Científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas hallan una importante acumulación de compuestos organofosforados, que se usan como plastificantes y retardantes de llama, en los tejidos de los delfines del océano Índico. Los expertos señalan que los niveles de contaminantes son 10 veces mayores que en los mamíferos del Mar de Alborán, lo que pone en riesgo la salud de la biota marina.
La cantidad de basura plástica presente en los mares es una amenaza para las especies marinas. Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha analizado muestras de músculo de delfines del océano Índico, concretamente de la costa de Sudáfrica, y ha hallado una importante acumulación de compuestos organofosforados, que se usan como plastificantes y retardantes de llama, en los tejidos de estos mamíferos marinos.
Lo que ha llamado la atención de los científicos es que los niveles de contaminantes de estos ejemplares son 10 veces mayores que los de delfines del Mar de Alborán. Los resultados se publican en la revista Chemosphere.
Los plastificantes organofosforados se empezaron a utilizar en los años 60 del siglo XX. Su uso aumentó cuatro décadas más tarde, cuando se propusieron como alternativa a los polibromodifenil éteres (PBDEs), otros retardantes de llama que fueron prohibidos por la Convención de Estocolmo en el año 2009 por su toxicidad.
A pesar de ser menos tóxicos que sus predecesores, hay estudios que muestran que los compuestos organofosforados pueden causar daños neurológicos, disrupción endocrina, cáncer y problemas de fertilidad.
Los registros obtenidos en este trabajo muestran niveles de PBDEs que alcanzan 1,3 microgramos por gramo de grasa mientras que los niveles de plastificantes organofosforados se elevan hasta los 32 microgramos por gramo de grasa. Dentro de estos últimos, el más abundante es el tributoxietilfosfato, que llega a niveles de concentración entre 0,95 y 32 microgramos por gramo de grasa.
“Estudios toxicológicos indican posibles efectos cancerígenos del tributoxietilfosfato. A partir de estudios en ratas, el índice de referencia de toxicidad establece que un nivel sin efecto adverso observable sería de 15 microgramos por gramo de peso corporal y por día. Por lo tanto, no hay que menospreciar los niveles que hemos encontrado en los 13 ejemplares de delfines analizados, y hay que evitar que estos niveles de compuestos tóxicos aumenten, ya que pueden poner en riesgo la salud de la biota marina”, señala Ethel Eljarrat, investigadora del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua.
Además, señala la científica, “la basura plástica en los mares procede básicamente de las cuencas hidrográficas, de la densidad de población y de las actividades marítimas. Diversos estudios sitúan la cantidad total de plástico en la superficie marina similar en ambos hemisferios. Por eso, no esperábamos encontrar niveles 10 veces superiores a los encontrados en delfines del Mar de Alborán”.
Los expertos apuntan a que probablemente la superficie de los mares no es el único destino de los plásticos y que uno de ellos podría ser la ingestión por los organismos marinos.
Este es el segundo estudio sobre plastificantes organofosforados que se lleva a cabo y que muestra que se trata de un problema global que afecta a diferentes mares y océanos. En el primero, también liderado por Eljarrat, se analizaron varios ejemplares de delfines del Mar de Alborán. En todos ellos se encontraron compuestos organofosforados, tanto en la grasa, como en el músculo, el hígado o el cerebro de los delfines, llegando a concentraciones en músculo de hasta tres microgramos por gramo de grasa.
En el estudio han colaborado expertos de la Universidad Nelson Mandela (Sudáfrica), la Universidad de North-West (Sudáfrica) y el Instituto Catalán de Investigación del Agua.
Referencia bibliográfica:
Òscar Aznar-Alemany, Berta Sala, Stephanie Plön, Hindrik Bouwman, Damià Barceló y Ethel Eljarrat. “Halogenated and organophosphorus flame retardants in cetaceans from the southwestern Indian Ocean”. Chemosphere. DOI: 10.1016/j.chemosphere.2019.03.165