El científico Santiago Grisolía, reconocido por sus estudios sobre el ciclo de la urea y como promotor de los premios de investigación Rei Jaume I, ha fallecido este jueves en Valencia a los 99 años. Este discípulo del nobel Severo Ochoa también fue el impulsor de la primera Conferencia Internacional sobre el Genoma Humano.
Tras complicaciones por la covid-19, el científico español Santiago Grisolía ha fallecido este jueves en el Hospital Clínico de Valencia, la misma ciudad en la que nació el 6 de enero de 1923.
Este bioquímico destacó en áreas relacionadas con el ciclo de la urea, las bases moleculares del envejecimiento, los efectos del alcohol en el ser humano o los mecanismos de recambio y transporte de proteínas.
"Si no pedaleas, te caes" era la frase favorita del científico para destacar su necesidad de continuar una vida activa y su interés por salir todos los días de casa a cumplir con los compromisos de su agenda, según ha recordado la Fundación Premios Rei Jaume I, que él impulsó y que estaba preparando una celebración conmemorativa para su centenario.
El pasado 7 de junio, Grisolía asistió al acto de lectura del fallo de los jurados de estos premios, los de mejor dotación económica del país (100.000 euros para cada una de las categorías), con el compromiso de reinvertir una parte a la investigación y el emprendimiento en España.
Santiago Grisolía se licenció en Medicina por la Universitat de València en 1944 y la oportunidad le llegó con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores para estudiar en los Estados Unidos.
Aunque la beca era para un periodo de un año en el Departamento de Bioquímica y Farmacología de la Universidad de Nueva York, donde fue el primer alumno español de postdoctorado que tuvo el científico Severo Ochoa, esta "estancia temporal" se prolongaría durante más de tres décadas.
Los científicos Francisco Grande Covian, Severo Ochoa y Santiago Grisolía participan en 1992 en el último de los cursos de verano que la Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos celebra en esta localidad asturiana, dedicado a los avances en virología médica. / EFE
De hecho, ejerció la mayor parte de su trabajo como investigador en EE UU, aunque comenzara con Severo Ochoa. Siempre hizo gala de haber sido discípulo de este Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1959, con el que mantuvo una gran amistad. Además, era depositario de su testamento personal y científico, y custodiaba tanto su archivo científico como su biblioteca privada.
Grisolía llegó a tener sus propios laboratorios de investigación en las universidades de Wisconsin (donde conoció a su esposa, Frances Thompson) y Kansas. Sus trabajos en estos centros ayudaron a completar el ciclo de la urea, lo que le llevó a estar nominado al Premio Nobel durante algunos años.
En 1977 regresa a España para hacerse cargo del Instituto de Investigaciones Citológicas de Valencia. Su trabajo se centró en materias como la enzimología del metabolismo del nitrógeno, el metabolismo de fosfogliceratos, el recambio y degradación de proteínas y el control de la síntesis de la tubulina en el cerebro.
En su ciudad natal también creó, junto a una amplia representación de empresarios, la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados. Gracias a ella se celebraron numerosas reuniones internacionales de amplio prestigio internacional, como el Proyecto Genoma Humano (1988-2000) y también la que daría pie a la creación de la Fundación de los Premios Rei Jaume I.
Grisolía, junto al científico Salvador Moncada, recibió en 1990 el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica “por el hallazgo de mecanismos biológicos hasta entonces desconocidos y de gran importancia práctica para el tratamiento de procesos patológicos como la inflamación, la arterioesclerosis y otros”.
Salvador Moncada y Santiago Grisolía recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1990. / FPA
Siempre supo moverse como pez en el agua en los círculos políticos, sociales o culturales. En 1988 fue designado presidente del Comité de Coordinación Científica de la Unesco para el Proyecto Genoma Humano, un puesto desde el que contribuyó a centrar uno de los focos de esta iniciativa en Valencia.
En 1995 fue nombrado asesor del president de la Generalitat Valenciana para Ciencia y Tecnología, un año después presidente del Consell Valencià de Cultura (cargo que todavía ostentaba) y en 1998, del Comité Científico Asesor del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia y del Consejo Asesor del Museo de Ciencias de Cuenca.
