Varias especies de cetáceos del golfo de Cádiz y del estrecho de Gibraltar acumulan en sus organismos niveles importantes de contaminantes llamados retardantes de llama, ampliamente usados en la industria y que pueden encontrarse en la ropa y los aparatos electrónicos, entre otros. Algunos de ellos, los PBDE, están prohibidos por la convención de Estocolmo de 2004. Estos son los resultados pioneros de un estudio español que ha analizado muestras de 67 delfines del sur del Mediterráneo.
Los retardantes de llama son compuestos usados ampliamente en la industria, y que se añaden a todo tipo de productos (ropa, aparatos electrónicos, mobiliario o tapicerías) con el fin de reducir su inflamabilidad. Con el tiempo, se ha demostrado que son contaminantes muy persistentes en el medio ambiente, que se acumulan en los organismos y que pueden tener efectos nocivos sobre los organismos y las personas.
Un trabajo, liderado por el CSIC, demuestra ahora por primera vez que tres especies de cetáceos –delfín común, calderón común y delfín mular–, con diferentes áreas de distribución y costumbres de alimentación en el Mediterráneo, acumulan en su organismo estos contaminantes. Los científicos revelan además que los mamíferos que están en la parte más elevada de la cadena alimentaria acumulan mayores niveles de estos contaminantes.
“La biomagnificación supone que los niveles de contaminantes son mayores en los organismos que están en niveles más altos de la cadena trófica porque ingieren y acumulan en su organismo los contaminantes de sus presas”, explica Ethel Eljarrat, coordinadora del estudio publicado en Environmental Pollution e investigadora en el CSIC.
Los resultados demuestran la relación directa que existe entre mayores niveles tróficos y mayores concentraciones de retardantes de llama. “Lo más interesante es que la biomagnificación se da tanto para los clásicos y hoy prohibidos PBDE, como para sus sustitutos, los decloranos”, añade la experta.
El delfín mular, con más contaminantes
Los 67 delfines analizados en este estudio ocupan posiciones diferentes en la cadena alimenticia. El delfín mular, en la posición más elevada, es precisamente el que tiene mayores concentraciones de estos contaminantes.
“En casi el 20% de las muestras analizadas, se encontraron valores mayores que los límites establecidos, por ejemplo, para focas, por encima de los cuales se observan efectos de disrupción endocrina, concretamente en la hormona tiroidea, o lo que es lo mismo, tienen efectos nocivos para la salud”, dice Renaud de Stephanis, coautor del estudio y presidente de la asociación CIRCE (Conservación, Información y Estudio sobre Cetáceos) que también ha participado en el estudio.
“Esto indica que estos contaminantes son un serio problema para animales que se encuentran en los niveles superiores de las cadenas tróficas, como es el caso de los delfines y de los humanos”, recalca el investigador.
El trabajo también demuestra que, pese a su prohibición en Europa en 2004, los antiguos contaminantes llamados retardantes de llama siguen estando presentes en el medio ambiente marino y que los alternativos –los decloranos– son igual de persistentes que los primeros. Además, aunque todavía no se conocen sus efectos toxicológicos, algunos estudios apuntan que los decloranos también podrían ser nocivos para la salud.
Referencia bibliográfica:
Ethel Eljarrat et al. “Biomagnification of classical flame retardants, related halogenated natural compounds and alternative flame retardants in three delphinids from Southern European waters” Environmental Pollution, Volume 203: 107-115, 11 de abril de 2015