Según el comentario publicado esta semana en Nature por dos investigadores estadounidenses, Jedediah Brodie y Eric Post, es posible que los grupos internacionales de ayuda y conservación se equivoquen de camino para hacer frente a los estragos causados por el cambio climático en los bosques tropicales. Los científicos cuestionan más la acción de los seres humanos en la deforestación que el aumento de temperaturas.
“La mayoría de la biodiversidad terrestre del planeta se encuentra en los bosques tropicales, y el cambio climático se perfila cada vez más como una de las principales amenazas para estos ecosistemas. Pero el modo en el que los seres humanos se enfrentan al cambio climático puede ser aún más importante”, explica Eric Post, profesor de biología en la Universidad del estado de Penn (EE UU) y uno de los autores del texto.
Según Post, el aumento de las temperaturas y la alteración de las precipitaciones son cuestiones importantes. Sin embargo, el modo en el que los seres humanos responden a estas nuevas situaciones puede estar agravando una situación “ya de por sí mala”.
Para Jedediah Brodie, coautor del comentario, ecologista e investigador en la Universidad de Montana (EE UU), muchos de los árboles tropicales son bastante resistentes a los aumentos de la temperatura e incluso a la sequía. No obstante, si el calentamiento y la deshidratación de los bosques generan más incendios por parte de los seres humanos, los árboles podrían encontrarse desprovistos de cualquier preparación.
“Si el cambio climático conduce a que las personas provoquen más incendios o talen más árboles, estas actividades podrían ser mucho más perjudiciales para la biodiversidad tropical que el mero aumento de la temperatura”, apunta Brodie.
Según los autores, por el calentamiento global y las condiciones de sequía de algunas partes de América del Sur y del Sudeste Asiático, a la gente le resulta “más fácil” provocar incendios para preparar terreno para la agricultura. Pero estos incendios a veces arden sin control y destruyen grandes áreas de forma involuntaria.
“El problema es que la disminución de las precipitaciones podría facilitar a la gente el acceso a estas áreas. Esta mejora del acceso podría dar lugar a más tala, más caza y más quema: un ciclo destructivo en potencia”, asegura Post.
Prevenir la deforestación
En el comentario de Nature, Post y Brodie sostienen que la prevención de la deforestación y el control de incendios son pasos “críticos” para reducir los impactos del cambio climático sobre la biodiversidad tropical. Sin embargo, estas medidas se deben realizar de forma estratégica.
Esta advertencia también se aplica a los nuevos proyectos basados en los protocolos REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques), destinados a reservar zonas de bosque para proteger el carbono almacenado en los árboles. Pero la distribución de los proyectos REDD no está coordinada ni a escala regional ni internacional.
“El concepto de REDD tiene un potencial enorme que se realizaría mucho mejor mediante una planificación estratégica. En lugar de utilizar REDD para proteger los parches de bosques más o menos al azar, podríamos usarlo para conectar los parques nacionales existentes en grandes áreas protegidas, o extender los gradientes en altura o humedad”, especifica Brodie que añade que la preservación de corredores forestales a lo largo de estos gradientes es “fundamental” para permitir que las especies tropicales emigren o cambien sus recorridos como respuesta a las cambiantes condiciones climáticas.
Los autores explican que los proyectos de REDD o los nuevos parques nacionales resultan de especial importancia para determinadas zonas. “Un ejemplo es el sudeste amazónico, donde los bosques están amenazados tanto por la rápida deforestación como por un clima de desecación. Otra zona que necesita proyectos REDD o parques es el Sudeste Asiático: la región central de Borneo, las montañas a lo largo de la frontera entre Tailandia y Birmania y las montañas de Annamite en Vietnam y Laos”, manifiesta Brodie.