Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río 2016 son los primeros de la historia que han contado con un equipo dedicado exclusivamente al cuidado de la fauna que vive cerca de las instalaciones olímpicas, tanto perros y gatos bautizados con nombres de atletas, como animales silvestres. Capibaras, caimanes, boas, monos capuchinos y perezosos han compartido las pistas con los deportistas de élite.
No compraron entradas ni recibieron invitaciones VIP. Sin embargo, a los Juegos Olímpicos de Río 2016 asistieron unos particulares espectadores que robaron en más de una ocasión el protagonismo a los deportistas de élite que luchaban por batir sus récords: caimanes, avefrías teros, boas constrictoras, cocodrilos, búhos y capibaras hicieron acto de presencia en las pistas.
La capibara, el mayor roedor que existe, ganó el oro de los animales exóticos. Esta tierna mezcla entre ardilla y cobaya rompió la monotonía de los partidos de golf, deporte que retornaba como competición olímpica en Río tras más de un siglo.
Varias capibaras pasearon tranquilamente por las praderas donde se jugaba al golf y desataron el furor en las redes sociales. Google recibió un aluvión de búsquedas acerca de este animal, originario de Sudamérica, donde reside casi exclusivamente.
Una capibara cerca de una superficie acuática en las instalaciones olímpicas. / Danielle Aires/ Instituto Vida Livre
Brasil no es un país cualquiera: a su tamaño gigantesco, equivalente a todo un continente y casi la mitad de América del Sur, se une el hecho de que es uno de los más biodiversos que existen. Según datos del Ministerio de Medio Ambiente Brasileño, sus seis biomas terrestres y tres grandes ecosistemas marinos lo convierten en el hogar de un 20% de las especies del planeta. Junto con el Amazonas compite la menos conocida, pero igualmente exótica y rica selva de la Mata Atlántica, un ecosistema en vías de extinción que ya solo conserva el 5% de su territorio.
Los de Río son los primeros juegos de la historia que cuentan con un equipo encargado exclusivamente del cuidado de los animales, domésticos y salvajes, que habitan las cercanías de las instalaciones, gracias a una colaboración entre el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos en su sección de Sostenibilidad y una de las mayores ONG de protección animal, World Animal Protection (WPA).
En total unas treinta personas divididas en equipos se han ocupado de rescatar a los animales que se cuelan en las competiciones y educar al público para saber cómo tiene qué comportarse cuando estos aparecen.
El mayor bosque urbano del planeta
Solo se intervenía cuando había riesgos. “Nuestro objetivo era concienciar sobre la necesidad de proteger a los animales y facilitar una convivencia pacífica en el transcurso del evento, hacer que la gente superara el miedo y comprendiera que los animales pueden formar parte de la competición”, explica a Sinc Tania Braga, responsable de Sostenibilidad del Comité Olímpico.
“Tras lo ocurrido en los Juegos de Invierno de Sochi en Rusia, donde la alcaldía decretó la exterminación de perros salvajes, el comité de Río estaba muy preocupado porque esto no volviera a ocurrir”, explica a Sinc Rosangela Ribeiro, Gerente de Programas Veterinarios de la WAP, que puso en marcha la iniciativa con un email en el que preguntaba al comité cuál era su plan. “Me respondieron rápidamente y tuvimos una reunión muy productiva”, explica. “Este caso puede ser paradigmático para otros grandes acontecimientos deportivos. Los animales también habitan las ciudades donde se celebran y sufren su impacto”.
Un mono capuchino, la única especie que sobrevive en la ciudad de las once que había originalmente en Río de Janeiro. Imagen: Flávia Xavier / Instituto Vida Livre
El trabajo del equipo demostró ser especialmente importante en una ciudad como Río, que cuenta con el mayor bosque urbano del mundo, el parque Nacional de Tijuca, de 4.000 hectáreas. Forma parte de la Mata Atlántica y cobija a miles de especies endémicas, algunas en peligro de extinción. Visitarlo es como pasar del asfalto a la selva en cuestión de media hora.
“En Río los animales conviven de forma natural con la ciudad en una gran diversidad de ecosistemas: lagunas, montañas, bahías, selva, prados, bancos de arena y manglares”, explica a Sinc Roched Seba, del Instituto Vida Livre, una de las organizaciones a cargo de la gestión de la fauna salvaje. “Algunos animales sufrieron mucho con la expansión urbana. Por ejemplo, de las once especies de monos que había solo nos queda el capuchino. Pero muchos otros consiguieron adaptarse y convivir, como boas, armadillos, tucanes, papagayos, coatíes, didélfidos, perezosos, garzas, loros, osos hormigueros y tortugas de mar”, enumera.
