Los Laboratorios Ozer de León realizan protocolos de higiene y desinfección de instalaciones como mataderos o incineradoras para controlar y prevenir la transmisión al hombre de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), más conocida como "mal de las vacas locas". Estos protocolos, exigidos por la administración a las industrias que puedan ser potencialmente peligrosas, están basados en estudios científicos sobre la forma de inactivar los priones, proteínas infecciosas que se alojan principalmente en el sistema nervioso central del animal.
Según comenta la directora de los Laboratorios Ozer León, María Teresa Torregimeno, a DICYT, el protocolo ofertado por la compañía "es un compendio de las normas técnicas de seguridad del Ministerio de Trabajo y de diversas investigaciones sobre la enfermedad y su transmisión al hombre". El protocolo varía según el tipo de industria. Las pautas de actuación cambian si se trata de un ganadero, veterinarios en contacto con material de riesgo, mataderos, incineradoras, etc. Hasta ahora, Ozer León ha aplicado este sistema en dos incineradoras de residuos de matadero en Castilla-La Mancha.
El protocolo consta de varias fases. En primer lugar hace referencia a normas de higiene del personal expuesto a material específico de riesgo (MER), compuesto en bovinos por el cráneo (incluidos encéfalo y ojos) y médula espinal de animales mayores de un año de edad; columna vertebral (incluyendo los ganglios de la raíz dorsal) de animales mayores de dos años; y amígdalas, intestinos (desde duodeno hasta recto) y mesenterio de bovinos de todas las edades.
Ovejas y cabras "locas"
En ovejas y cabras (puesto que también hay formas de encefalopatía espongiforme que afectan a estas especies) el MER lo conforman bazo e íleon de animales de todas las edades, así como el cráneo (encéfalo y ojos) amígdalas y médula espinal de animales mayores de un año. Una de las prácticas de higiene más importantes para evitar infecciones es lavar las heridas varias veces con hipoclorito sódico o sosa (en concentraciones adecuadas).
Una segunda fase hace referencia a la limpieza de las instalaciones. Según el protocolo de Ozer, hay que lavar con agua y detergente los espacios donde se manipula el MER y utilizar después unas soluciones a base de compuestos clorados (hipoclorito sódico) u otras soluciones fuertemente alcalinas como la sosa para eliminar la actividad de los priones, proteína agente de infección de la EEB que se encuentra en el citado material específico de riesgo, principalmente en el sistema nervioso central. Los estudios han demostrado que los priones son muy resistentes a los rayos X y gamma, así como al calor seco (la actividad infectante sólo cesa a 1.000ºC) y a otros tratamientos químicos (formaldehído, óxido de etileno, etc.).
Por último hay que tratar los residuos de la desinfección, principalmente el agua, que estará contaminada con priones. Según Torregimeno, se puede aplicar sosa al agua hasta alcanzar la sequedad, con lo que se puede recoger el sólido como un residuo normal y la actividad infectante quedará inactivada. "Elaboramos este protocolo para aquellas empresas que no tuvieran veterinarios que estuviesen llevando a cabo actuaciones similares, que están contempladas por la administración", finaliza la directora de Ozer León.
Causas de contagio inciertas
Según la norma técnica de seguridad del Ministerio de Trabajo sobre Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), desde el punto de vista epidemiológico no se ha demostrado una mayor incidencia de la enfermedad en trabajadores expuestos a material de riesgo, como pueden ser ganaderos, veterinarios, trabajadores de mataderos, industrias de transformación cárnica, laboratorios, etc. Las actividades con mayor riesgo son aquellas en las que el material de riesgo (el 90 por ciento del cual se encuentra en el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) puede alcanzar heridas, ojos o boca. Aún así, como el periodo de desarrollo de la enfermedad es tan grande (más de 10 años), "no se puede saber si los muertos por esta causa se han contagiado exclusivamente por la comida o han tenido algún otro contacto con material de riesgo", comenta María Teresa Torregimeno. "Una de las personas que murieron en Inglaterra había trabajado con priones en un laboratorio", recuerda.