La experimentación invasiva y biomédica con grandes simios está prohibida en España desde 2013. Sin embargo, en el mundo del entretenimiento –circos, publicidad o televisión– se siguen utilizando primates. Su rehabilitación y resocialización es costosa y lenta. Mientras el mayor centro de recuperación español sufre problemas para financiarse, un movimiento respaldado por un nuevo documental emerge para considerarlos ‘personas no humanas’.
La “mentira de la selva”, así arrancaba el artículo del Washington Post de 2008 que revelaba la verdad de Chita, el chimpancé macho (Pan troglodytes) amaestrado que coprotagonizó junto con el actor olímpico Jonny Weissmuller la película Tarzán de los monos (1932) y las doce siguientes que le sucedieron.
La leyenda cinematográfica dice que sobrevivió a todo el reparto al morir a los 80 años en un santuario para primates del espectáculo en Palm Springs, California (EE UU). Sin embargo, en aquel artículo se afirmaba que ese mono no era la Chita original, sino otro de los varios chimpancés que tuvo Weissmuller como compañero en la larga saga.
Sus captores aseguraban haberlo traído desde Liberia a Nueva York en un vuelo trasatlántico, pero este tipo de recorridos comerciales con pasajeros no se inició hasta 1939, con el Boeing 314 Clipper que hacía la ruta entre Marsella y la Gran Manzana. Años después llegarían los modelos a reacción.
Antes de que se destapara este detalle, ya resultaba inverosímil que sobrepasara los 70 años. El libro Guinness lo incluyó como el más longevo del mundo. “Los chimpancés y el resto de grandes simios pueden llegar a vivir unos 40 años en libertad, y entre 50 y 60 años en cautividad”, explica a Sinc Miquel Llorente, responsable de la unidad de Investigación de Fundación Mona y presidente de la Asociación Primatológica Española. El santuario defendió hasta su muerte que era la Chita original.
La última Chita parece que no vivió mal, tratado como una estrella de la gran pantalla. Hasta Jane Goodall lo felicitó por su 75 cumpleaños y el Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola le otorgó el premio Calabuch en 2006. Su trabajo le habría costado aprender, entre otras cosas, a vestirse de mujer o pintarse los labios para las secuencias de estos filmes.
Tarzán y Jane con el chimpancé Chita.
La realidad es que la mayoría de este tipo de animales utilizados como intérpretes en los circos, anuncios, películas o como mascotas están socialmente aislados de sus compañeros, presentan problemas de conducta y carecen de habilidades importantes para vivir en un ambiente de grupo. “Todos ellos tienen en común el haber pasado los primeros años de su vida o bien en ausencia de individuos de su especie, o bien en un ambiente inadecuado”, añade Llorente.
Las repercusiones son enormes: comportamientos aberrantes, estereotipias, dificultades para desarrollar una vida social normal, problemas en el desarrollo físico y susceptibilidad a enfermedades, “y en algunos casos incluso acaban desarrollando trastornos mentales similares a los de los seres humanos, como estrés postraumático o depresión”, subraya el investigador, que lidera un estudio realizado durante ocho años y publicado en 2015 en el International Journal of Primatology sobre la rehabilitación de chimpancés mascotas o utilizados para el entretenimiento.
Devolver la libertad a las ‘personas no humanas’
El nuevo documental Unlocking the Cage, que se estrenará en Europa a finales de verano y que se presentó en el Festival de Cine de Sundance el pasado enero, lleva a la gran pantalla la lucha legal de Steven Wise, profesor de derecho de los animales en la Escuela de Derecho de Harvard y fundador del Proyecto de Derechos no humanos. El jurista lleva desde 1996 reivindicando que, partiendo de evidencias científicas, “los animales cognitivamente complejos, como los chimpancés, ballenas, delfines y elefantes podrían tener derechos limitados a las personas, como la libertad corporal, que les protegerían contra el abuso físico”.
