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Registrado el primer caso de viruela del sur de Europa en el yacimiento de Las Gobas

La comunidad medieval de este asentamiento situado en la provincia de Burgos, en la frontera entre los reinos cristianos del norte y Al-Ándalus, vivió siglos en relativo aislamiento. Sin embargo, científicos españoles y suecos han encontrado en este lugar pruebas del primer caso conocido de la enfermedad.

Vista parcial de la necrópolis de Las Gobas (Condado de Treviño, Burgos)
Vista parcial de la necrópolis de Las Gobas (Condado de Treviño, Burgos). / GPAC (Grupo de Investigación en Patrimonio Construido) Universidad del País Vasco.

Investigadores de la Sociedad de Ciencias de Aranzadi (País Vasco), junto con científicos de las universidades del País Vasco y de Burgos y el centro de Paleogenética del Instituto Max Planck (Alemania), han estudiado el yacimiento de Las Gobas (Condado de Treviño, Burgos).

En el asentamiento secuenciaron, por primera vez en el sur de Europa, los rastros de una cepa temprana de viruela del norte del continente encontrada en restos dentales de un individuo del siglo X.

El estudio, publicado en Science Advances, recorre el registro genético y arqueológico del asentamiento de Las Gobas en dos fases: de los siglos VII al IX y del X al XI.

El estudio recorre el registro genético y arqueológico en dos fases: de los siglos VII al IX y del X al XI

La alta Edad Media fue, en la península ibérica, un periodo especialmente dinámico, marcado por la competencia religiosa, las luchas de poder y una movilidad humana significativa. Sin embargo, el estudio indica que los habitantes de esta zona vivieron relativamente aislados y con un cierto grado de consanguinidad durante al menos cinco siglos.

Tras la invasión omeya (711), Las Gobas quedó en la frontera al norte de las regiones bajo dominio islámico, pero el equipo encontró "niveles relativamente bajos de ascendencia norteafricana o de Oriente Medio" en comparación con otras poblaciones de la península.

"La expansión omeya por la península Ibérica no afectó significativamente a esta comunidad, como tampoco lo hicieron las interacciones romanas previas", afirma Ricardo Rodríguez-Varela, paleogenetista de la Universidad de Estocolmo (Suecia) y autor principal del estudio. 

La expansión omeya por la península Ibérica no afectó significativamente a esta comunidad, como tampoco lo hicieron las interacciones romanas previas

Ricardo Rodríguez-Varela - Universidad de Estocolmo

Hasta el siglo XI, cuando acaban los análisis, "se esperaría ver un incremento de ese componente norteafricano que atestiguara contactos con las poblaciones islámicas, pero ese aumento no es significativo", matiza Rodríguez-Varela.

La investigación analizó restos de 33 individuos, entre hombres, mujeres y niños, que entre otras pruebas se sometieron a análisis de metagenómica, para detectar signos de virus y bacterias.

Una propagación a través de Europa

En un individuo del siglo X se identificaron rastros de una cepa temprana del virus de la viruela que "se parece bastante filogenéticamente" a las encontradas en individuos de similares cronologías de Escandinavia, Alemania y Rusia. Esta circunstancia indica que la enfermedad, ya en la Edad Media, tenía una distribución paneuropea.

"Esta es la primera vez que se consigue secuenciar la viruela antigua en el sur de Europa, lo que da información de cómo se fue propagando la enfermedad", apunta el investigador.

Estos datos sugieren que el virus pudo llegar a Las Gobas a través de Europa, por los Pirineos, "por ejemplo por el Camino de Santiago, que era bastante popular en el siglo X" y no por rutas islámicas, que era una de las ideas dominantes sobre cómo entró la enfermedad en Iberia.

Esta es la primera vez que se consigue secuenciar la viruela antigua en el sur de Europa, lo que da información de cómo se fue propagando la enfermedad

Ricardo Rodríguez-Varela - Universidad de Estocolmo

Los individuos de Las Gobas también tenían "bastantes bacterias" relacionadas con zoonosis, lo que indica que vivían en una relación muy cercana con animales, como es el caso de la Erysipelothrix rhusiopathiae, que causa una enfermedad cutánea a través de la contaminación de heridas abiertas y sugiere que la cría de animales era importante para esa comunidad.

La mayoría eran genéticamente similares a los íberos septentrionales de la Edad de Hierro y la vida de la comunidad marca dos fases bien diferenciadas en esos cinco siglos.

De comunidad militar a rural

Del VII al IX el asentamiento era una comunidad pequeña con un mayor grado de endogamia, con muchos varones emparentados y poca diversidad en el cromosoma Y, que se hereda de padres a hijos.

Dos individuos varones y emparentados, probablemente primos hermanos, muestran signos de violencia, probablemente por golpes de espada. Por ello, el grupo pudo haber sido una élite de dirigentes militares.

Desde el siglo X, ese lugar se sigue usando como necrópolis e iglesia, pero la comunidad se ubica en el fondo del valle, "la continuidad genética apunta a que es la misma gente que se ha trasladado", afirma Ricardo Rodríguez-Varela.

"Allí viven como una comunidad rural con menor consanguinidad y sin indicios de violencia y con familias más extensas, en las que se puede seguir el rastro de hasta tres generaciones", explica el investigador gallego.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons.
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