En 1931 una niña de once años recogió un pequeño fragmento de la bola de fuego que acaba de estallar sobre los cielos de Ardón, un pueblo de León. Durante décadas mantuvo su preciado tesoro oculto en una cajita; hasta hoy, que se ha presentado en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid. Se trata de una condrita ordinaria, un tipo de meteorito relativamente común pero que cuenta una historia de 4.565 millones de años.
La mañana del 9 de julio de 1931, a las 9:30, una enorme bola de fuego sobrevoló la provincia de León y generó una serie de estallidos que se oyeron en la capital y localidades cercanas como Boñar y Cistierna, según publicaron los medios de comunicación de la época.
Pero un poco más al sur, en el también municipio leonés de Ardón, alguien guardó una prueba tangible del acontecimiento. Rosa González Pérez, entonces una niña de 11 años, se encontraba haciendo un recado en el centro del pueblo cuando escuchó el gran estruendo que dejaba la estela de polvo del bólido.
En aquel instante, justo delante de ella cayó una pequeña roca humeante del cielo. No quemaba, pero al recogerla todavía estaba caliente. Su aspecto era negruzco, media alrededor de un centímetro y pesaba 5,48 gramos.
Rosa decidió no comentar nada sobre su hallazgo. Lo guardó en una cajita y ahí ha permanecido durante más de 80 años. Hasta que en fechas recientes uno de sus sobrinos, J. Antonio González, pensó que esa pequeña roca podría ser un meteorito y, tras convencer a su tía y a la familia, el año pasado se puso en contacto con científicos del CSIC.
Los investigadores Josep Maria Trigo del Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC), Jordi Llorca de la Universidad Politécnica de Cataluña y otros colegas europeos efectuaron los análisis químicos y mineralógicos correspondientes hasta confirmar que el ‘tesoro’ de Rosa es un meteorito primitivo: una condrita ordinaria –de un grupo conocido como L6– procedente de un asteroide desconocido.
La Meteoritical Society, el organismo internacional encargado de la catalogación de estas rocas, fue informada y ya ha admitido al meteorito de Ardón en su lista oficial. Una vez finalizado el proceso, sus propietarios no saben que van a hacer con su pequeña roca, pero han donado una sección al Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), en Madrid, donde se expondrá al público.
Justo al lado, en la sede del CSIC, hoy se ha presentado tanto la fina lámina donada como lo que queda del meteorito –unos 3,6 gramos– tras los necesarios análisis para su identificación.
Durante el acto, Trigo ha reconocido que el valor económico de este tipo de piezas es escaso –de hecho en ebay se pueden conseguir algunas parecidas por pocos euros–, pero ha destacado el valor científico de meteoritos como este, cuya historia se remonta mucho antes del hallazgo de Rosa.
La otra historia de Ardón
“Hace unos 4.567 millones de años (Ma) se condensaron los primeros sólidos del sistema solar –explica el experto–. Más tarde, hace 4.565 Ma se formaron los cóndrulos (esférulas de material vítreo), y desde esa época hasta hace unos 4.560 Ma se consolidaron los asteroides”.
“Mucho después, hace unos 26 Ma –añade–, la roca que produjo Ardón salió despedida de su asteroide por un gran impacto. Tan solo hace 83 años un pequeño fragmento cayó en la localidad leonesa que lo ha dado nombre, y una niña pudo contarnos algo único que puso a su amado pueblo en el firmamento”.
Los estudios de grandes bólidos que generan meteoritos indican que, por término medio, debe acontecer una caída anual en España de un meteorito con una masa superior a un kilogramo. Los investigadores sospechan que algunas de estas rocas extraterrestres podrían permanecer ocultas como secretos familiares o ser vendidos para acabar en colecciones privadas de las que se pierde toda pista. En ese sentido, la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad de 2007 reconoce que los meteoritos españoles son patrimonio geológico y, por tanto, deben ser preservados y permanecer en el país.
El director del MNCN, Santiago Merino, durante el acto de entrega de la sección del meteorito de Ardón ha agradecido el gesto de la familia de Rosa y ha concluido con un deseo: “Espero que esta acción sirva para incentivar otras donaciones en el futuro”.
Las condritas ordinarias son el tipo de meteoritos más común, con algo más de un 73% de todas las caídas de meteoritos conocidas hasta la fecha. De hecho, del mismo grupo L de la condrita Ardón se conocen otras 406 catalogadas en el Boletín Meteorítico de la Meteoritical Society. La más antigua conocida es la condrita Nogata, caída en Japón en el año 861. Sin embargo, la inmensa mayoría de las que se preservan cayeron en los últimos 300 años, como el de Villalbeto de la Peña, que cayó el 4 de enero de 2004 en esa población palentina.
Se ha propuesto que las condritas ordinarias del grupo L proceden de una familia de asteroides producida por la desintegración del asteroide 1.272 Gefion, que explicaría que sean tan comunes entre las caídas actuales. De hecho, la datación isotópica de sus edades de rayos cósmicos (el tiempo que llevan surcando el sistema solar como pequeñas rocas) indica que su cuerpo progenitor debió sufrir varias colisiones de envergadura que produjeron gran cantidad de estos escombros en los últimos 40 millones de años. Hoy en día, esos fragmentos alcanzan la Tierra tras ser lanzados desde el cinturón principal de asteroides mediante mecanismos dinámicos que se conocen como resonancias y que también impulsan desde allí a los llamados asteroides próximos a la Tierra.
El estudio de meteoritos como Ardón está permitiendo conocer los procesos que ocurrieron durante la formación del sistema solar pero también durante el procesado térmico que sufrió su asteroide progenitor. “Ardón es un meteorito muy interesante pues proviene de un asteroide primitivo pero que, dadas sus mayores dimensiones, sus minerales fueron alterados térmicamente por metamorfismo”, apunta Trigo. “Y también presenta evidencias claras de los procesos de choque acaecidos en ese asteroide mientras estuvo en órbita alrededor del Sol”.
“En la composición mayoritaria del meteorito encontramos silicatos, sulfuros y metales, componentes cuyas características isotópicas indican que participaron en la formación de nuestro planeta. Además –continúa–, Ardón ha preservado en su textura pequeñas esférulas vítreas denominadas cóndrulos y granos metálicos que giraban alrededor del Sol hace unos 4.565 millones de años: los primeros componentes sólidos del sistema solar formados mucho antes que nuestra propia Tierra”.
Referencia bibliográfica:
Josep M. Trigo-Rodriguez, Jordi Llorca, M. Weyrauch, A. Bischoff. “Ardón: L6 ordinary chondrite”. Meteoritical Bulletin 103 (en preceso).