El documental tiene la ambición de convertirse en el nuevo Blackfish, una película que conmocionó a la opinión pública por el sufrimiento de las orcas en cautiverio y que ha generado todo un movimiento social para acabar con la situación de estos grandes cetáceos en parques de exhibición. ”Nos interesamos en el tema debido a nuestra preocupación por los animales y pensamos que lo que Steve Wise estaba tratando de hacer legalmente era un enfoque interesante para nuestro trabajo”, declara a Sinc la codirectora del filme, Chris Hegedus.
Para Wise, su derecho a la libertad corporal se vulnera porque son esclavizados y físicamente retenidos contra su voluntad. “Estamos argumentando que un animal no humano es lo suficiente complejo cognitivamente para obtener el derecho legal fundamental a la libertad corporal que protege su autonomía. Esto significa, al menos, que dichos animales no humanos no puedan ser encarcelados”, apunta a Sinc el jurista.
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Los derechos para reproducir el documental han sido adquiridos ya por la BBC y las televisiones nacionales francesa, alemana, sueca y holandesa, según Kevin Schneider, director ejecutivo del proyecto Nonhuman Rights, una iniciativa respaldada por primatólogos como Jane Goodall.
El tribunal de apelaciones del estado de Nueva York (EE UU) ha dictaminado en dos ocasiones que los chimpancés no tienen derechos legales y no pueden ser liberados de su cautiverio. Wise llevó a juicio el caso de dos chimpancés, llamados Tommy y Kiko –este último participó en el rodaje de una nueva película de Tarzán y tiene problemas auditivos– y reclamaba su puesta en libertad en un santuario debido a la situación actual de los simios. Mejor suerte tuvo en 2014 Sandra, una orangutana del zoo de Buenos Aires que tras veinte años enjaulada sentó precedente y se le reconoció su derecho a la vida, a la libertad y a no sufrir daño.
“Estos animales necesitan una legislación efectiva. Que sean considerados personas no humanas no sirve para nada si luego la legislación no se aplica. Prefiero una legislación ‘generalista’ pero efectiva a otra que los llame ‘personas no humanas’ y que tan solo sirva de cara a la galería”, enfatiza Llorente. En el caso español, el Congreso aprobaba en 2013 un Real Decreto sobre Experimentación Animal que prohibía expresamente hacer ensayos médicos con grandes simios. En 2015, EE UU anunció que los Institutos Nacionales de Salud (NIH) darían fin a este uso de los chimpancés.
Las dificultades de los centros de rescate
En España, además de la Fundación Mona existen otros centros de recuperación de estas especies que se hacen cargo de los primates rescatados o incautados, como Primadomus y el Centro de Rescate de Primates Rainfer. Este último pasa por dificultades económicas para continuar con su actividad.
“La situación ha mejorado gracias a la implicación de muchas personas que han aportado su grano de arena para que podamos pasar los meses críticos de invierno. A pesar de ello, los gastos mensuales para el cuidado y mantenimiento de los más de 130 primates del centro son muy elevados y no conseguimos cubrirlos con nuestros propios medios, por lo que seguimos necesitando mucha colaboración para continuar”, manifiesta a Sinc Marta Bustelo, subdirectora de colaboraciones y relaciones exteriores de Rainfer.
Según Llorente, de la Fundación Mona, “uno de los principales retos de los centros de rescate es la creación de grupos para socializar a los individuos rescatados y promover el desarrollo de conductas típicas de la especie”.
Los primates provienen del abandono de particulares, la explotación en circos y la industria audiovisual, y de incautaciones al tráfico ilegal. Además de proveer a los animales de programas para su recuperación física y psicológica, estas instituciones investigan en colaboración con varias universidades españolas.