Como presidente ejecutivo de los Premios Rey Jaime I, promovidos también por la Generalitat Valenciana, logró traer a Valencia año tras año a decenas de premios Nobel y afianzar uno de los galardones con mayor dotación económica de todo el país.
En mayo de 2014 el entonces rey Juan Carlos I le concedió el título de Marqués de Grisolía por su “prolongada y encomiable labor investigadora y docente”, su “contribución al conocimiento científico” y en reconocimiento del “real aprecio” del monarca.
El deterioro en la salud de Grisolía le llevó en junio de 2016, cuando se hizo público el fallo de los Premios Rey Jaime I, a ceder el testigo de su lectura por primera vez en la historia de estos galardones; doce días después era ingresado en el Hospital Clínico de Valencia, al encontrarse indispuesto. Tras este episodio hospitalario, siguió acudiendo a diversos actos públicos, aunque su participación en los mismos fue cada vez más limitada.
En septiembre de 2017 falleció a los 99 años de edad su esposa, la investigadora Frances Thompson, con la que tenía dos hijos, lo que supuso un duro golpe para el científico valenciano, que ha muerto también con la misma edad.
Miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, académico de honor de la Real Academia de Doctores de España y miembro fundador del Colegio Libre de Eméritos, Santiago Grisolía ha publicado más de 400 trabajos científicos y ha impartido docencia en universidades de todo el mundo.
El médico y bioquímico valenciano ha sido uno de los precursores de la divulgación científica en España y la internacionalización de la ciencia española. A lo largo de su vida ha mostrado un enorme entusiasmo por ello, pero sin despegarse ni un milímetro de la realidad y de la actualidad, sobre la que ha dado opiniones en ocasiones controvertidas.
Desde el Consell Valencià de Cultura (órgano consultivo de la Generalitat Valenciana en materia de Cultura) apoyó la declaración de la fiesta de toros como Bien de Interés Cultural (BIC), sugirió que los bous al carrer llevaran luces en lugar de fuego en los cuernos, y pidió que los incendios "intencionados" fueran considerados un crimen contra la Humanidad.
También insistió en numerosas ocasiones en que los ministerios de Educación y de Sanidad deberían "desaparecer", preguntándose cuál era su razón de ser si las transferencias a las comunidades autónomas estaban ya hechas.
Otra de sus facetas fue la literaria: en 2009 publicó la novela El enigma de los grecos, donde entremezclaba historias ficticias y autobiográficas de la mano de Peter Smith, un joven voluntario de las Brigadas Internacionales que se veía envuelto en una aventura relacionada con uno de los secretos mejor guardados de los templarios.
Científico ejemplar, maestro de varias generaciones de investigadores y gran divulgador son algunas de las frases que han utilizado algunos investigadores para referirse a Santiago Grisolía.
En el ámbito político, el president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, ha manifestado que fue "nuestro faro científico", y la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, ha lamentado la muerte de "una de las mentes más brillantes" de España.
Por su parte, la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María A. Blasco, ha dicho de él que contribuyó a visibilizar la ciencia de excelencia y a poner a la Comunitat Valenciana y a España en el mapa de la ciencia internacional.
La directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, ha señalado que el fallecimiento del bioquímico deja "un gran pesar en el mundo de la ciencia en España" por un brillante científico "y maestro de varias generaciones de investigadores".
"Hemos sentido mucho su pérdida. Aún a sus 99 años era un miembro activo de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM)", ha señalado su secretario científico, José Manuel Bautista.
Para este investigador, Grisolía fue un científico "ejemplar" porque no solo produjo conocimiento novedoso y de relevancia sobre el metabolismo del ciclo de la urea, sino que además creó una de las escuelas bioquímicas más importantes en España, con Vicente Rubio entre sus más destacados miembros.
Su experiencia investigadora y su preocupación constante por situar la ciencia y tecnología española a niveles internacionales le llevó en las últimas décadas a no dejar de promover congresos internacionales y escribir libros, como Vivir para la ciencia, donde criticaba la falta de apoyo institucional y político al desarrollo de la investigación en España.
Siempre opinó que los científicos tienen la "obligación" de comprometerse y responder a temas relacionados tanto con su actividad como a otras cuestiones de actualidad.
El bioquímico valenciano fue el fundador de los Premios Rei Jaume I. / FPRJ