Seba agradece la oportunidad que le ha dado el evento deportivo para educar a los ciudadanos en el respeto hacia los animales. “Nosotros somos más peligrosos para ellos que al contrario, especialmente cuando están en su hábitat”, explica, y resalta que “ni siquiera los brasileños son conscientes de la gran riqueza de animales que vive en el país, no conocen la fauna autóctona”.
Uno de los casos más llamativos fue la aparición de un colorido alcaraván o avefría tero en la Laguna Rodrigo de Freitas, donde tenían lugar las pruebas de canoas, remos y barcos. Algunos temieron que este pájaro, muy territorial, tuviera un comportamiento agresivo, pero el equipo de rescate puso unas barreras alrededor que le hicieron sentirse seguro y convertirse en parte del ambiente.
Perímetro de contención creado para aislar al alcavarán salvaje encontrado en la Laguna Rodrigo Freitas. Imagen: Danielle Aires / Instituto Vida Livre
“Los atletas se tomaban fotos con él y era uno más del equipo”, explica Seba. “Hay que enseñar a la gente que la manera de reaccionar ante los animales impacta en su comportamiento”.
La masacre de los gatos negros de Maracaná
Claro que no siempre se puede tener sangre fría. Una boa constrictor apareció una mañana en la puerta de la cafetería de la Vilia di Midia donde se encontraban los periodistas hasta que el equipo de rescate se la llevó y la devolvió a su hábitat. Tampoco tranquilizaba mucho la presencia de caimanes como los que se expulsaron del campo de golf.
La zona donde se disputó este deporte no ha estado exenta de polémica, por edificar en una reserva natural. El Comité Olímpico argumenta que se encontraba degradada y que ahora se está rehabilitando de nuevo.
Los recorridos de ciclismo plantearon los mayores desafíos durante los Juegos Olímpicos, y se teme que también suceda en los Paralímpicos. Al recorrido, de por sí sinuoso y proclive a los accidentes, se suma la aparición repentina de serpientes, perros y gatos que han puesto al equipo de rescate en algún que otro apuro.
Los encargados de los animales domésticos de la WPA tuvieron que lidiar también con la delicada situación de la colonia de gatos salvajes, de unos 120 ejemplares, que viven en los alrededores del estadio de Maracaná, en el que se han llevado a cabo las ceremonias de apertura y clausura.
Se cree que los aficionados al fútbol, movidos por la superstición, han cometido auténticas masacres de gatos negros para alejar la mala suerte de su equipo. El balance se estima en más de 50 muertes.
“En Maracaná el 90% de los gatos son amarillos o grises, casi no hay negros. Suponemos que fueron exterminados porque es muy raro que en una colonia de gatos desaparezcan solo los negros”, explica Ribeiro. Gracias a la WAP, los felinos del entorno olímpico son capturados, vacunados, esterilizados y devueltos a un lugar seguro, ya que en muchos casos no pueden ser adoptados. Unos 50 gatos ya han sido sometidos a este proceso.
Rosangela Ribeiro, Gerente de Programas Veterinarios de la World Animal Protection, posa con los gatos callejeros que viven en los alrededores de Maracaná. Su ONG se ocupa de protegerlos durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. / WAP
Más exitosas son las historias de adopción de los perros con nombres de atletas que fueron rescatados en torno a las instalaciones olímpicas. Bolt, un perrito negro muy inquieto se coló en las pistas de atletismo el día que el hombre más rápido del mundo logró su primera medalla. O Phelps, un gran amante del agua, fue rescatado cerca de una piscina donde se bañó en repetidas ocasiones. El perro Neymar fue bautizado así por su particular peinado y sus pelos de punta.
Otra perra, adoptada por una pareja, se llama Marta como homenaje a la estrella del fútbol de la selección brasileña. En total se adoptaron 30 animales de los 50 rescatados: 8 cachorros de perros, 15 adultos y 7 gatos.
Una de las historias más tiernas es la de Maneirinho, en portugués “chico guay”, un perro que merodeaba en las cercanías de un estacionamiento frente a la Villa Olímpica, donde se hizo amigo de uno de los guardias de seguridad, Bernardo Celio. Compartieron espacio durante un par de meses, comían juntos y se cuidaban.
Un día Maneirinho tuvo un accidente y fue rescatado, pero Bernardo se dio cuenta de que no podía vivir sin él: se lo llevó a su humilde barrio en las afueras de Río donde vive con dos perros más. “Yo no elegí a Maneirinho, él me eligió a mí”, relata, feliz con su nueva adquisición, el mejor recuerdo y el más perdurable de estos Juegos Olímpicos también de la biodiversidad.