Uno de los chimpancés rehabilitados en Rainfer a su llegada y tras la rehabilitación / Rainfer
En Rainfer existe un grupo de investigación en colaboración con la Universidad de Alcalá de Henares en la que se han abierto tres líneas sobre la autoconsciencia, la teoría de la mente y la conciencia de la muerte en chimpancés. Otro grupo colabora con la Universidad Autónoma de Madrid sobre la metacognición en chimpancés.
“Este equipo de trabajo estudia la capacidad de ser conscientes de nuestros propios estados mentales, en otras palabras, involucra la habilidad de pensar sobre lo que sabemos y lo que ignoramos”, señala Guillermo Bustelo, director del centro. En todos los casos, la investigación es no invasiva y el diseño experimental se efectúa en el laboratorio de cognición de chimpancés del centro (único en España) mediante el pase de baterías de test de imágenes que los chimpancés realizan.
Además, el centro ha aprovechado que tiene una decena de perros domésticos –en su mayoría procedentes de abandonos– para crear un grupo de investigación en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid y su Máster de Etología aplicada de la Facultad de Psicología.
Los humanos somos una especie de superdepredadores y estamos detrás de la extinción de gran parte de la fauna del planeta. Elogiamos la actitud de Jambo, el gorila que protegió a un niño inconsciente que cayó en una jaula en el zoo de de Jersey (Reino Unido, 1986) y, a su vez, nos hacemos selfies con un delfín franciscana varado en una playa en Argentina hasta que agoniza. Para todas las personas implicadas en el trabajo de rehabilitación, lo principal no es solo que las leyes se endurezcan, sino que las que ya existen se apliquen para garantizar una verdadera protección de los animales.
Uno de los 8 chimpancés participando en la actividad de pintura/ Laura Baracchi
Es común que los chimpancés en cautividad aprendan a pintar mediante la manipulación de una pluma o un pincel sobre el papel. En humanos el enriquecimiento sensorial se ha aplicado en pacientes con trastornos del espectro autista. En el caso de los animales, este tipo de terapias artísticas ha sido poco desarrollado.
Los científicos creen que tal vez pintan únicamente con el fin de explorar y jugar, en lugar de la conducta artística real, como recoge un estudio de Akatsuki Saito, investigador de la Universidad de Osaka (Japón); o tal vez para disfrutar de efectos visuales creados por uno mismo, lo que sugiere que el sentido de la estética tiene raíces relativamente antiguas, según el trabajo realizado por Frans B.M. de Waal de la Universidad de Emory (EE UU).
En la Fundación Mona se ha llevado a cabo una investigación con ocho chimpancés para evaluar si manipular y jugar a pintar tiene un impacto positivo sobre su bienestar. Además, se analizó si los dibujos son algo anárquico y aleatorio o tienen algún tipo de estructura y estandarización, al igual que sucede en las primeras etapas del desarrollo del dibujo infantil. “Curiosamente estas pinturas tienen un orden, un sentido, e incluso cierto grado de estética a ojos de evaluadores humanos”, asegura Llorente.
El proyecto lo desarrolló la investigadora Daniela D'amore y ha sido presentado en la sexta Reunión de la Federación Europea de Primatología. “La pintura se utilizó como una forma de enriquecimiento sensorial para los chimpancés alojados en el santuario. Se les dio acceso al material de pintura sin ninguna obligación, podían elegir quedarse en su habitación, en el área abierta o venir y pintar”.
Los chimpancés utilizaron de manera preferente unos colores sobre otros, distribuyeron la pintura de una manera ordenada e incluso presentaron características estéticas tan importantes como la diagonal en el dibujo o la regla de los tercios.
Actualmente están replicando este estudio con niños y niñas de preescolar para compararlos con los chimpancés de la fundación. “Nuestros resultados proporcionan evidencias cuantitativas de la efectividad de la arteterapia como método de enriquecimiento en chimpancés”, asegura Yulán Úbeda, coautora del estudio y autora principal de otro trabajo reciente sobre personalidad en chimpancés.