la República Democrática del Congo y casi todos llevan la firma del Lord's Resistance Army (LRA)”, subraya Arranz.
Luis Arranz junto a soldados con la boina azul de la ONU. / Nuria Ortega
El Lord's Resistance Army siembra el terror en humanos y animales
“El LRA está dirigido por Josep Kony, la persona más buscada en el tribunal de la Haya (Holanda), acusado desde hace 24 años de secuestrar a unos 60.000 niños para convertirlos en niños soldado o esclavos sexuales”, indica el biólogo.
Esta organización, con una ideología extremista cristiana, se financia, entre otras cosas, del marfil que consigue matando elefantes en Garamba, enfrentándose para ello a los guardas del parque.
“En muchas ocasiones tuvimos que llamar al ejército del Congo para protegernos de estos guerrilleros pero los soldados también mataban elefantes para conseguir dinero con sus colmillos, con lo cual todo el mundo está implicado”, explica Arranz.
El marfil de los elefantes africanos no ha sido el único botín por el que los furtivos y guerrilleros en Garamba mataban animales. El rinoceronte blanco del norte se considera extinto en el parque: pasó de 1.200 ejemplares en 1960 a uno en 2006. En el resto del mundo, solo quedaban cinco individuos en 2014.
“El kilo de cuerno de rinoceronte vale en los mercados asiáticos 65.000 dólares, superando en 10.000 al del oro. El marfil vale algo menos porque todavía hay elefantes. Pero irá a más”, critica el biólogo español.
Para Arranz, una de las medidas para luchar contra los furtivos es que los guardas se puedan defender. “En Garamba tenía 180 guardas para 12.500 km2 y en los siete años que estuve mataron a 20. Sin embargo nadie nos quiere dar dinero para armas y poder defendernos”, indica.
Además, según el experto, mientras siga existiendo el comercio de marfil seguirán matando elefantes. “No es normal que en el siglo XXI sea legal exportar marfil desde Sudán o Uganda a algunos países como Japón. Lo lógico es que todo el comercio se prohiba para salvaguardar a las especies”, manifiesta.
Ejemplar de rinoceronte blanco. / Wikipedia
Pero el asesinato de elefantes se extiende prácticamente por toda África. “Están matando elefantes en Kenia y en Tanzania. Cuanto más conflicto hay en un país es más fácil para los furtivos. Es un proceso imparable mientras el tráfico de marfil no acabe”, añade el naturalista.
En cuanto al futuro de los parques, Luis Arranz no es muy optimista aunque señala que en enero de este año la Unión Europea –principal financiadora de estos parques– ha reunido en Bruselas por primera vez a todos los implicados en la conservación. “Han prometido exigir responsabilidades a los gobiernos donde se encuentran los parques y financiarlos a largo plazo, algo que, hasta este momento, no se hacía”, explica el biólogo.
“Si la UE se lo toma en serio podremos actuar, sino ya se está hablando de llevar rinocerontes y elefantes a Australia y EE UU para, al menos, conservar la especie”, sugiere Arranz.
El bisonte europeo, una especie al borde de la extinción por la guerra en Europa
La alternativa es un continente sin elefantes ni rinocerontes, como le ocurrió a Europa con el bisonte europeo (Bison bonasus) que se extinguió en estado salvaje tras la Primera Guerra Mundial.
“Antes de la Gran Guerra había dos poblaciones de bisontes en libertad: una en los bosques de Bialoweza (Polonia) y otra en las montañas del Cáucaso”, explica a Sinc Katarzyna Daleszczyk, directora del Parque Natural de Bialoweza, donde está en la actualidad la mayor población de esta especie con 500 ejemplares.
Ejemplar de bisonte europeo. / encyclopedia of life
"En Bialoweza había 700 individuos al comienzo de la guerra. Pero en 1919 no quedaba ninguno porque los soldados o la población local los mataron para comer”, señala Daleszczyk.
A pesar de que la población del Cáucaso se exterminó en 1927, los bisontes europeos fueron reintroducidos en los grandes bosques del continente hasta que a finales de 2013, había un total de 5.249 ejemplares.
Sin embargo, esta especie se sigue enfrentando a grandes retos hoy en día. “Las poblaciones están muy aisladas unas de otras con lo que la variabilidad genética es escasa y tampoco es fácil encontrar nuevas zonas de cría de esta especie”, añade la experta.
Además, la guerra se ha vuelto a cruzar en el camino de este animal en Ucrania cuando empezaron las revueltas del Euromaidan en 2013 y la inestabilidad de las regiones fronterizas con Rusia como Donetsk y Lugansk.
“En la década de los 90, Ucrania contaba con más de 400 bisontes en libertad; 20 años después, debido a la caza furtiva que provoca la inseguridad política, quedan alrededor de 150 ejemplares”, lamenta Daleszczyk.
Bisontes europeos, elefantes africanos, rinocerontes blancos e ibis eremitas son solo algunas de las víctimas del terror que engendra el ser humano. Pero el caos que este crea en la naturaleza ya no parece tan lejano.
Sin un conflicto armado aparente, las actividades militares también tienen consecuencias en los animales. Hace un par de semanas se publicaba un informe sobre el varamiento de 39 calderones (Globicephala melas), que se produjo el 22 de julio de 2011 en el entrante de mar de Kyle of Durness, en el cabo de Wraft, al norte de Escocia.
Las conclusiones del trabajo apuntan a que la causa de la muerte de 19 de estas ballenas de cola larga fue la detonación de tres bombas de 450 kg y una cuarta de 113 kg por parte del Grupo de Buceo de la Royal Navy. La elevada intensidad de las explosiones alteró el sentido auditivo y, por tanto, de la navegación del grupo de 70 calderones que se encontraba en la zona.
Este varamiento, que ha sido calificado en el estudio como uno de los más importantes de la historia, es una prueba más de los efectos que las actividades militares pueden tener en los animales.